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miércoles, 31 de julio de 2019

Conversión

Supo de Dios una mañana,

con la helada, que allí ardía,
esperándole a él,
y oyó su nombre en la brisa;
atrás ahora
el gusano de la duda, el reptil de fuego
mordiendo el alma: celebró
la Luz con agua o pan blanquísimo,
y ese día no terminó
nunca en su memoria.


Fernando Alda Sánchez


"Pablo García Baena"

Pablo García Baena (Córdoba, 1923 - 2018) es un poeta muy grande, del Grupo Cántico, de Córdoba, y confieso que su poesía barroca y esteticista me sedujo desde el primer momento.  Leí su "Poesía Complea 1940 - 1980)  hace muchos años, en la edición de Visor, con introducción de Luis Antonio de Villena, Madrid, 1982, como aquel que acaba de descubrir un tesoro literario y se deja fascinar por su belleza.

Pablo García Baena es un poeta intimista, con una visión extraordinaria sobre aquello que le rodea y que plasma con una belleza encendida, cautivadora, llena de palabras sonantes y hermosas, lo que ve, lo que siente, lo que crece ante sus ojos.

Este poeta cordobés bebe de muchas fuentes, y lo hace de San Juan de la Cruz, al que leyó desde muy temprana edad, de la Generación del 27, de Luis Cernuda, por ejemplo, o de Pedro Salinas, y de otros muchos y buenos poetas que la lengua castellana ha dado. Luis Antonio de Villena le considera uno de los más grandes poetas de su generación y "el mejor, sin duda, en su estilo".

La poesía de García Baena tiene toda la luz y toda la sonoridad de los poetas del sur y el "manierismo" que alienta en sus versos nos conforma en la transmutación barroca de la belleza en líneas y formas que se entrelazan, pues así se unen sus versos en sus poemas en un verdadero alarde plástico de palabras que incendian los ojos y el alma.

"Pasa y estás como una pisada antigua sobre el mármol,
y hay en tu fondo un velo de argenterías fenicias,
y en la noche de la Albolafia
surgen de oscuro labio enamorado
las suras como negras palomas implorantes"

escribe el poeta en "Río de Córdoba"

o los versos de "El pálido extranjero":

"Si aún el corazón golpea en mi costado
y hay labios esperándome
¿por qué, otoño, levantas el sombrío cadalso de tus bosques?
¿Por qué en la roja poma escondes insidioso el rubí de las úlceras?
Aguarda aún, aguarda,
que el estío me ciñe en su lecho de fiebre
y un viento impetuoso
aviva el lampadario voraz donde la llama
quema la sed viva del cuerpo,
y el párpardo, y el músculo, y las venas crepitan
sin consumir jamas su danza triste y muda".

No os canso. Creo que como presentación de tanta belleza como encierran los poemas de Pablo García Baena es suficiente. Lo mejor se leerle. Os dejo la portada de la nueva edición que Visor ha hecho de su Poesía Completa desde 1940 hasta 2008, que amplía su trayectoria. La introducción también es de Luis Antonio de Villena.




Fernando Alda Sánchez


martes, 30 de julio de 2019

El evadido

Un hombre caído mira silencioso

los campos, en su mirada la luz
se vuelve desolado páramo; sabe
que nunca alcanzará las últimas
colinas de pálidas alamedas;
en la plácida sombra divisaría
su aldea, el zaguán del que partió
un negro enero con el canto
desgajado de los gallos: iba
huyendo del tormentoso Tribunal,
que azuzaba sus canes: ciudades
supieron su desgracia en la soledad
del exilio, huido siempre
entre dos luces y en el pecho
una pavesa de nostalgia:
libros de Rotterdam
y un sueño de reforma.
Enfermo, quisiste morir
en alcoba conocida, mas ahora,
entre ruda retama, no verás
contra el aire, desde el pinar,
la esbelta espadaña
de ladrillo rojo, ni el filo
fulgente de la cigüeña o el vagar
de los galgos:
nada queda de ti
tras los montes. Será la luna
piedra sepulcral de tu abandono.


Fernando Alda Sánchez


"Un mundo feliz"

Tras unos días en los que no me he asomado al blog por diversas circunstancias, hoy traigo al mismo "Un mundo feliz", Aldous Huxley (Godalmin, Reino Unido, 1894 - Condado de Los Ángeles, California, 1963), puesto que he reseñado ya en otra ocasión "1984" de Orwell, y creo que es obligado hacer lo mismo con otra de las utopías literarias contemporáneas que tienen máxima relevancia. Dentro de esta corriente novelística está también, junto a los dos anteriores, Eugenio Zamyatin (1884 - 1937), ingeniero, afiliado al partido comunista antes de al revolución.

"Un mundo feliz" es un libro ácidamente irónico, visionario, profundamente crítico, de total actualidad para la sociedad en la que vivimos y hacia el mundo en el que parece que nos encaminamos. Es un mundo deshumanizado, situado en el siglo VII de la era de Ford (algo así como el siglo XXVII después de Cristo), en el que predomina una sociedad tecnológica en el que se han sustituido, por ejemplo, las referencias de los santos del calendario cristiano por los de los prohombres que han creado ese mundo.

No entraré en más detalles sobre la narración, que mantiene el pulso, y en la que vamos reconociendo, quizá a nuestro pesar, muchos de los desastres que ya padecemos. El comienzo de la novela ya resulta revelador:

"Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Sobre la entrada principal se lee: "Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres", y, en un escudo, la divisa del Estado Mundial: "Comunidad, Identidad, Estabilidad"

que viene a ser la dictadura de lo igual, en la que no se permite la relación con el otro, es decir, con el diferente, con el no igual.

¿No estaremos trabajando denodadamente, quizá sin darnos siquiera cuenta de ello, para construir un mundo feliz, en el que no seamos nosotros mismos?

La utopía de Huxley no sólo no ha perdido fuerza con el paso del tiempo, sino que a mi juicio la ha ganado. Dejo al lector, con las claves que he dado, la curiosidad de leer para conocer.

Hay muchas ediciones de esta novela, la más famosa de su autor, que también escribió "La isla". No obstante os dejo la portada correspondiente a la edición de la editorial "Debolsillo".






Fernando Alda Sánchez


miércoles, 24 de julio de 2019

Sarfílimen

Este relato que viene hoy al blog es una obra literaria que ha escrito mi hija Elvira Alda Peñafiel, de 16 años, a la que yo únicamente tengo el honor de haber añadido los dos poemas en forma de canción que figuran en el mismo. Todos los méritos corresponden a esta joven escritora en ciernes. Espero que el conjunto sea de vuestro agrado, queridos lectores. Una aclaración previa: el cuento está inspirado en parte en dos leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer (Los ojos verdes y El rayo de luna).



SARFÍLIMEN

El despliegue de los tonos anaranjados del crepúsculo sobre el pálido azul del cielo anunciaba la partida del sol y preparaban el paso a la luna y a su corte de sombras. Dicha marcha la acompasaba el golpeteo de los cascos de los caballos del duque Cassian de Rosaespinas y su comitiva sobre el camino. Aceleraban el paso con el ánimo de alcanzar la próxima aldea antes de que la noche se cerniera sobre ellos. Tras tres jornadas de viaje desde las tierras de Rosaespinas, tenían la esperanza de llegar a tiempo al condado de Torresoledad, donde el joven Cassian contraería matrimonio para el primer día de primavera.

Hacía un año que las familias de Rosaespinas y Torresoledad habían concertado la unión entre los herederos de ambas estirpes, el recientemente nombrado duque Cassian (debido a la renuncia de su padre en su favor) y lady Peonía, la hermosa hija del conde de Torresoledad. Sí, ya sé que estareis pensando que se trataba de un matrimonio por conveniencia más, de esos que hacen prosperar a las tierras y sembrar la frustación en las vidas de los cónyuges, sin embargo, permitidme corregiros y aclarar que, afortunadamente para la pareja, el amor había surgido entre ellos. ¿Cómo no se iba a enamorar Cassian de una dama tan agradable y encantadora como Peonía? ¿Y cómo no iba a caer Peonía rendida ante un hombre tan bondadoso y apuesto como Cassian?

