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miércoles, 13 de diciembre de 2023

El anhelo del pájaro

 



Este es poema que leí en los "Diálogos con San Juan de la Cruz" de 2023


Transparente Nada, desnuda

Nada, para el pájaro

que vuela solo y asciende,

hasta la Nada,

anhelando el Todo, quizá, como hoy,

desde el bardal junto a la tapia

de adobe en la que el último

sol disipa nieblas y sombras.

Y es la esposa la que ahora canta,

desde una habitación interior,

blanca y vacía, la lengua

nueva de un amor no usado.

Regresa el alcaraván al campo

abierto, al alféizar de la ventana

en la que quedó prendida la noche,

las estrellas y la Nada,

o esa fonte de la que mana y corre

la vida, siempre la eterna,

como abandonada avecilla

entre los acianos,

el ala rota de tanto amar...

Y así, en este vuelo,

desde las entretelas de la luz,

de Duruelo a Dios,

a la más honda y encendida libertad.


Fernando Alda


Ávila, 12 de diciembre de 2023


lunes, 11 de diciembre de 2023

Navidad 2023

 


En el cristal de la noche
y la nieve, tu sombra
busca la luz entre los rescoldos
que te arden en las manos,
y recuerdas infancias y cielos,
mientras rescatas, de entre la niebla,
las figurillas del Belén,
que se dibujan en tu memoria,
y el Niño que viene a hacerlo
todo nuevo enciende,
en tus ojos, un resplandor de aves
como un eterno amanecer.



Fernando Alda


La mirada inactual, 6 / Emaús

 


      En esta luz de ceniza que viene con la lluvia se consumen los últimos rescoldos del día. Será la noche. La espera y la esperanza, como ahora, que es Adviento, y retornan la mirada  de la infancia y la inocencia, que son las que conocen la Verdad.


       Se abren en la noche ventanas como ojos, y mientras escribo me tiembla la mano, en la emoción que salvará las ausencias, y, tal vez, una lágrima rodará desde los párpados y será una ofrenda, acaso una premonición.

        Desde los caminos llaman las ánimas con voces destempladas, como para decirnos que no todo se ha perdido pues, pese a que los restos del naufragio flotan a nuestro alrededor, aún hay tablas de salvación, para sacar la cabeza por fuera del agua y respirar y seguir siendo, seguir teniendo fe en medio de la batalla.

      Desde los cruceros Cristo nos mira, con los ojos velados por el musgo, y sigue llamando a la puerta de nuestros adentros. Él no pude abrir si nosotros no le abrimos. En ocasiones, solo lo hacemos al atardecer, incluso anochecido. Y le conocemos al partir el pan, como los de Emaús. Allí vamos, sin saberlo, en conversación con Él. Luego, nos arderá el corazón.

      Un poema de Navidad, para felicitar a los amigos, se va pergeñando en el cuaderno, como música extraña, o como el viento en las veletas a las que hace danzar y soñar, tal el espíritu de Dios al crear al primer ser humano y darle el alma. ¡Effetá! ¡Talita kumi! ¡Lázaro, sal! Y esa es la voz  que espero cuando dejen mis despojos en el sepulcro y no sea nada, y espere la vida eterna como ahora la espero, la voz quebrada, el alma en ascuas, viene el Amado, el Esposo. ¡Levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación! parece decirme el campo abierto, el rocío, el alba, el Sol que se levanta hasta lo alto, una tras otra,  cada mañana.


Fernando Alda

martes, 5 de diciembre de 2023

La mirada inactual, 5 / Velos de lluvia

 



          Entre la lluvia y el viento caen desoladas las hojas de los árboles en tus bolsillos, que huelen a otoño, como las manos con las que abrazas la melancolía, mientras miras el fuego en su danza, y la boca te sabe a luces extrañas, a los días que se van consumiendo en un ocaso perpetuo, hacia el oeste, allí donde el día pierde el pie, y en el reloj de arena se ha detenido la última hora.

         Junto al barro la lluvia se lleva tu nombre hacia la nada, al extrarradio del ser, tal vez solo te queda la ternura, la imprecisión del croquis que te dieron al nacer, para ir viviendo, sin instrucciones de uso, a contracorriente, como es tu deseo.

          Con esta mirada de hoy despiertan rescoldos viejos, acaso de la infancia, tal vez de más allá, de cuando Dios nos ha soñado y aún no éramos más que en su sueño, y entre los lienzos o velos de lluvia vislumbras un destello, un fulgor, la luz de una velita, unos labios que se abren y dicen y cuentan historias antiguas, relatos de la Creación, cuando el mundo y lo que contiene se estaba estrenando.

         Llueve, como si no hubiera otra alternativa en el mundo más que la lluvia, como lo hace en estos versos de Vicente Aleixandre

"En esta tarde llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día de abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen solo.
Sólo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz, y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia"

y con las brumas del Atlántico, me llegan estos otros versos de Fernando Pessoa, que parecen un fado

"Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mi (de éste que soy)  reniego"

aunque habría que saber a cuál de todos sus heterónimos se refiere el poeta portugués. A todos estos versos vienen a sumarse los de Claudio Rodríguez, en su libro "Don de la ebriedad", en los que dice

"No porque llueva ser digno. ¿Y cuándo
lo seré, en qué momento? ¿Entre la pausa
que va de gota a gota? Si llegases
de súbito y al par de la mañana,
al par de este creciente mes, sabiendo,
como la lluvia sabe de mi infancia,
que una cosa es llegar y otra llegarme
desde la vez aquella para nada".

