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jueves, 28 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 22

 


XXII



Calles de Salamanca, paseo,

esa melancolía que rezuma
la piedra de oro,
Villamayor,
la luz del oeste,
el beso último que abraza
tu tristeza, muros, torres,
cúpulas, cornisas incendiadas,
una lengua que abrasa,
los pasos que perdiste en un amanecer
cuando regresabas de todo,
de ti mismo,
y esa otra edad, en la que no estuviste,
en eso que permanece en la sangre,
en la defensa del aire,
del papel de estraza en el que quedó
pintado el abanico de la memoria.


Fernando Alda

martes, 26 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 21

 

XXI


Junto a la chimenea un pájaro

de alba tristeza, acaso el otoño,
un trazo de fuego en el aire,
su sola esperanza, el ruido,
el despertar del agua que nombra y sabe
de alturas no usadas,
difícil encuentro
bajo el palio de un sol de alambre.
Estás tú, la gabardina
que dejaste sobre una silla
desportillada, en el portal
que te lleva a abandonar
unos zapatos demasiado viejos,
mordidos de tanto andar,
en la frontera de lo que es tu casa,
el hogar, la luna llena.


Fernando Alda

sábado, 23 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 20

 

XX



Un sombrero descosido,

que albergó cerezas,
en una percha a la entrada de casa;
al lado, un cuadro en el que un paisaje
se vierte en el lienzo
en color y pinceladas,
acaso Van Gogh,
una niebla en el pasillo,
los bajos de los pantalones
completamente descosidos:
eterna ausencia.
Así volverás a esta región
de sueños, de torpes abrazos,
en la que crecen la cúrcuma
y el perfil de los espejos,
como sombras del ayer,
una ofrenda de labios que son 
espadas, lo que escribes,
lo que lees,
el papel mojado que son los lirios
en un jarrón olvidado
en el rincón más oscuro de la sala.
Como un muro en ruina
desde el que se asoma una calandria,
la espera, el cierto
despertar tras la noche que quedó
en pausa cuando mirabas el sol
ponerse, arder en el horizonte,
en el oeste desdibujado
que añoras, su imagen
sutil, la nostalgia de una luz
que se apaga siempre,
el resto del día que se desvencija
y es polvo, una estrella que nace.


Fernando Alda

miércoles, 20 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 19


 

XIX


A José Jiménez Lozano


Acompañado de libros miras el día,

la luz que viene del este, el vuelo
sosegado de un alcaraván,
la mañana que se ofrece
como un abrigo nuevo que fueses
a estrenar. En sus bolsillos,
pequeños tesoros, una piedrecilla
blanca, una cuerda
vieja, un trozo de papel
muy gastado, un bolígrafo sin tinta,
un pañuelo, una lente.
Bastan para soñar, para sentir
la compañía frente al tiempo,
que está desabrido,
como odiándonos, pues pasa tan deprisa
que parece viento enfurecido,
una cabalgadura de fuego recio.
En la silla del fondo, una corbata
de franjas de colores, sin doblar,
carpetas desordenadas, un plumier,
la vista cansada que dejaste
tantas veces reposar alli tras muchas lecturas.
Carpe diem, pero no hay retorno,
todo fluye hacia el mar,
cuyas orillas presientes.
Será la tarde desapacible,
y, luego, nada.


Fernando Alda





lunes, 18 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 18

XVIII



Como cada mañana,

te vistes lentamente,
esperando una sorpresa
que sabes de sobra no habrá.
Dejas en el espejo las trazas
desleídas en tu rostro
que ya no muestra asombro,
una mirada de lluvia,
las canas entre las  que se ve el cartón
de la piel, el poso de la resignación.
En el madroño del jardín
han comenzado a cuajarse los primeros
frutos y la lagerstroemia
hace tiempo que no sabe lo que son sus flores.
Sales a la calle, a la intemperie,
sin afán determinado,
en esa rutina que mueve el corazón,
tan gris, tan esperable,
como el heno de los altos prados
de la montaña que sabe será segado,
almacenado en los almiares.
Te subes el cuello de la chaqueta,
como si tuvieses frío,
pero es soledad lo que sientes,
calados los huesos de un abandono
sin memoria,
como sabiendo que no vas a reaccionar,
acaso para ir, desnudo como viniste
al mundo, al matadero
en el que muere siempre la inocencia
en silencio.