El joven duque ardía en deseos de volver a ver a su prometida, a la que no visitaba desde el pasado otoño. Quería poder pasar el resto de sus días junto a su amada Peonía, sin que cuatro días de viaje los separaran, sin que tuviera que enviar a un mensajero para hacerle llegar sus poemas y cartas de amor y no pudiera escucharlos recitados de su boca, sin que tuviera que conformarse con la borrosa imagen de su esbelta figura bailando en sus sueños. Y, al fin, después de un año que resultó interminable, la ansiada unión estaba a punto de cumplirse.

Cassian no prestaba mucha atención al camino; a pesar de su fascinación por la naturaleza, el prefería pensar en la boda y en Peonía. Por eso Ragnald, su más fiel vasallo y consejero, tenía que ir vigilando todo el rato que su caballo no se desviara del sendero. Fue entonces cuando una gran masa verde frente a sus ojos sacó al duque de su ensimismamiento. Era un enorme bosque, de árboles robustos y vivaces, que se extendía a la derecha del camino. Le bastó virar la vista hacia atrás para darse cuenta de que estaban rodeándolo y parecía que siguiendo la línea limitativa del bosque iba a tomarles más tiempo del que debían. Tiró de las riendas de su caballo, frenó y el resto de hombres lo imitaron. Ragnald, viendo que su señor se había parado sin dar orden alguna de hacerlo y observando que Cassian fijaba su atención en el bosque, creyó que el duque ya estaba perdiendo otra vez el tiempo con el paisaje, y no podían perder ni un minuto más.

-Mi señor – preguntó-, ¿sucede algo?

-Decidme, Ragnald, siendo vos un hombre de gran sabiduría y llevando un considerable retraso en el viaje, ¿por qué estamos rodeando este bosque, apurados por alcanzar la siguiente aldea, cuando podemos acampar en él y continuar al día siguiente?

-Creo que es mejor que durmais en una habitación y no sobre una roca. Debeis estar bien descansado para vuestra boda, mi señor.

Cassian sospechó del gesto preocupado de su vasallo. Después de tantos años de servicio, distinguía cuando Ragnald lo excusaba de algo, y eso hacía que se sintiera como un niño pequeño.

-¿Todavía no habéis aprendido lo mucho que detesto que me ocultéis la verdad? Ragnald, quiero saber qué problema hay en acampar en este bosque.

-Veréis , este bosque no es cualquiera de esos que crecen en las montañas y junto a las praderas. Mi señor, os halláis frente a Sarfílimen.

-¿Y?

-¿No conocéis la leyenda de este bosque?

Cassian no pudo evitar sentirse avergonzado. Él presumía de conocer todas las leyendas y canciones existentes en el reino y, no obstante, no recordaba aquélla a la que se refería su vasallo. Admitirlo supuso una herida en su orgullo.

-No sé de qué leyenda me estáis hablando.

-La leyenda dice que las ílevas habitan Sarfílimen.

-¿Las ílevas?

-Sí, mi señor, las hadas de este bosque.

Cassian soltó una carcajada que hizo ruborizarse a Ragnald. Sonriendo de forma burlona, contestó:

-No me digais que os asustan, por favor.

-Nunca se debe molestar a las hadas.

-Ragnald...

-No son lo que parecen, mi señor. Las hadas de las que habéis oído hablar son criaturas bellas y gentiles, pero las ílevas son totalmente diferentes. Cuenta la leyenda que, mucho tiempo atrás, unos cazadores se adentraron en Sarfílimen y mataron a una de ellas para vender su sangre y hacerse ricos, pues un poderoso brujo aseguraba que la sangre de las ílevas tenía poderes curativos. Las hadas solían ser seres pacíficos y respetuosos, pero, tras ver la crueldad con la que daban caza a una de sus hermanas, la venganza las corrompió hasta convertirlas en verdaderos monstruos.

Desde entonces, cada vez que un hombre se atrevía a entrar en su bosque, no volvía a salir de él, como si las raíces de los árboles se lo hubieran tragado. Daba igual que fueran treinta de los mejores guerreros del rey, ninguno lograba huir de allí. Sin embargo, hubo una vez que un hombre pudo escapar con vida. Era un viejo mercader que había seguido la senda del bosque ignorando la existencia de las ílevas. Regresó a duras penas a su aldea, pero ya no era el mismo. Se había vuelto completamente loco. No paraba de contar los horrores que había presenciado en el bosque. Duendes que reían maliciosamente, unicornios con la piel podrida y los huesos asomando por su blanca piel, una niebla inquietante, animales muertos por todas partes... Lo más terrorífico era escuchar sus relatos sobre las ílevas.

Las describía con sumo detalle: cómo su piel estaba cubierta por pétalos de flores, el color verdoso de su pelo, los dos pequeños cuernos que sobresalían de su cabeza, sus ojos dorados y con las pupilas rasgadas. Relató cómo su belleza lo hechizó y lo sedujo, cómo lo arrastró hasta un lago y allí trató de ahogarlo y de devorarlo. También contó el espeluznate detalle de haber encontrado los restos de aquéllos que no habían escapado de las garras de las hadas en el fondo del lago, y de que éstos cobraban vida y tiraban de él para que no escapara.

¿Y qué pasó con ese viejo comerciante? La locura lo consumió tan ferozmente que acabó muriendo dos días después.

Hubo un largo e incómodo silencio en el que todos reflexionaron sobre la historia de Ragnald. De todas las leyendas y canciones que sabía, no se le ocurría ninguna que pudiera superar a la de su vasallo. Jamás en su vida podría haber imaginado un cuento tan truculento. Pero Cassian no se iba a dejar intimidar por una historia para niños. Aunque disfrutara imaginando las fantasías que éstas dibujaban, sabía que en la inmensa mayoría de ellas no se debería confiar por completo en su veracidad. Nadie podía demostrar en ese mismo momento que las ílevas existieran. Cassian se convencía a sí mismo de estas palabras, sin embargo, él era humano, al igual que nosotros, y sabemos que la incertidumbre es algo propio de nuestra debilidad natural.

Finalmente, cansado de aquel ambiente silencioso, decidió intervenir para relajar a sus acompañantes.

-Compañeros, no entiendo cómo podéis ser tan infantiles de tener miedo de una leyenda sin sentido. No estoy afirmando que la historia del viejo no sea cierta pero, sinceramente, ¿no creéis que todas esas descripciones de sucesos terroríficos y las hadas no se debiera a la edad? Seguramente el pobre hombre se quedaría en el bosque y tendría una pesadilla que lo alterara. Lo de que muriera sería por mala salud. El caso es que la gente distorsiona los hechos y construye unas paraonias absurdas, que vosotros os tragáis como ingenuos que sois.

Las cabezas de todos se agachaban hacia el suelo, disimulando la vergüenza de recibir una reprimenda de su señor. Ragnald era el único que no se escondía del duque, porque sabía que era bastante terco e insistente. A raíz de eso, había aprendido a tratar con el carácter de Cassian.

-Mi señor, ¿vos creéis en la existencia de los dragones?

Inmediatamente, todos volvieron a alzar la vista, confusos y sorprendidos por la intervención de Ragnald en plena reprimenda de su señor. Cassian, sin embargo, rio ante otra de las muchas osadías de su vasallo.

-Sé a dónde queréis llegar con esta pregunta, Ragnald, pero, antes de cederte la victoria, está en mi derecho defenderme. Sí creo en la existencia de los dragones, y sabéis que no miento porque ambos los hemos contemplado mil veces. Es más, hemos cazado unos cuantos en las excursiones a las montañas. Ahora vendría cuando me decís: “Si sabéis que los dragones son reales, ¿por qué no podéis pensar que las ílevas son reales?”. Porque, mi querido amigo, yo no niego la existencia de las hadas. Los dragones han sido un peligroso enemigo de nuestras tierras desde tiempos inmemoriales. Han destrozado todo cuanto alcanzaban a su paso, ¿y no los hemos dado muerte todas esas veces? Mi conclusión es que, si hemos podido vencer a fieros y colosales dragones, unas haditas de bosque no deberían asutarnos.

Ragnald quiso replicar, pero decidió que callar era la mejor opción en este caso, ya que malo sería contrariar al duque. Para sorpresa de la comitiva, Cassian relajó la mirada y sonrió.

