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| Foto: Fernando Alda |
XXVI
No es posible comprender
el misterio de los atardeceres
que nunca terminan,
el olor de la siega en julio,
el sabor del vino al esponjarse
en el pan, cuando en los cielos
queda escrito el nombre
de lo que nunca ha sido sepultado,
el tiempo de la fruta que madura y se ofrece
en los árboles que nos dan
su inocencia y su sombra
para paliar los rigores del verano.
Allá va el río,
lejos,
el agua busca el agua,
en la sazón de cuanto te digo,
junto a esta bíblica higuera,
como si no dijese,
y en las manos se me abre el día con toda su esperanza.
Fernando Alda

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