Un cuaderno, una estilográfica,
el final de la tarde, en el jardín,
escuchando conversaciones de otros días,
como ahora escucho
el silencio de mi corazón,
que combate, que ama,
y en esta espera, ya sin zozobras,
unos racimos de glicinas,
la memoria de las lilas,
que se fueron hasta la próxima
primavera,
los mirlos, que regresarán en el poniente,
o esa certeza de saber
que no estoy solo,
que Él acaba de abrir
sus brazos y me acoge.
Fernando Alda