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lunes, 30 de mayo de 2022

Las alas de Ícaro, 31


 

XXXI


Estatuas de piedra dorada,
poetas muertos, poemas anónimos,
un viento del este, en la frontera,
que viene
a verte, con las manos vacías,
como el hambre,
salutación del olvido,
esa senda entre las flores
en la que se perdieron la voluntad
y el deseo. El mar no alcanzará
nunca estas orillas de tristeza
y asombro en las que muere,
todos los días,
la voz que debes a este otoño
en el que crece el fruto
del dolor, el verso
suelto que algún día encontrarás
en la fiebre del oro, tan profundo
su reposo, en el lecho
de un río que se alimenta de sombras.


Fernando Alda

viernes, 27 de mayo de 2022

Las alas de Ícaro, 30


XXX



En los árboles de la nieve

arde en lenguas de humo el incienso
perdido que no alcanzó la transparencia
del cielo. Es esa melancolía que se produce
al caminar descalzo sobre la hierba,
mirando el pájaro azul que otea
desde la torre de la niebla
la transhumancia de las ideas, la voz
que resuena en el laberinto
de bronce, la esperada sombra
que firma estos últimos días del mes
en curso, cuyo nombre no importa,
pues es memoria y consuelo
frente a la abatida silueta
de la ruina del mundo.
Nada se descarta, reina el viento,
al que debes tu sola presencia,
la noche esperando, sin defensa.


Fernando Alda

miércoles, 25 de mayo de 2022

Las alas de Ícaro, 29

 



XXIX


Abierto está el día en una ventana

por la que se asoma a las arboledas
de la tarde, a la luz que se va 
sin decirnos adiós,
a la nieve que vendrá,
tras el vuelo indeciso del milano
que sigue buscando la flor
perfecta, el signo del tiempo.
Volverán los oscuros
oráculos a nublarte los ojos,
y será memoria entonces,
el despertar de la noche en brazos
de ígneas estrellas que persisten
en su camino, el secreto del agua,
que siempre fluye, como el amor
y la vida, hasta la muerte.


Fernando Alda 

miércoles, 18 de mayo de 2022

Las alas de Ícaro, 28


XXVIII

Son caminos los que ahora se ofrecen

en la espesa luz de lo que fue la mañana,
pasos disfrazados entre la niebla,
en silencio,
el viejo Puente Romanillos,
entre los árboles, hoy sin uso,
tan abandonado como la ceniza
que cayó de las nubes,
lluvia de plomo, y el valle
abriéndose, hasta un infinito
incierto, horizontes de nada,
buscando la mirada de Dios,
el alcance de las manos
que apenas tocan la herrumbre
descarnada del alambre de espinos
de un campo cercado y muerto,
en el que hay un río que solo
es arena, recuerdos molidos
como el cristal viejo,
esquistos y feldespato, cuarzo,
mica pobre,
una ruina de lo que fueron
rocas, sueños tal vez,
alamedas que aún se ierguen
en su verdor
en las orillas de este olvido
con el que se viste tu caminar.
Río Chico, en busca del Adaja,
la desmemoria de siempre,
senderos de alma
y aire, luz
última, el clarear de unas palomas
cuando se anuncia el día
y quizá todo es posible:
¿qué hay dentro de uno? Te preguntas
sin saber que la respuesta
está más allá de ti mismo.


Fernando Alda


lunes, 16 de mayo de 2022

Las alas de Ícaro, 26

 


XXVI


Vuelve la sombra a cobijarte

en toda la extensión del árbol que fue plantado
con tanta ternura, a sus raíces
de vida que buscan el asombro de la tierra
y el agua, a la corteza y sus incisiones,
un abedul acaso, una morera,
el olmo bajo el que jugabas en la infancia,
un paraíso, seguro, del que podrías
guardar una parte en una caja de cartón,
para siempre.


Fernando Alda

miércoles, 11 de mayo de 2022

Las alas de Ícaro, 25

 



XXV


Viene el viento con su arrogancia

a despeinar esos álamos que ya
amarillean en este otoño, lenguas
vivas de fuego, oro
abrasado, aparecidos,
y deja en tu ventana un mensaje
dentro de una botella, al sol,
como queriendo avisarte
de que la dama de fríos ojos azules
ronda por estas calles,
mira en los buzones,
pregunta en las porterías,
anota cifras y señas,
calcula,
en un cuaderno de tapas rojas,
tan manoseado que puede romperse
en cualquier momento.
Pero sabes que es mejor no huir,
por si te la encontrases en el camino,
y sería peor entonces,
pues en campo abierto no hay
lugar para esconderse.
Seguirás leyendo, como siempre,
acaso algún verso
se desprenderá, huérfano,
del soneto que comenzaste esta mañana,
con la primera luz que te regaló
el alba, y mirarás,
de soslayo, quién cruza frente a tu casa;
tal vez no sea ella,
o pase de largo, a otros nidos,
a otras alcobas, y vendrá
la noche y se irá el sobresalto,
hasta mañana,
cuando los aires extraños
retornen desabridos y hagan
girar vertiginosas las veletas
en las torres,
y de los molinos, las aspas.


Fernando Alda Sánchez

domingo, 8 de mayo de 2022

Las alas de Ícaro, 24

 




XXIV


Escribes los poemas que no habrán

de ser, su desmemoria,
lo no escrito, la nada, 
aquello que nadie va a leer,
unos trazos, el cero,
tinta reseca, niebla
siempre, como aquello
que permanece en los ojos
y es un parpadeo de fuego,
la estancia de la tristeza,
el nombre que olvidas tras
ser pronunciado en vano,
sabiendo que no habrá epigrama
en jamba alguna, ni epitafio,
ni lápida escrita, ni papiro,
pergamino o papel que recuerde
el trazo de tu sangre al pensarse,
ni olvido, ni siquiera olvido,
solo negro, tiniebla,
una ventana sin vistas,
un patio en soledad,
la aurora asesinada,
la cita incierta que acaba mal.


Fernando Alda Sánchez

miércoles, 4 de mayo de 2022

Las alas de Ícaro, 23


 XXIII



Es la vida un río,

el sol del este al oeste,
una bufanda en pleno
invierno que te olvidas
en un bar, la secreta espera
que crece en tu corazón
cuando sueña y es memoria,
o hay olvido y es nada,
una sombra que pasa sin nombrarte,
esa mariposa que vuela en tu jardín
con alas de las que llueve
la melancolía,
el nombre de la libélula que te nombra, su forma
volátil, como la esperanza,
que se va y no regresa
y es recuerdo, su solo amanecer,
esa tensión que permanece
en las cuerdas vocales
allí donde todo se pronuncia,
y es, y se asoma la voz,
y arde la palabra,
pero no hay cenizas,
ni un esplendor evoca
la muerte azul, la espera,
lo sin nombre,
aquello que está desaparecido,
y solo es lo que es,
lo que amanece y perdura,
como la sombra y su frescor.


Fernando Alda Sánchez