-Es mejor que nos olvidemos de este tema, pues os aprecio lo suficiente como para no querer acabar enfadados para el día de mi boda. Y, ahora, vamos a buscar un lugar a las afueras de este dichoso bosque para acampar sin tener que aguantar vuestros lloriqueos.


***

Aún tuvieron que avanzar un rato más hasta que se toparon con un refugio entre unas rocas, ideal para descansar. Se instalaron alrededor de una hoguera que habían encendido previamente, prepararon un austero guiso de carne y, tras quedar saciados, se acomodaron para contemplar los millones de estrellas titilando en el firmamento. La noche estaba especialmente agradable y los caballeros se olvidaron de la leyenda y de los temores que les producía. Charlaban animadamente entre ellos, contando divertidas anécdotas del pasado. Cassian se distraía de la conversación y se entretenía observando las llamas crepitando en la hoguera, hasta que Ragnald le sugirió que cantara alguna canción para animar el ambiente. Fue él mismo quien sacó de su equipaje el laúd, su laúd desde que tenía quince años. Había sido un regalo de su maestro. Cassian, el cual no podía estar más contento con la propuesta de Ragnald, agarró cuidadosamente el laúd y, acordándose de las divertidas veladas que pasaba con su maestro en las posadas, aprendiendo de los bardos y admirando su talento, entonó la siguiente canción:

Viene el tiempo del reino,

de la virtud de los héroes,
de la memoria de sus hazañas,
de la sangre y de la gloria,
viene el tiempo de la espada,
de las flores que se cortaron en honor
de las batallas y las victorias.

Es el tiempo del fuego primigenio

en el que se forjó la vida,
en el que nacieron las nubes
y las moradas de nuestros padres,
del fuego que doró los corazones
y el sufrimiento,
del agua y de los cielos.

Es el tiempo de cantar

la altura de los días,
de escribir y de vencer,
de reinar sobre la muerte.

Es el tiempo de soñar y de creer

en las auroras del mundo,
de alzarse sobre las ruinas
y proclamar el coraje y el esfuerzo,
de cabalgar sobre las colinas
y sobre el amanecer de las estrellas,
de la mano del viento y del mar.

Es tiempo para el aire

y la tierra, para la nostalgia
del hogar de nuestros antepasados
que duermen en los ríos y en las cimas,
en los bosques sagrados
y en el murmullo de la hierba.

Es el tiempo de vivir,

de las doradas cosechas y del vino oscuro,
de la lluvia y su canción misteriosa
y melancólica sobre los ojos
de nuestros hijos, es el tiempo de ser,
de convocar y de reír.
Por siempre seremos nosotros,
aquellos de brillante armadura y lanza gloriosa,
jinetes de la luz
envueltos en el manto
del alba y de los sueños.

Cassian hubo terminado de tocar y todos aplaudieron y alabaron el talento que poseía para la música. Ese tipo de halagos eran los que alimentaban el orgullo del duque. Sigueron compartiendo vivencias hasta que solo quedó un puñado de cenizas de la hoguera y el sueño empezó a cerrar sus ojos. Fue fácil dormirse para los caballeros, debido al cansancio acumulado durante todo el día, excepto Cassian, que era incapaz de conciliar el sueño. Daba vueltas y vueltas, cambiando de postura bajo la manta, y no había manera. Achacó su insomnio a la roca sobre la que se había apoyado. Se acordó de la posada en la que habrían descansado si no hubiera insistido en acampar al lado del bosque y se arrepintió de ello.

Mientras buscaba la forma de quedarse dormido, una lejana y misteriosa voz lo sorprendió. Cantaba una débil melodía. Cassian se incorporó para descubrir de dónde procedía aquella canción. Bastó dirigir la mirada a los árboles de Sarfílimen para percatarse de que la melodía procedía de allí. Sintió el fuerte impulso de seguir el sonido y descubrir a su intérprete, pero se acordó de la leyenda de Ragnald y le asaltó la duda. Siempre dicen que la curiosidad no es una buena compañera de la que fiarse, y ninguno de nosotros nos salvamos de dejarnos llevar por ella alguna vez. Por eso, Cassian se olvidó de las advertencias de su vasallo y, escondiendo una daga en su bota por si tenía que defenderse, emprendió el camino dentro del bosque, guiándose por la dulce melodía que tentaba a sus oídos.

Poco a poco, fue atravesando árboles, los cuales eran gratamente verdes y robustos, rebosantes de vida, cuyas ramas se alzaban orgullosas hacia el cielo nocturno. Cassian se iba sintiendo cada vez más atraído por la melodía. Nunca había escuchado una voz tan hermosa. A medida que se iba acercando, la canción parecía moldearse en forma de palabras, pero tenía que llegar hasta el punto justo de donde provenía.

Analizó detalladamente su entorno y, aunque estuviera oscuro y no lograra distinguir su alrededor, no encontró en él nada tenebroso. Algo que no esperaba encontrar era la presencia de unos pequeños y traviesos duendecillos que lo observaban desde las ramas. Aquellas criaturas diminutas no resultaban aterradoras, todo lo contrario, sus minúsculos deditos se encendieron con una tenue luz y ayudaron a Cassian a seguir el camino. Parecían divertirse enseñando su hogar a su invitado. Más adelante, Cassian pasó al lado de una fuente natural, en la que un majestuoso y blanco unicornio bebía agua. Según las leyendas, encontrarse con un unicornio era prácticamente imposible, por lo que se sintió afortunado, y mucho más cuando éste le miró e inclinó su cabeza, como si hiciera una reverencia.

No se detuvo por mucho tiempo y prosiguió con su búsqueda. La canción seguía ejerciendo un impulso sobre él y su paciencia se iba agotando a cada paso que daba. Fue entonces cuando llegó a un claro del bosque, iluminado por los rayos lunares. Allí cesó la canción, no obstante, él no se enteró de ello.Clavó los ojos en el ser que se hallaba ante él. Quedó absolutamente anonadado por la criatura que lo estaba mirando.

Era una mujer, no cabía duda, pero parecía más un espejismo de la luna provocado por la falta de sueño. La superficie de su piel estaba cubierta en su totalidad por perfectos pétalos de flor de diferentes tonos rosados. Su figura desprendía una elegancia dotada de una indescripitible magnificencia y la envolvían unas níveas vestiduras. Su larga melena era de un verde intenso y creaba ondas similares a las olas del mar al ser agitada por el viento. De sus sienes brotaban dos pequeños cuernos similares a los de un ciervo. Sus ojos eran preciosos, como la joya más brillante y valiosa, de un color dorado y sus pupilas estaban ligeramente rasgadas.

Era una íleva. Una hermosa y temible íleva.

Cassian creyó perder la visión ante una criatura tan increíble como aquélla. Sin embargo, él no se daba cuenta de que aquella enigmática mujer iba a resultar su perdición. La fascinación sacudía su cuerpo y su alma. Ninguna de sus canciones podría expresar tanta belleza como la que estaba contemplando en esos instantes. La íleva le dedicó una sonrisa que hizo que a Cassian le temblaran las piernas. Ésta se sentó sobre una roca y Cassian se acercó torpemente a ella, para luego arrodillarse a su lado. Cassian descubrió a la dueña de la voz que había estado siguiendo, y no porque uniera las piezas del rompecabezas, sino porque la propia íleva empezó a cantar la misma canción, con la misma voz que lo había hechizado:

El hada sueña una canción

de luciérnagas, con el dulce
néctar de los días asombrosos,
canta y sueña
con las raíces de la tierra,
con la sombra benigna
de los árboles de un bosque
imaginado.

Canta el hada y se visten

los cielos de mariposas
que alumbran estrellas,
y vibran las flores de amor profundo.

El hada canta y sueña

con el viento de la nieve y de los espíritus,
con el suspiro y la espera,
con la luz no nombrada
de las auroras y la lluvia
que habitaen el respirar de los pájaros.

Canta y sueña el hada...

