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miércoles, 28 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 26

 


XXVI


Arde el olvido

en el tuétano de la muerte,
la sinrazón
es el reloj de la locura,
y los álamos se esconden
del frío entre las nubes
en este otoño
de persistentes desmemorias.

Fernando Alda

martes, 27 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 25

 


XXV

Es Castilla en este otoño

una hoguera de sarmientos
y de chopos, la dulce
luz de las lágrimas,
un despertar melancólico
de alondras y de milanos.
Regresas a los sueños
más luminosos,
a las sementeras que habrán
de brotar en la aún lejana
primavera. Es el aire hoy
paraíso en las colinas,
un temblor en las almas,
la tarde hilvanándose
en los oteros, el resguardo
contra la intemperie
y el desamor.
Memoria
guardas de otras estancias,
de otras desdichas,
y el fulgor de las hojas
abatidas por el ímpetu
desabrido del viento
anuncia la redención de las nubes,
que se tornan lluvia 
y desencanto.
Contemplar erguido el paisaje
de la ruina,
la nostalgia de los árboles
solitarios, la conversación
del tiempo con los primeros
hielos y la zozobra.
Sereno, ocultas, en las entretelas
de las horas, el desasosiego
de la última muerte,
la del destierro,
esperando, acaso, la definitiva,
la de la tierra,
mientras en las sienes
te arde fugitivo
un poema que anuncia
las nieves que vendrán
a las cumbres, y hay ecos
de derrota y desolación
en las torres que el sol
viste de ocaso y de fuego.
No basta recordar,
hay que seguir viviendo.

Fernando Alda


lunes, 26 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 24

 


XXIV


Un alba de cielos

transparentes,
casi cristal,
donde la luz no se quiebra,
ni conoce fuga,
y ejerce el poder
de perfilar el mundo.
Solo tus ojos,
la voz renacida
e inalterable,
el lento avanzar
de la raíz de la vida
buscando florecer.
Así amanece el deseo,
el largo despertar
de la conciencia
a estados críticos
de insomnio,
ese saberse herido
en lo eterno,
en lo tan sin nombre,
como unas rosas de terciopelo
intenso en un búcaro
sin agua.

Fernando Alda



viernes, 23 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 23



XXIII


Una caja metálica

con treinta y seis lápices de colores,
la estilográfica vencida
entre tus dedos, quizá
un dormir desasosegado 
junto a ventanas
con los cristales rotos,
el aire que no acaba
de encontrar su camino,
de tan cansado,
y las luminosas
tardes de la infancia
muriendo en un ocaso
interminable.
Volver a asomarse al mundo,
creer y ser creído,
de forma esencial,
como la escritura
o el paisaje de tu memoria.

Fernando Alda



jueves, 22 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 22

 


Áureos jinetes que recorren


el tiempo sin dejar de soñar,
esfinges de barro,
el perfil oscuro de los días,
estelas en el polvo,
un balbuceo de palabras
sin sentido. Un poema.

Fernando Alda


miércoles, 21 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 21

 



XXI


Quizá nunca encontrarás


la salida del laberinto,
todo es futuro.
El presente ha muerto
en el mismo instante
en el que se derrama.
Siempre esperando
la espera que no llega,
la tarde azul,
la siega.

Fernando Alda Sánchez


martes, 20 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 20

 


XX

El mundo no sabe de tu dolor,

de la negra semilla de la soledad
más negra.
Los balcones de tu casa se cierran
en luto y la helada
mano del abandono
aprieta el alma
con fuerza de monstruo, Leviatán
acaso...
El tiempo se deshace
en cenizas, la vida
se deshoja en ruinas
y solo hay llanto y vacío
sobre tu cabeza penitente,
tal una corona
de arsénico, el beso del acónito,
un láudano
atroz que ahogase
cualquier latido
de la esperanza.
Nombras de nuevo la tristeza
con versos de hielo,
y te abrazas, exhausto,
exangüe, a una mirada
del sol, cuando el día
cae decapitado,
su cabeza en un cesto,
y te adormeces buscando
la improbable protección
del sueño.

Fernando Alda Sánchez

lunes, 19 de octubre de 2020

Me envuelve la tormenta

 




          Os dejo hoy en el blog un texto de mi hija, Elvira Alda Peñafiel, que ha elaborado con motivo de la celebración del Día de la Mujer Escritora. En algunos aspectos está inspirado en la novela o "nivola" de Miguel de Unamuno "Niebla". Espero que os guste. Os dejo con ella.


          En el fulgor del día me envuelve la tormenta. Enigmática desde el inicio de los tiempos, sobrenatural con el transcurso de los siglos, voraz por el paso de muchas almas antes que la mía. Se adentra entre mis frágiles huesos, y me sumerjo en un otoño emocional, confuso y excéntrico, que me convierte ante el mundo en la más terrible de las criaturas.

