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lunes, 31 de octubre de 2022

La Casa de las Tres Chimeneas, 1 / Poemas de la lluvia, 4

 


En la noche profunda,

ardiente, la lluvia ha ido
extinguiendo las hogueras
del abandono, las ascuas
de las que brota el deseo,
la voluntad de querer.
La lluvia se filtra en las heridas
de estos muros que aún me sostienen
en el aire, herido y cautivo,
desmemoriado, errante,
mas un ramo de azucenas,
tal vez acianos, glicinas
acaso, aún mantiene su color
y enciende la melancolía
que me nace en los ojos,
como una pasión antigua
que acabase de despertar.


Fernando Alda

viernes, 28 de octubre de 2022

La Casa de las Tres Chimeneas, 1 / Poemas de la lluvia, 3

 


Sigues la huella de la lluvia
hasta el límite de la sombra,
muros en ruinas de la luz,
paramentos raídos
por el aire en estas soledades.
Cae la tarde como un telón
de magnolias y sueñas
poder guardar en un vaso,
tal una luciérnaga,
el fulgor de las estrellas,
que sigue viajando y acaso
nunca te alcance.


Fernando Alda

jueves, 27 de octubre de 2022

La Casa de las Tres Chimeneas, 1 / Poemas de la lluvia, 2

 



En la mirada hacia el este,
la aurora que regresa a su casa
de todos los días, 
la ausencia en el corazón,
la dama de azul,
su aliento, mas despiertas,
y es todo nuevo, como la lluvia
que ahora peina la memoria,
y los desvelos,  esperando
a que del aire se desprenda
su última luz como una costra,
en la que ahora estás
mirando no sabes bien qué,
en la penumbra y la zozobra,
tal tu suerte, agazapado,
en vela, sabiendo que habrás
de volver.


Fernando Alda

martes, 25 de octubre de 2022

La Casa de las Tres Chimeneas, 1 / Poemas de la lluvia, 1

 



Esperando la lluvia

junto a la última rosa de lo que fue
el verano; las nubes,
como recuerdos o ascuas,
en la luz poniente,
y tal vez será en la noche
cuando el agua
busque los perfiles
de lo que existe,
para bendecir la presencia
de todo cuanto te rodea.


Fernando Alda


sábado, 8 de octubre de 2022

De lugares, y 15 / Minas Tirith

 


Es la Ciudad Blanca,

de siete alturas, Minas Tirith,
el árbol del rey,
la niebla que viene desde la montaña
y oculta con su manto
el alzado de lo que imaginas,
como un ensalmo,
en los sueños,
el onírico estandarte
antiguo, la corona y la espada,
las batallas y los héroes,
el esplendor de sus armaduras,
que parecen de cristal en el mediodía
de la edad de los hombres.
En este lugar tus ojos,
esperando el vuelo de las águilas
para llevarte más allá
de todo límite, con las alas
perdidas del ígneo
abrazo de los elfos.


Fernando Alda









jueves, 6 de octubre de 2022

De lugares, 14 /



A mi esposa  y mis hijos,
que en esta ínsula viven


Barataria, la ínsula

de los héroes tristes,
cuántas veces te soñé en mis sueños,
en las alas de los vientos
que visitan mis desolaciones,
en las ascuas del gozo
que alumbran un mapa
sin meridianos o paralelos,
sin lugares,
tal una toponimia de ausencias,
un atlas de desasosiegos
en el que se pierde el galopar
de las nubes en el añil
de los cielos abiertos. 


Fernando Alda

lunes, 3 de octubre de 2022

De lugares, 13 / Tierra Baldía



La Tierra Baldía,

la de los hombres huecos,
el páramo, la devastación
del tiempo, mientras lees a Elliot
y recuerdas, y el corazón
se encoge, ciegos los ojos
abiertos, sin asombro,
todo estéril como arena del desierto,
acaso imposibles los sueños.
Tal un oráculo, la fiebre,
el poeta, un puñetazo
encima de la mesa, en la mandíbula
de lo inane y sin sentido,
mas su lectura es un manantial
que despeja lo malgastado,
el terciopelo viejo,
y canta,
acaso con la voz de las profundidades,
a aquello en lo que nos hemos convertido:
el heno que se agosta,
la hojarasca que se consume
en las hogueras del olvido.


Fernando Alda






sábado, 1 de octubre de 2022

De lugares, 12 / Tierra de nadie

 


Duerme la noche en tus brazos

como las alas de un arcángel,
peinada el agua,
entre tus dedos,
tal la Cabellera de Berenice,
o es la ausencia,
el desasosiego sin fondo,
la tibia luz del invierno
que trata de arder entre el hielo,
como una despedida.
¿Dónde estás? Acaso
en la tierra sin dueño
que nadie quiere y todos se disputan,
en la ceniza, en el légamo
del fondo del río sin fondo,
en la región en la que el mundo
se pierde y cae, allí donde la red
se rompe y abajo está el abismo,
el vértigo del Tártaro,
allí donde ni siquiera
hay un clavo ardiendo al que asirse.
¡Tanta desolación! Como la hora
última del abandono del sintecho,
del que nadie busca, aquel
sin filiación, el que ningún
lazo ata o no tiene dónde caerse
muerto. Solo Cristo te espera,
al final de lo que será la aurora.


Fernando Alda