Las últimas notas de la melodía se ahogaron en el aire y Cassian deseó deleitarse con su voz durante horas. La íleva se aproximó al rostro del duque, dejando una mínima distancia entre ellos, y sintió su respiración chocarse con la suya. Se había perdido en lo más hondo de sus irises y éstos lo habían atrapado. Un fuerte deseo se apoderó de él, consumiendo hasta el último ápice de voluntad y sensatez que conservaba. Cerró los ojos, esperando que la íleva se decidiera a malherir su corazón con sus perfectos labios... Pero nunca llegó el beso que esperaba de ella. Disgustado, abrió los ojos de golpe y se fijó en que el hada había desaparecido. Lo invadió una profunda desesperación y volvió a adentrarse en los árboles, embriagado por el hechizo de la íleva.

Le enloquecía ver su figura esfumarse entre los árboles y no poder atraparla. El eco de su dulce risa navegaba por la maleza y llegaba a los oídos de Cassian, provocando que se estremeciera. ¿Creíais que el hada era lo único extraño que Cassian presenció en Sarfílimen? No, no; los horrores fueron en aumento. Los duendecillos que habían salido a recibirlo e iluminaron su camino regresaron para ayudarlo, aunque esta vez inundaron el bosque con un coro de risas inquietantes. El joven duque, a pesar de ser consciente del espanto de sus risas, no conseguía reaccionar y seguía corriendo en persecución de la íleva.

Una pesada niebla nubló su campo de visión, dificultando su objetivo. Pasó al lado de una fuente similar a que había visto junto al unicornio y, de hecho, ahí estabá él, con su porte solemne, pero bastante cambiado. Tenía la mayor parte de la piel podrida, como si su carne estuviera muerta, y sus costillas ensangrentadas sobresalían por encima de su pelaje blanco. El unicornio miró fijamente a Cassian y se horrorizaba sobremanera, aunque el hechizo lo empujaba a seguir adelante. Mientras corría tropezó con algo y, al girarse a ver qué era, se encontró con un ciervo muerto al que un cuervo devoraba las tripas. También vislumbró entre las sombras de los árboles una gran diversidad de animales, todos yaciendo sobre raíces. Al igual que en la leyenda, Cassian estaba cayendo en las redes de la íleva.

Su carrera lo condujo a un precioso lago de aguas cristalinas en el que la niebla se disipaba. Sus ojos se encontraron con los de la íleva, la cual se hallaba aguardándolo en la orilla con todo su esplendor en pleno auge. Ella le tendió su fina mano y él se apresuró a tomarla. Entonces, la íleva entró en las aguas y Cassian se dejó arrastrar. Fueron sumergiéndose lentamente, mientras Cassian era calcinado por el fuego del ilusorio amor que lo estaba envenenando. Sus manos acabaron por hundirlo en el agua. Cassian no se percataba de que, poco a poco, iban ahondando en las profundidades del lago. Ni siquiera notaba la falta de oxígeno. Los ojos de la íleva arraigaban en su corazón y la sangre ebullía en sus venas. El tacto de su maravillosa piel lo deleitaba como podía hacerlo la más bella poesía recitada de sus labios. Lo destrozaba, lo mutilaba y luego lo devolvía a la vida.

La íleva envolvió su cuello con los brazos y fue acercándose lentamente a los labios de Cassian, y él se sentía a las puertas de un paraíso. Los labios de ella rozaron los suyos, incitando a Cassian a que diera el paso, pero él se detuvo al oír unos gritos familiares llamándolo desde la lejanía. “¡Cassian, Cassian!”. No cesaban de clamar desesperadamente. Cassian despertó del hechizo y reconoció la voz que lo llamaba. “¡Cassian, Cassian!”

Era Peonía. Su amada Peonía, rescatándola de las fauces de la bestia.

Como si le hubieran devuelto a la realidad de una bofetada, Cassian fue consciente de la pesadilla en la que se había metido. Contempló el rostro de la íleva y vio cómo los pétalos que lo tapaban se desprendían y revelaban unas facciones podridas, igual que la piel del unicornio, y monstruosamente deformadas. La íleva procedió a devorarlo y hundió sus afilados dientes en el hombro de Cassian. Un intenso dolor hizo que reaccionara y se zafara de ella. Justo cuando se disponía a subir a la superficie, algo lo aferró por el cinturón de su túnica. Vio que se trataba de un esqueleto que lo estaba reteniedo. Vio, además, miles de huesos reposando en el fondo del lago. Se desató el cinturón y consiguió deshacerse del esqueleto.

La íleva volvió a atraparlo, pero él de acordó de la daga que llevaba en la bota. En un ágil movimiento, Cassian lo sacó de la bota y se lo clavó a la íleva en el pecho. Cayó muerta al fondo del lago, junto a los restos de los hombres que habían matado. Subió rápidamente y sintió aliviado las primeras bocanadas de aire. Se apresuró en salir del lago, lo que fue costoso por la dolorosa herida que tenía en el hombro. Buscó a Peonía por todos lados, sin éxito de encontrarla. Lo que sí vio fue cómo un grupo de ílevas se abalanzaban sobre él. Cassian consiguió esquivarlas y echó a correr, escapando de la muerte que le pisaba los talones.

Las ílevas gritaban furiosas y desgarraban los oídos de Cassian, que no pensaba en nada más que huir de Sarfílimen. Milagrosamente, logró despistar a las ílevas y continuó su carrera hasta las afueras del bosque, donde Ragnald y sus hombres seguían dormidos. Imaginaros el susto que se llevaron cuando vieron al duque herido y asustado.

¿Qué pasó después? Cassian se desmayó y la comitiva tuvo que llevarlo a una aldea cercana para que lo curaran. Llegaron a Torresoledad con un día de retraso y Cassian estuvo inconsciente hasta otro día después. Pobre de él cuando despertó de su inconsciencia... Perdió el juicio por completo y no hacía más que relatar los extraños sucesos que había vivido. Ragnald se quedó espantado al comprender que la leyenda del bosque era tal y como la había contado.

Cancelaron la boda hasta que el duque mejorara, pero todos sabían que Cassian nunca se recuperaría. La desgracia vino cuando Peonía fue a visitarlo. En pleno ataque de locura, Cassian se abalanzó sobre Peonía y la estranguló con sus propias manos hasta que la vida desapareció de sus ojos. Nada se pudo hacer por salvar a Peonía ni por detener a Cassian. En un instante de lucidez y percatándose que había asesinado a su prometida, se arrojó por el balcón de sus aposentos, abandonándose a los brazos del viento que poco pudieron hacer para retenerlo, y aquella mente prodigiosa que tantos poemas y canciones había memorizado quedó aplastada contra el duro suelo.

La ruina del duque Cassian de Rosaespinas se expandió por todos los rincones del reino. No había un solo habitante en el reino que no supiera de la leyenda de las ílevas de Sarfílimen y el trágico final de los jóvenes prometidos. Nadie más se atrevió a acercarse al bosque y el temor a las hadas superó al que habían experimentado antaño por los dragones. Se inventaron historias sobre las monstruosas ílevas que, con el paso de los años, acabaron quedando en el olvido. Sin embargo, considero necesario que conozcáis la leyenda, aunque solo sea por mantener aún vivas estas historias que nos inquietan y nos fascinan a lo largo del tiempo. Si hubiera que resumir este relato en una sola frase, vendrían las palabras de Ragnald a mi boca.


Nunca se debe molestar a las hadas”.

Elvira Alda Peñafiel
Fernando Alda Sánchez




lunes, 22 de julio de 2019

Aquí yace...

Han muerto los héroes y es ceniza su laurel,

que batir suave de álamos
arrastra en las colinas de plata:
solo arcos de triunfo en ruina
recuerdan legiones, a infantes de ojos
abrasados por la pólvora, hijos del abandono,
soldados desconocidos.
Aquí yace su memoria: lapidarios
de mármol, anónimo incienso,
una llama,
una inscripción tristísima entre la niebla.


Fernando Alda Sánchez





"Ángel fieramente humano"

"Ángel fieramente humano", de Blas de Otero (Bilbao, 1916 - Majadahonda, Madrid, 1976). Blas de Otero es uno de los integrantes de la Generación del 50, dentro del movimiento de la Poesía Social, aunque su obra ha transcurrido por diversas etapas. Se inició en los años 40, con una poesía de temática religiosa, con influencias de San Juan de la Cruz, para proseguir con poemas que entran dentro de una poética de carácter existencial e intimista. A esta segunda etapa corresponde el libro que hoy traigo al blog, como es "Ángel fieramente humano", publicado en 1950. A dicha etapa pertenece también su poemario "Redoble de conciencia", de 1951, y "Ancía", que recoge, en este caso, poemas correspondientes al año 1944.