          Es esta tormenta la que llega como estruendo y en su niebla me lastima, la que llega como ángel de luz y entre verdes praderas me libera. Me ahoga la penumbra en la búsqueda de mi ser, en la que el "yo soy" es "yo soy la tormenta". ¿Cómo el mundo podrá comprender si yo no soy yo y soy solo ella? Vivo en la duda, muero en la tormenta. La amo como el poeta más trágico y la temo como el sueño espectral de mi esencia. Es el aire puro  que respiro y el desgarro que corrompe mis venas. ¿Cómo podrá verlo la tierra si mis ojos están ciegos, si ni siquiera soy capaz de entenderlo?

          La vorágine del alba se tiñe de tormenta y maldigo su mal, bendigo su presencia. Se alza mi desdicha al cielo, y con una súplica a la Corte Celestial, le replico a Dios por el deleite de un castigo tan fiero. Y en ese silencio se dice todo: en mí está la pregunta y en mí la respuesta. Mi condición, pobre y humana, jamás podrá ser sin el relámpago, pues bebo de esa miseria. Piensa poco, escribe mucho, y, sin embargo, ocurre del modo que más aflicción me causa.

          ¡Dios mío, Dios mío! ¡Acalla mi mente, acalla mi alma! Haz que descanse entre las níveas rosas y no sangren más mis palabras. O mejor, préndele fuego y que calcine mis entrañas hasta las cenizas; corta mi ser en escarpadas montañas y que broten fantásticas bestias de mis manos. Y yo correré por el balance de los acantilados, lloraré lágrimas marchitas y mi entera existencia será como los rayos de luna que se escabullen entre los árboles. Y mis versos viajarán por el viento, quedarán enterrados en el recuerdo de generaciones y en mi tormenta perdurarán para la eternidad.

          ¡Dios mío, Dios mío! ¡Que refulja mi sentir en el espejo de Tu belleza! Soy legado de todas aquellas que me precedieron, de todos aquellos sus truenos y vendavales, y lo serán también las hijas de esta tierra, y serán perpetuas sus tormentas.

         En el amanecer de una nueva era, me levanto para un nuevo comienzo.

Elvira Alda Peñafiel

viernes, 16 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 19

 


XIX


Si no me alcanza la muerte,

si la espero en la curva final
del último puerto,
si mis ojos aún arden
por la vida,
si no sabe mi nombre
o dónde habito...

Fernando Alda Sánchez

jueves, 15 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 18


 




XVIII

Abres ventanas hacia el cielo

como quien comienza
a leer la página de un libro:
no sabes dónde está Ítaca
y el mar está embravecido.
Solo resta lamentarse
por la perdida ebriedad
de la belleza.

Fernando Alda Sánchez

miércoles, 14 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 17



XVII


 Sería suficiente respirar

si la nostalgia no nos llevase
a otros puertos,
si no caminásemos
perdidos, tan sin rumbo,
ciegos,
abandonados,
por la cuerda floja del dolor,
si no hubiese amaneceres
que recordar y días
para celebrar nuestras
pequeñas victorias
sobre el tiempo,
si en el alma
un incendio no nos abrasase
de amor o la lluvia
no vistiese de melancolía
los versos y los brindis.
Volver a ser,
sin haber sido.

Fernando Alda Sánchez



martes, 13 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 16


 



XVI



El viento arrecia en los ojos,


la tempestad se adueña del alma.

No hay navío,

ni tabla de salvación,

para sobrevivir a este naufragio.


Fernando Alda Sánchez






lunes, 12 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 15


 XV


Siento una tristeza de sol


muerto,

de agua estancada,

como de aire viciado,

una tristeza insana,

un estertor sin lágrimas,

ese hundirse más arriba

de los ojos

sin hallar el fondo.


Fernando Alda Sánchez


domingo, 11 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 14

 









XIV


Sin altura no hay sombra,


solo pedazos de la luz,

como una memoria rota,

las astillas de un poema,

el soñar inerte de la arena.


Fernando Alda Sánchez




sábado, 10 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 13

 


XIII


Inútil el silencio,


adormecida la nieve,

sepulcros de cristal y agua,

una noche inacabable

de palabras muertas.


Fernando Alda Sánchez


martes, 6 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 12

 



XII


La locura no,


el desasosiego,

la llama que devora

interminable los perfiles

de la sombra,

y nunca amanece.


Fernando Alda Sánchez


Ínsulas en llamas, 11

 


XI


Tiempos de penumbra,


de dolor y alabanza.

Atardece en Castilla,

los cielos en llamas,

y es nombrar la vida

nueva y las sementeras 

renacen.


Fernando Alda Sánchez


lunes, 5 de octubre de 2020

sábado, 3 de octubre de 2020

Ínsulas en llamas, 9


 

IX


La palabra no alcanza


para nombrar la herida

abierta en medio de la nada.

Solo hay noche,

una melancolía deshabitada

que muerde

fieramente la pulpa del alma

y la hace sangrar.

Silencio más allá del silencio,

un rumor de palabras

mudas, necias sentencias,

papeles muy tristes,

un barco desarbolado

que acaba de incendiarse.

Así el vacío, la mano

torpe que palpa en las tinieblas

buscando un corazón,

el ojo ciego, despoblado,

esas ruinas que la hiedra

invade y no alcanzan

una orilla en la que morir.


Fernando Alda Sánchez