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viernes, 28 de enero de 2022

Viene la lluvia...


Viene la lluvia  fría de diciembre

buscando los paraguas de la tarde,
el asombro del aire, el hogar
inesperado de la ternura;
y te subes el cuello del abrigo,
en esa intemperie que te ha dejado
en tierra de nadie,
como en ocasiones está el corazón,
en zapatillas de estar en casa,
con un viejo jersey dado de si
y lleno de bolas, mirando
cómo el tiempo,
y sus devastaciones,
arden en un reloj de sombras.


Fernando Alda


lunes, 24 de enero de 2022

El paraguas que duerme

 


El paraguas que duerme

esperando otras lluvias que no acaban
de llegar o el beso que te dejaron
en la frente muy de mañana,
cuando aún soñabas,
son esos pequeños detalles
que agradeces al comenzar el día,
en el que esperas salir ileso
de entre la maraña de soledades
y melancolías con las que te envuelve
el tiempo, como la hoja que cae
del árbol y desea alcanzar, en su vértigo,
el suelo, para no verse
presa del viento.


Fernando Alda


jueves, 20 de enero de 2022

La transparencia de la mañana

 





Una doblez en las alas
de un alcaraván,
un élitro roto en la transparencia
de la mañana,
unos papeles manuscritos
que el viento que entra
por la ventana abierta desordena,
la bufanda vieja que tanto te abriga
en los días de frío o las gafas
que no encuentras, dejadas al azar,
entre libros, cuando más falta
te hacen. Así, tus días, o las noches,
también, buscando los senderos
del sol y la luna, entre la niebla,
en este laberinto de ausencias
y desmemorias.
Es ese poema de Novalis,
acaso uno de Pessoa, puede que otro
de Kavafis, en el fluir de las nubes
hacia el oeste, hacia otra Ítaca,
allí donde se extingue el día.
Entre las manos, la ceniza de la aurora,
la desolación, el reto interminable
de hacer crecer la lluvia
dentro de un vaso. Son esos sueños
imposibles los que te devoran.


Fernando Alda Sánchez


miércoles, 19 de enero de 2022

Desabridas tardes

 



¡Qué desabridas son las tardes
de otoño que presienten 
los eneros que vendrán!
Pulso tan corto,
como el respirar de la luz
que va apagándose hacia el oeste,
en la inmensidad de la tierra
de nadie y del corazón.
Solo apetece un abrazo,
unas zapatillas de estar en casa,
un libro, la conversación
con los recuerdos,
que se van encendiendo como ascuas,
tal una mariposa que se incendiase
para decirnos que un nuevo
día ha de regresar.

Fernando Alda Sánchez


jueves, 13 de enero de 2022

Cuaderno de viaje, 55, 56, 57, 58, 59 y 60


 

55


La sola espera,
el desamor.


56

Un abrazo de niebla,
como la muerte azul,
que te espera.


57


Una flor de nieve,
un beso de arena,
el agua que se desborda
de los vasos rotos,
como los cielos,
en la amarga ausencia.


58

Ojos encendidos de desasosiego,
la melancolía de los acianos
cuando se secan en ese jarrón
de nubes grises, un espejo
sin imágenes, soledades, 
el amanecer que nunca llega.


59

Arde la lumbre en llamaradas
de hielo, como la noche
abierta en la helada,
estrellas encendidas,
las preguntas de la Quimera.


60

Hilvanas las nubes
en las médulas del aire,
cielos inmensos,
como el mar,
las orillas de un desierto
de ausencias.


Con estos poemas termina el azaroso devenir de este "Cuaderno de viaje", que ha dejado sesenta poemas breves, como humildes flores silvestres que han crecido, por efecto del sol y de la lluvia, en las cunetas de los senderos que me han ido saliendo al paso durante estos meses de vida.

Fernando Alda Sánchez