En estos libros el poeta quiere dirigirse a lo que él denomina la inmensa mayoría, como contrapartida a los versos de Juan Ramón Jiménez en los que dice, y Otero cita en el inicio de su libro, que "Yo no soy un poeta de mayorías; pero se que, indefectiblemente, tengo que ir a ellas". Blas de Otero buscará en su poesía una salvación histórica ante la angustia el ser humano contemporáneo. A partir de 1955 el poeta bilbaíno entra ya en su tercera etapa, la de la Poesía Social, con, por ejemplo, "Pido la paz y la palabra".

El poema "El claustro de la sombras"  es un buen ejemplo de lo que nos cuenta en "Ángel fieramente humano":

"En este momento, tengo treinta y tres años encima de la
     mesa del despacho
y un pequeño residuo de meses sobre el cenicero de plata.
He preguntado a mis hermanas si saben quién es este
      hombre
que viene, entre mi hombro y mi hombro, adonde yo vengo,
y vuelve
el rostro si yo lo torno...

Siento frío, y no se que ponerme por dentro
de la muerte, qué trozo de tierra es el mío,
qué noche es la noche de echarme a morir".


Blas de Otero, como le ocurría a Santa Teresa y a Antonio Machado, escribe como habla, desnudando el alma, aunque cuando escribe sonetos no renuncia a la perfección formal. Y son sonetos muy hermosos.

Leí este ángel de Blas de Otero en la tercera edición que publicó la Editorial Losada, Buenos Aires, 1977. En la misma se incluye también "Redoble de conciencia". Os dejo la portada de esta edición.



Fernando Alda Sánchez



sábado, 20 de julio de 2019

¿Se extinguió Venecia?


Arde la luna en el canal

donde góndolas o labios
pútridos fenecen: se descompone
Venecia y los leones alados
miran bajo el agua el llanto triste
de poetas que se inclinan al arsénico.
Flébiles princesas y pálidos
muchachos se desvanecen
sobre triclinios rasgadas sus venas
de las que fluye perlado néctar
o noble nácar. Una podredumbre
de gemas que rutilan en los acuosos
sepulcros, máscaras
o tritones entre limos,
San Marcos se hunde
y sobre sus cúpulas un ángel
de sangre desentraña signos.
Bailan la noche los muertos en los últimos
puentes; fulgen gritos o antorchas
en las lenguas de los que huyen
y caerán comidos de insectos
en las terribles lagunas.



Fernando Alda Sánchez



"El tablero de la oca"

"El tablero de la oca, juego, figuración, símbolo", de María José Martínez Vázquez de Parga (Béjar, años sesenta), es un libro sorprendente, bellísimo, para ir descubriendo a medida que vamos jugando en la vida y en el arte. El viaje-juego arranca en el antiguo Egipto, con los primeros tableros de la oca, recorriendo la historia de la humanidad gracias a la metáfora en espiral del propio tablero y a las reglas de este juego tan popular, pero al mismo tiempo tan desconocido en su simbología y en los saberes ocultos que encierra en sus entrañas.

Y digo que el libro es bellísimo no sólo porque está muy bien escrito,y por supuesto documentado, sino porque cuenta con más de 500 ilustraciones a todo color que hacen del mismo una obra extraordinaria, bajo la edición de 451 Editores, que han realizado una labor excelente, de bibliofilo. Se trata de una verdadera joya que merece la pena, por todo cuanto he dicho, tener en nuestras bibliotecas.

De la casilla 1 a la casilla 63, en todo un viaje iniciático, María José Martínez Vázquez de Parga, desentraña todos los misterios de la oca, el pozo, la cárcel, el laberinto, el jardín de las ocas... Así, la propia autora indica en el prólogo del libro que "es fácil asignar un valor simbólico al tablero. Las casillas marcadas representan ciertas constantes de la existencia humana, lo que ha hecho que la oca se considere una metáfora visual del transcurso de la vida. Hay incluso quienes otorgan al tablero un significado iniciático, En todo caso, este juego es una excelente fuente de imágenes iconográficas, algunas de las cuáles merecen ser destacadas por su contenido simbólico. Al ser la oca un juego muy difundido en Europa durante cuatro siglos, existen y han existido infinidad de ejemplares, renovados y multiplicados en estilos y técnicas, que se adquirían hasta en los lugares más recónditos".

El libro, al igual que ocurre con la novela "Rayuela", de Julio Cortázar, tiene diversas formas de ser leído. Como se trata de un juego de azar, la autora propone que "los lectores de mente lúdica que opten por abordar el presente trabajo con ayuda de unos dados establezcan el recorrido según las reglas del juego. No obstante, les sugiero que, al detenerse en cualquier casilla, lean el fragmento de discurso correspondiente al capítulo que la incluye, delimitado por las dos casillas marcadas, y después vuelvan a tirar". Toda una forma diferente de leer un libro, este libro. Una aventura.

Os dejo la portada. Como he dicho, es de 451 editores, Madrid, 2008



Fernando Alda Sánchez

viernes, 19 de julio de 2019

Epitafio maldito

Sus huesos jamás florecerán en el deseo,

ni un árbol dará apacible
sombra o la luna dormirá
a su costado: todos saben
quien aquí yace, pues la tierra
alumbra el color del veneno.
No preguntes, viajero, o no habrá
vino en tus labios ni lecho
para tu fatiga. Adivina en el rastro
de las lágrimas y en el temple de la voz:
algo develarás, pero no su nombre.


Fernando Alda Sánchez



"Las armas y las letras"

"Las armas y las letras, Literatura y Guerra Civil (1936-1939)", de Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) recoge sin apasionamiento ideológico, con verdadero rigor, semblanzas  de escritores de los dos bandos de la Guerra Civil española, en un auténtico ejercicio de erudición y de amenidad. Considero que se trata de una obra imprescindible para conocer, sin encender inútiles hogueras históricas o literarias, un momento trágico de España y de los españoles.

En el prólogo de la última edición Trapiello afirma que "a lo largo de estos quince años se le han ido añadiendo a este libro algunos datos y corrigiendo otros, pero nunca hasta ahora la revisión del conjunto había sido tan minuciosa ni los documentos inéditos y testimonios aportados tan significativos, En cuanto a la melancolía que produce saber que esta obra no podrá terminarse nunca del todo, queda mitigada en parte al constatar que la visión que tenía uno sobre el asunto, hace tres lustros, sigue siendo la misma".

Encontramos una visión diferente, en muchos casos, de la que teníamos sobre determinados escritores, a los que la Guerra Civil arrancó ángeles y demonios que llevaban dentro. El autor nos propone un viaje sobre aquellos tres terribles años a través de la literatura y de los que hacían la literatura, con ojos nuevos, desbrozando mitos y lugares comunes y poniendo a muchos de los protagonistas que aparecen en esta obra en el lugar que quizá les corresponde.

Considero que se trata de libro de obligada lectura para ver sin hojarasca ideológica el verdadero perfil de muchos de nuestros más grandes escritores contemporáneos.

La nueva edición, de Destino, en la Colección Imago Mundi, Barcelona, de 2010, no solo resulta valiosa por su contenido, sino por la edición en sí misma, que cuenta con profusión de ilustraciones. Es un verdadero tesoro bibliográfico que engrandece, por supuesto, una biblioteca y las lecturas y la forma de leer de aquellos que la poseen. Os dejo la portada




Fernando Alda Sánchez



jueves, 18 de julio de 2019

Recuerdo de tristeza

Con un tirso inflige al agua

undoso perfil, e indolente la memoria
abre la mirada; fluye un río
bajo alisos que desgrana lágrimas
o nardos en sus mejillas,
mientras la melena abandonada
oculta su pesar: pavesa de silencio
abrasa sus labios, sellados
con el último verso, y así contempla
el pasado en la tristeza. No retornará
el tiempo del alma enardecido,
clamor de las voces al erguirse la vida:
cayó flagelada la esperanza.