Fernando Alda


martes, 12 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 17

 


XVII




Has dejado la chaqueta sobre 

el respaldo de una silla,
sabiendo que hay un momento
en el que las lágrimas ya no crecen
en los ojos, sino en los tuétanos.
Es como si el dolor ya no fuese dolor,
solo una tristeza muy antigua
que te habita por dentro y que duerme
intranquila en las alcobas del alma,
con un sueño de libélulas en llamas,
de cínifes ahogados en un vaso
con agua que te dan a beber
cuando tienes sed.
Te has sentado en la silla y has abierto
la ventana. El día no se decide.
Enfrente, alguien tiende la ropa
en una cuerda, esperando el sol que habrá
de venir a este patio de luces
ciegas, de párpados sin esperanza,
de gas mortal.
No hay flores en el alféizar
que contemplas, solo una melancolía
de árbol seco, que se derrama
por los muros desconchados,
como si lloviese.
Han llamado despacio a la puerta
de este cuarto en el que sobrevives
al desaliento. Preguntan por tí.


Fernando Alda

domingo, 10 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 16




XVI



En ocasiones no encuentras las alas

que necesitas. Incluso has mirado
en la tumba de Ícaro.
Quisieras alzar el vuelo por encima
del dolor. Arrancar a volar
desde el alero del tejado de tu casa.
Saltar y sostenerte en el aire,
a muchos metros sobre el suelo.
Y ver la salida, a lo lejos,
para ir allí, a ese lugar
en el que no crece la desdicha.


Fernando Alda
 

jueves, 7 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 15

 


XV



Tanto miedo. En el jardín

de casa hay sombras de otoño,
como muriendo, la voz del mar,
que no calla, y viene de tan lejos
a vivir en estas alturas
en las que el cielo
se confunde con los iris
en la mirada,
y tocas con la punta de los dedos
las nubes una vez más,
esperando ser como ellas,
que vuelan, sin hogar o raíz,
mecidas por la libertad del viento.
Cómo volver a lo que no has sido,
a recobrar el pulso
escondido en las mareas de la vida,
en los altibajos de la sangre,
y seguir mirando cómo caerá
la nieve en las desnudas ramas que ya sueñan
con una nueva primavera.


Fernando Alda

miércoles, 6 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 14


 XIV



Arde el día,

la luz es ceniza
y en la sombra del nogal
seco anidan aves de derrota.
El frío va abriendo con su filo
el corazón de las flores que ya
presiente un otoño de hogueras
y nieblas, de músicas
desaparecidas, como palabras
que invitan al llanto
o madejas del musgo
que volverá a verdecer
con el abrazo de la lluvia.
Abrirás los ojos bajo el agua
turbia de los estanques de la desmemoria,
y con el vino que aún
incendia tu copa
brindarás por el fuego
que todavía te quema en las médulas,
su extraña condición,
extranjero como eres en el país
que es el mundo.



Fernando Alda


lunes, 4 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 13

 


XIII


En la cúpula del dolor

gime la libertad, el espíritu
de la bandera. Solo el viento sabe
en qué lugar pasará la noche,
dónde dejará el desprendido
músculo de su osamenta de polvo.
Es ciego el afán de perdurar
más allá de los días que están
contados, como tus cabellos.
No añadirás una hora a tu vida,
deja que las flores
vuelvan a la tierra,
que los ojos se cansen de ver,
que la muerte no sea el último
puerto: tras sus ojos
azules hay otra senda,
otras arboledas, una luz
tan hermosa que todo es nuevo
y te nombra.


Fernando Alda

viernes, 1 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 12

 


XII



La rosa secreta que bendice tu jardín,

su aroma, la volátil presencia
del color que habrá de consumirse
en la luz del oeste,
entre ascuas,
como una ofrenda
por lo que eres,
y esperas ser, el nombre
de lo que existe y es, en los pliegues
del tiempo una corona,
en las entretelas de la memoria.
La luz es rotunda en este instante
de transparencia, como no usada
jamás, recién hecha,
tal vez el pan,
lo más sencillo,
que está esperándote para ser
en el horno,
para estrenarse en tus ojos tan tristes
y cansados, para arder
como nunca antes lo habría hecho.


Fernando Alda