Fernando Alda Sánchez



"Parábolas y circunloquios"

El título completo del líbro es "Parábolas y circunloquios de Rabí Isaac Ben Yehuda (1325-1402)", de José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930) Es un libro que me atrevo a calificar de sorprendente e inclasificable, que tuvo una larga gestación, según reconoce su autor. Jiménez Lozano fue pensando los distintos capítulos que, pese a tener una continuidad en el hilo narrativo, gozan de autonomía, y dejó dormir la obra algún tiempo antes de su publicación.

Se trata de un libro que nos asoma a abismos o profundidades del alma, de la relación del hombre con Dios, a través de la vida y de los ojos de Rabí Isaac Ben Yehuda, un judío de la Edad Media que ha nacido en Portugal. Estos circunloquios están narrados con una ardiente belleza, prosa poética, si cabe, de raíces apretadas. El personaje está inspirado en la tradición hassídica judía, es decir, una corriente mistica de esta religión, judíos que se extendieron por Polonia y Rusia , en cuanto a los planteamientos existenciales y religiosos. El maravillosismo y la imaginación portentosa de la corriente hassídica no se corresponden con un judío de la península ibérica, puesto que se trata de una recreación, no de una reconstrucción histórica, pero nos transportan hacia lugares espirituales de auténtica unión mística con Dios.

El Rabí Isaac recrea, como ocurre con los judíos hassídicos, la Biblia a su entender, sin ortodoxia, pero descendiendo a los lugares del ser humano en los que en ocasiones es necesario arrojar alguna luz. Y estos planteamientos nos abrasan el alma, si realmente buscamos a Dios, incluso desde nuestros planteamientos de un mundo en el que ya no importa.

Para conocer más sobre José Jiménez Lozano y su obra me remito a mi libro "La salamandra en el fondo del pozo", Colección Telar de Yepes, Institución Gran Duque de Alba, Diputación Provincial de Ávila, Ávila, 1988.

Sobre "Parábolas y cincunloquios" guardo una anécdota deliciosa. Recomendé a una amiga la lectura de este libro. Fue a buscarlo a una librería. Enunció el título completo, y el librero le dijo que de Rabí Isaac Ben Yehuda no tenían nada. Es el juego de la literatura, que dejo en manos del lector, que se verá profunda y gratamente sorprendido.

Por supuesto, tengo la primera edición del libro, de la editorial Anthropos, con dedicatoria manuscita del autor, Barcelona, 1985. Os dejo la portada de una nueva edición de la misma editorial, que reproduce un cuadro de Marc Chagall, pues este pintor pertenece a la tradición hassídica.




Fernando Alda Sánchez


miércoles, 17 de julio de 2019

Ha regresado...

Regresa con la luz de los gallos,

las tapias aún adivinadas
en la memoria: este mismo barro
que pisara una vez.
Dentro duermen todos, ahora el sueño,
y el pozo donde se perdieron
estrellas; todavía no entrará,
el humo habrá de levantarse en señal
de vida, luego el abrazo.


Fernando Alda Sánchez




"Auto de fe"

Hoy os dejo un libro desbordante, alucinante, kafkiano, lleno de simbolismo y de imaginación. Se trata de "Auto de fe", de Elias Canetti (Ruse, Bulgaria, 1905 - Zurich, Suiza, 1994). Aunque Canetti nació en Bulgaria escribió en alemán, obteniendo el Premio Nobel en 1981. "Auto de fe" es su única novela. Entre sus ensayos destacan "Masa y poder" y "La lengua absuelta".

Esta novela se publicó en 1935, siendo rechazada por el régimen nazi, volviendo a publicarse en la década de los sesenta, alcanzando un éxito importante. Se trata de una novela expresionista, siguiendo la corriente de los años 30 en Alemania, que está enormemente influenciada sobre todo por Kafka y en menor medida por los escritores rusos del siglo XIX.

Ambientada en Viena, su protagonista en Peter Kien, un sinólogo considerado una autoridad mundial en la materia. Kien es un misántropo que huye del mundo y vive rodeado de una impresionante biblioteca con 25.000 volúmenes en su casa. Su tranquilidad se verá pronto alterada por diversas circunstancias, abandonando su refugio, su hogar, y descendiendo a los infiernos de la sociedad y a sus oscuridades. El final del libro resulta apocalíptico.

Canetti nos ofrece una escritura lúcida, sarcástica en ocasiones, llena de sentido, que nos hace pensar a cada momento.

He encontrado en mi biblioteca la edición de bolsillo de Plaza y Janés, en el Ave Fénix, Barcelona, 1982,, con traducción de Juan José del Solar, en la que leí esta novela.

Os dejo, no obstante, la portada de la editorial "Debolsillo", dentro de sus Obras Completas.




Fernando Alda Sánchez

martes, 16 de julio de 2019

Ávila soñada

Colinas de melancolía nublan

el paisaje y sueñas en la tristeza
un vuelo de pájaros,
como lágrimas de sutil destreza
que desde las lejanas torres doblan,
tal solitarios faros.
Arde en ti la historia
de una ciudad no olvidada, victoria
será en la muerte final,
tu despertar o incluso la memoria
de estar vivo y amar música celestial
que los nocturnos recuerdos devora
en la desesperación.
Fuera solo el fuego
lo que la dulce pasión
desatada reclama en esta hora,
no es amor, y mueres en el juego
por querer amar la luz
que en el atardecer sus torres dora,
Ávila, desde la cruz
de los caminos, cielo y sol pronuncian
tu deseado nombre, en el que mora
el mal que en ti asoma,
tal veneno libado de redoma,
que no cesa de herir
la nostalgia, el regreso,
las aromáticas flores que anuncian
el abandono al partir,
este sutil suceso.


Fernando Alda Sánchez

"Automoribundia"

"Automoribundia" es la autobiografía de Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888 - Buenos Aires, 1963),  con su estilo característico rompiendo todos los moldes y todas las convenciones. Se trata, sin duda, de sus memorias, de su vida, entre los años 1888 y 1948.

"Ramón", como así le gustaba que le llamasen, fue quizás el más vanguardista de nuestros escritores. Perteneciente a la generación de 1914 o "novecentismo", quizá poco se parece a ella. Escribió un centenar de libros, además de un sin fin de artículos como periodista, aunque es más conocido por sus "greguerías", en sus diferentes formas, que son textos breves a mitad de camino entre los aforismos y las metáforas, si es que realmente puede definírselas con precisión, que tienen contenidos varios. Son puro ingenio literario.

Famosa fue la tertulia del escritor, en el madrileño Café de Pombo, inmortalizada en el cuadro "expresionista" de su amigo José Gutierrez Solana. En el cuadro, unos teertulianos circunspectos, retratados con el característico estilo "tremendista" de Solana. Su vida y su obra  formaron una simbiosis perfecta en las que resulta difícil discernir entre el personaje y la persona, entre el escritor y el ser humano.

Resulta deliciosa la lectura de "Automoribundia", no solo por la perfección de estilo de un prosista magistral, sino por la trayectoria vital que encierran las páginas, ilustradas con dibujos realizados por el propio "Ramón" y por las fotografías que abren ventanas a la existencia y a la literatura. Por el libro pasan todos los personajes de su época, siempre vistos desde el prisma del autor. Es memorable. El título ya de por sí nos anuncia lo que nos espera. Es Gómez de la Serna en estado puro, con una prosa afilada que nos adentra en su propia vida, desde el momento de su nacimiento hasta casi los años de su final como escritor. Un gozo para leer.

Tengo en casa una edición del libro realizada por Marenostrum, en tapa dura, Madrid, 2008, con los dibujos del autor y fotos, que me parece genial. Ha estado a cargo de Celia Fernández Prieto. Os la recomiendo. Os dejo, por ello, su portada.




Fernando Alda Sánchez





lunes, 15 de julio de 2019

El sueño

Arde la ciudad de las estatuas,

la gran cúpula se ha hundido,
y el Arno está cegado de arenas:
lame el fuego los palacios
de la postrada república, y entre los plintos
desencajados pueden verse los ojos del Perseo
velados de amargura.
Y tú, sobresaltado, en la noche
ahora despiertas: no fue sino sueño
y un crepitar de maderos caldea la estancia.


Fernando Alda Sánchez


"Teresa de Ávila"

Kate O`Brien (Limerick, Irlanda, 1897 - Canterbury, Reino Unido, 1974) es una de las escritoras irlandesas más importantes del siglo XX. Fue una enamorada de España. Pasó en nuestro país largas temporadas, entre ellas, en Ávila. De su estancia en la misma es fruto el libro que hoy traigo al blog, "Teresa de Ávila". En la ciudad amurallada aún pueden seguirse sus pasos por la misma, especialmente en los lugares en los que habitó.

Hay quien dice que los libros nos eligen a nosotros, que nos llaman desde los anaqueles en los que se encuentran en las librerías o en las bibliotecas. Este ha sido hoy el caso. No hace mucho publiqué en este espacio de encuentro una reseña sobre la novela de la santa abulense escrita por Jesús Sánchez Adalid. Hoy no me resisto a hacer lo propio con este librito de Kate O´Brien, porque en el mismo se conjugan dos mujeres muy interesantes para la literatura y para el pensamiento universal. Además, no puedo resistirme a escribir, de nuevo, sobre mi paisana, Santa Teresa.

Kate dice que "escribe sobre Teresa de Ávila por propia elección, que es apasionada, arbitraria y personal. Nadie tiene por qué estar de acuerdo con nada de lo que diga; pero tampoco debe sentirse herido por ello. Soy libre de escribir libremente sobre una gran mujer. Pero no me propongo escribir acerca de la santa canonizada. Lo que pretendo es examinar a Teresa no mediante las reglas de la canonización sino por lo que -santa o no- fue ella misma: una mujer genial".

El ensayo fue publicado originalmente en el año 1951. No es una biografía al uso, sino que se trata más bien de un retrato íntimo y personal que la escritora de Limerick lleva a cabo con delicadeza y lucidez. Como O´Brien dice en el prólogo del libro "el presente ensayo constituye un retrato o, más bien, unas notas para un retrato; es una apología no de Teresa sino de la constante admiración que esta escritora ha sentido hacia ella". La prosa brillante de la irlandesa nos atrae desde el primer momento.

En este sentido afirma que "Teresa, que pudo ser, conforme a su impulso, un genio literario, fue en realidad una mujer genial cuyos intereses no eran literarios y que empleó las palabras, que no cabe duda de que fueron sus dóciles esclavas, solo con intenciones que nada tenían que ver con la literatura, sino únicamente con Dios".

El libro que leí y que conservo es de Vaso Roto Ediciones, de 2014, Madrid, con traducción de Antonio Rivero Taravillo. La edición es preciosa y fascinante es descubrir a Teresa a través de la pluma de Kate. Por supuesto os dejo la portada de esta edición.




Fernando Alda Sánchez


domingo, 14 de julio de 2019

Delf

Sobre el río el cielo gris, y la silenciosa

Delf al fondo, y hoy la contemplas
en el sueño, perfiles velados, el morir
pausado del agua mansa: memoria
dejó el pintor y es nostalgia de lugar
no visitado; melancolía el reflejo
que recuerda tu llorar último.
Si tu vida acabara allí, en aquellas orillas
tranquilas, bajo la hierba
húmeda y flores de rocío,
sin encontraras la paz; mas no hallarás
nunca aquel paisaje, pues del olvido
no se regresa y tú ya cruzaste su umbral.


Fernando Alda Sánchez









"El mundo de Sofía"

"El mundo de Sofía", de Jostein Gaarder (Oslo, 1952) es la novela sobre la historia de la Filosofía, un libro fascinante que nos ayuda a comprender mejor el pensamiento filosófico y su devenir a lo largo de los siglos, desde los presocráticos a la actualidad.

Aunque pudiera parecer que se trata de una obra de divulgación, el libro no carece de rigor científico y está escrito con un lenguaje actual que hace comprensibles las más enrevesadas teorías filosóficas. Lo leí con pasión y se lo recomiendo a muchas personas, incluidos mis propios hijos, que han encontrado en esta "novela" el sustrato necesario para entender el pensamiento de la humanidad, en definitiva, las respuestas que a través de él se dan a las preguntas esenciales que todos nos planteamos en algún momento de nuestras vidas.

Gaarder ha realizado un esfuerzo de síntesis y de erudición asombroso a la hora de condensar en "El mundo de Sofía" ese pensamiento, enfrentándose a la difícil tarea de hacer comprensible para el común de los mortales algunas de las teorías filosóficas que a priori resultan más difíciles.

En un mundo en el que estamos llamados preferentemente a consumir, es necesario que sigamos abiertos a pensar, a conocernos mejor, a buscar la trascendencia que nos caracteriza como seres humanos, para no quedar huérfanos frente a la vorágine de sociedades sin pensamiento, sin materia gris, sin músculo afectivo.

Tengo en la biblioteca de casa la edición de Siruela, que hacía en su momento la 25, revisada, de febrero de 1997. El libro fue un fenómeno editorial y creo que no ha perdido vigencia en nuestros días. Por eso lo recomiendo encarecidamente. Ya es un clásico. Tenemos que ser capaces de volver a pensar, si queremos seguir siendo libres.

Os dejo la portada de una nueva edición del libro a cargo de Siruela, portada que varía en su diseño con respecto a la que yo tengo.




Fernando Alda Sánchez





sábado, 13 de julio de 2019

El asalto

Si sueña lluvia en sus ojos,

o fulgir de soles, o ser libre o caballo
desmelenado, si sueña amor
o río profundo, consumido en la trinchera:
solo lágrimas quedan de esos hombres
habitados de muerte: recordar
lo que fueron, tardes
rendidos en brazos de la amada
bajo sombra de nogal, ardidos
racimos de vendimia, acaso geranios en el balcón
de la blanca casa o la nieve en los cielos.
Hoy será suya la tierra, derribados
cuando el sable flamígero ordene el asalto.



Fernando Alda Sánchez



"Balada del viejo marinero"

Samuel Taylor Coleridge (1772 - 1834, Londres) es uno de los fundadores, junto al también poeta Wordsword, del movimiento romántico inglés que tantas y tan importantes poetas convocó en su momento. Traigo al blog en este tormentoso sábado de julio su "Balada del viejo marinero", uno de sus poemas más conocidos (el otro quizá sea Kublai Khan).

Su vida estuvo llena de sobresaltos, igual que su obra, que en ocasiones resulta fragmentaria (no así como la Balada, que es un largo poema en siete partes y que es uno de los más hermosos poemas del romanticismo británico).

Colerige, como buen romántico, fue un soñador. Resultó decisivo su encuentro con Wordsword, en cuya poesía influyó sobremanera. Sus versos son impulsivos, como su vida, y están llenos de una belleza excepcional. Para gustar de su altura lo mejor es leerle.

Os dejo unos versos de "El ruiseñor", poema-conversación escrito en abril de 1798:

"Ni nube ni reliquia del día hundido
distingue al oeste, ni larga y fina cinta
de luz sombría, ni oscuros matices temblorosos.
¡Ven, descansaremos en este viejo puente musgoso!
Ves el resplandor de la corriente debajo,
pero no oyes ni murmullo; fluye callada,
sobre un suave lecho de verdor. Todo está quieto,
noche embalsamada, y aunque pálidas estén las estrellas,
sin embargo, pensemos en las lloviznas primaverales,
que alegran la verde tierra, y encontraremos
un placer en la palidez de las estrellas".

En inglés es pura música.

Conservo en mi biblioteca una edición de Visor, Madrid, 1982, de la "Balada del viejo marinero" y otros poemas. Hay reediciones del libro en cuestión por parte de Visor. Os dejo la portada de la última que he encontrado, que varía ligeramente con respecto a la que conservo.



Fernando Alda Sánchez


viernes, 12 de julio de 2019

El ermitaño

  1. Buscó los ojos de Dios en la luz


ese hombre, en la Nada el incendio
de su voz y en las claras
alamedas de Castilla el silencio.
No importa el pasado si se tienen los cielos
abiertos sobre los trigos, y en los alcores
anidan las nubes que traen nuevas
lluvias o se pone el sol sin agonía.
Sabe de civilizaciones, de cárceles
de oro y yugos brillantes que uncen
cuellos fulgentes de gloria,
sabe de las heces del placer inútil,
de abandonarse a la desidia
y a la seda en frondosos jardines.
Mudó el lujo por la áspera
piel del lagarto, la plata por limosna,
y si vida interior disipa como pábilo
la noche, estrellas
proclaman el clarear del alba:
ya no importa morir,
ese día será de triunfo.


Fernando Alda Sánchez




"El Aleph"

De las tres tramas que encontramos en el cuento "El Aleph", de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 - Ginebra, 1986), personalmente la que más me gusta es la que da título al cuento, y al libro de relatos que le acompañan, es decir, al "punto que contiene todos los puntos del universo", y que tanto nos ha hecho pensar a todos. Al final, todas confluyen, dada la estructura de la narración que el autor resuelve con evidente acierto.

Borges es un maestro de todo lo imaginario e imaginable, que caben en su obra, en la que subyace el arte de pensar, de enfrentarse al universo, y de asombrarse ante el mundo.

"El Aleph" está de plena actualidad, ahora que vivimos en la "aldea global", en la que estamos conectados por la red de redes, internet, por la que se difunde la totalidad de la acción del ser humano en nuestro planeta, lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor, lo que tiene calidad y lo prescindible, una red en la que caben todas, quizá también no se si todos los puntos del universo, pero si millones de ellos, como acertadamente explica el profesor Antonio Rodríguez de las Heras en un curso que hice con él on line sobre la cultura digital.

No os canso más. El relato y el resto de cuentos, como todos los de Jorge Luis Borges, merecen la pena siempre. Su relectura, o su lectura, como digo con frecuencia, pueden resultar atractivas en tiempo de ocio, de vacaciones, pues quizá tenemos más tiempo para pensar, y eso es lo que nos propone este magistral escritor argentino.

Leí "El Aleph" en una edición de Alianza Editorial que ahora no encuentro en mi biblioteca (es un desastre de organización), por la urgencia de la escritura, hace ya muchos años. No obstante, he encontrado una edición para el diario "El Mundo" del año 1999, Madrid, que también conservo. Hay otras muchas ediciones que resultan fáciles de encontrar. Os dejo la portada de la correspondiente a "Debolsillo".



Fernando Alda Sánchez


jueves, 11 de julio de 2019

San Juan de la Cruz

Ardes de amor divino avivado

por leves ventalles,
y el alma desde su morada,
desea al Amado: nocturno
viaje del que sabe dónde hallar
consuelo.
Es la subida vereda o fuente
por medio de purísimas
ascuas o cántico
que enhebra el vuelo libre
de la alondra. Encendida
la visión de amor más alto,
libas cáliz en llamas y vinos
sagrados, y es el firmamento
espejo sonoro de tus ansias.
Transido de paz, sereno
abandonas los moldes carnales,
y alcanzas la comunión fecunda,
el último y solitario umbral.


Fernando Alda Sánchez




"Campos de Castilla"

"Campos de Castilla", Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Colliure, 1939). Considero que éste es el mejor libro de poemas de Antonio Machado, por la belleza de sus versos y por las profundidades del alma del poeta que nos muestra en dos espacios y momentos distintos, Castilla y Andalucía.

En el libro está Soria, Castilla, pero también la ausencia de ambas, cuando tras la muerte de Leonor en 1912 Machado se traslada a Baeza, roto por la angustia que le produce la pérdida de su gran amor. Son dos escenarios, dos tiempos, dos ambientes, dos formas de escribir, aunque con un mismo denominador común.

El alma de Castilla, la variedad tonal de sus paisajes, la intensidad de la vida que desgarra el alma del poeta, el silencio, la soledad, lejos de las modas simbolistas y de las vanguardias europeas y de sus planteamientos estéticos, que hacen de Antonio Machado uno de los más grandes poetas en español del siglo XX.

En este libro es la Castilla eterna, pero también la mirada íntima del poeta, que va develando contornos, lugares, personas, que se convierte en el lugar habitado por el que escribe y siente. Y es su propia tierra, la Andalucía llena de luz y de añoranzas.

Castilla es el olmo viejo y seco del poema (quizá también el propio poeta):

"Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido".

Antonio Machado, siempre Antonio Machado.

Releí "Campos de Castilla" en el año 1999, en una edición realizada para el diario El Mundo, con motivo de su décimo aniversario. De Antonio Machado tengo una edición de sus Poesías Completas de Espasa Calpe.

Hay muchas y muy buenas ediciones del libro. Traigo al blog, para ilustrar esta entrada, la de la Editorial Cátedra, a cargo de Geoffrey Ribans.



Fernando Alda Sánchez


miércoles, 10 de julio de 2019

Tríptico sobre el fuego




1


Has abierto las manos y encontrado

el fuego, al cruzar las regiones
aéreas, al ascender hacia las alturas de la luz:
llamaradas intensas, tizones,
un rescoldo de cenizas que alumbra.
Posees sus múltiples lenguas en la danza
frenética que consume los leños,
en el ánima que aviva la sangre
y anuncia la aurora.


2


Fulgentes ciudades de ardientes cúpulas,
hogueras de ópalo, sacrificadas maderas
revividas en el sueño: has creído
en el viaje, a través de las llamas,
imaginado ígneos ángeles o tupidas
selvas, desiertos inmensos de lava:
el rugir del volcán y las moradas del incendio.


3


Ascua o sonido, pavesa urgente
que devora el viento. Siempre el fuego,
lo liberado: un vuelo de aves rojas
sobre el iris que consuma su invocación:
es el origen, la cercenada tiniebla,
la zarza ardiente,
la voz de Dios.


Fernando Alda Sánchez



"Y de repente, Teresa"

"Y de repente, Teresa", de Jesús Sánchez Adalid (Villanueva de la Sernena, 1962). Esta novela fue escrita, por su autor, con motivo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, centenario que se celebró en el año 2015. Se trata de una magnífica novela sobre la santa de Ávila.

A través del proceso inquisitorial que en vida de Teresa se siguió contra ella, Jesús Sánchez Adalid va recreando el siglo XVI español, con sus obsesiones religiosas, sociales, políticas e históricas, y la figura de la mística abulense, viajando a través de  misma desde lo histórico a lo universal que hay en su pensamiento y en su fe, resaltando la espiritualidad de una mujer adelantada a su tiempo que acabó por ser una de las personalidades más atractivas de cuantas se han dado en España y en el mundo en todos los tiempos.

La novela está ejecutada con maestría y con rigor histórico desde principio a fin, consiguiendo que el lector se sumerja en aquellos años convulsos como si de una aventura que le concierne en lo personal se tratase. Esa es la magia del relato, el principio y el fin y, sobre todo, que Teresa nos arrastra para querer saber más de ella y de los "tiempos recios" que le tocó vivir como mujer y como mística en una España y una Europa convulsas por los desgarros de las luchas de religión.

"Y de repente, Teresa" es una buena novela histórica que mantiene la tensión narrativa y nos permite adentrarnos, desde un ángulo no muy común, como es el punto de vista del inquisidor general, en la vida apasionante de quien teniendo todo puesto en manos de Dios no se veía turbada.

Por supuesto, leí la novela de Sánchez Adalid en su primera edición, de diciembre de 2014, a cargo de Ediciones B, Barcelona, cuya portada os dejo




Fernando Alda Sánchez


martes, 9 de julio de 2019

Polvo enamorado

"Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado".

Francisco de Quevedo



Quizá escribió en primavera el aroma

de flores que se tornaban sombrías a sus ojos,
o el canto pausado de las aves
fuera estridente rozar de cadenas;
no se llegó a descifrar el temblor
implorante de sus últimas palabras,
cuando en el delirio del arsénico
atravesó ardiendo la frontera de la vida.
Acaso muriera de amor, hendidos
sus labios por besos o ascuas de un amante
desparecido; entre algunas pulseras
y gemas desvaídas, 
ocultas en un cofrecillo,
asomó su letra delicada en los restos
de un diario que su alma de mujer
dejó allí como nieve.
Enterrada bajo abedules, con el olvido
de los suicidas y el secreto de una mano
misericordiosa, bajo losa que el musgo 
lame en soledad, aún sus cenizas
amargas no han hallado consuelo.



Fernando Alda Sánchez