         En ocasiones, ahora que el día va acortándose, cesa la lluvia, y solo queda su esplendor entre la grisura de la tarde, que es como un espejo para la memoria y la soledad, y viene en sombras, pues dentro de muy poco habrá oscurecido, como el musgo en invierno, o como lo hacen las rosas cuando van a morir. 

         Con el sonido de la lluvia, estos otros versos, de Federico García Lorca, que resuenan en los claustros, perdidos, como siguiendo mis pasos que van apagándose en el atardecer

"La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de somnolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante".

          Así duerme, en brazos de la noche, esta lluvia que seguirá derramándose en el sueño, con la bendición y la gracia de los cielos abiertos y de las estrellas que encienden carbones entre las siluetas de otras manos que escribirán todas las tristezas. No olvidaré jamás la lluvia, ni su sonido, sobre el tejado mientras duermo. Es memoria.


Fernando Alda



miércoles, 29 de noviembre de 2023

La mirada inactual, 4 / La última hoja

 


          Desde la ventana has visto caer la última hoja de ese árbol de sueños que aún crees te ampara en estas noches de otoño en las que la vigilia te abre aún más los ojos, que quieren absorber la oscuridad, como para que vuelva a clarear y regrese el alba, la amanecida liberadora de las tinieblas y en ella encuentres consuelo.


           Esa primera luz es también el primer aire, como los que estrenaron e iluminaron el mundo en la Creación del mismo, y me hablan de Dios, y de vida y existencia, que aunque ya parece mas un canto rodado que una roca, pudiera ser que también la estrenase, con cada nuevo día, como si todo fuese nuevo en manos de Cristo, que me alza y levanta mi cabeza y me devuelve la dignidad que las sombras han tratado de arrebatarme, sin éxito, por cierto.

            Y con la amanecida, la alegría, el fuego que vuelve a humear en la chimenea, y todo se enciende, tal la primavera, y es signo de vida en el paisaje, de que otros habitan también estas soledades en las que parece perdido, buscando ínsulas en los archipiélagos del habla.

           Como una liebrecilla asustada en campo abierto, a merced del cazador, en ocasiones el alma, que evita el tiempo y sus redes y telarañas, para recrearse en lo que es eterno y sabe de honduras, de aguas profundas y manantiales, de pájaros solitarios que vuelan a lo Alto, más allá de la noche y de las estrellas, como nos cuenta San Juan de la Cruz

"En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada"

o estos otros de Vicente Huidobro

"Días y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde cantas
Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo
Te has perdido entre las lágrimas"

          Hay rescoldos en el reloj, en la noche, como lágrimas que no se vertieron, y siento que van cayendo en la desmemoria y el olvido, como vencejos que no regresarán o vientos que perdieron el camino junto a otros aires extraños, en la impaciencia de no encontrar el acomodo necesario en el retablo del mundo.


Fernando Alda


viernes, 24 de noviembre de 2023

La mirada inactual, 3 / El infinito y el fuego

   


           En la altura del día parece habitar el viento, que regresa, ahora que es otoño, a los caminos de siempre, como buscando su origen, la duermevela del deseo, la madre de la voluntad, y, en ocasiones, deja jirones de transparencia en las veletas herrumbrosas, descarnadas, a las que hace girar como si jugase con ellas, con rumbo indefinido, y entre el sol y la lluvia pinta lienzos ocres, llamaradas amarillas, con un fulgor de rescoldos últimos, los que se van extinguiendo sin remisión en el hogar metálico de casa.

            Y entre las lágrimas que va dejando el día, urentes y desabridas, estos versos de Calderón de la Barca

"¿Qué género de ardor es el que llego
hoy a sentir, que más parece encanto,
pues luciendo tampoco abrasa tanto
y abrasando tan mudo, arde tan ciego?

¿Qué género de llanto es sin sosiego
éste, que a tanto incendio no da espanto,
pues al fuego apagar no puede el llanto,
ni al llanto puede consumir el fuego?"

         En estos vaivenes se entretiene la imaginación, que suele tener tendencia a desbocarse, a no querer brida alguna, para así soñar, incluso, con lo improbable, y aún más con lo imposible, con ese enamoramiento extraño con el que en ocasiones nos regala y seduce, tal vez para que nunca perdamos la esperanza contra toda esperanza.

          Así el verso que Dante encontró a las puertas del Averno

"Lasciate ogne speranza, voi ch´entrate"

y me tiembla el alma solo al recordarlo y ver danzar las lenguas de fuego lamiendo los duros troncos de la encina, que tratan de resistir semejantes embates sin mucha fortuna, en vano, olvidados ellos también de cualquier misericordia.

         Pido fervientemente a la memoria que no desentierre más versos así, al menos por hoy, pues el corazón no está para determinados vasallajes, y prefiere dormir entre las nubes, o tratar de acariciar el horizonte que se ofrece, como a Leopardi se le ofreció el infinito en su poema del mismo titulo, poema éste que me lleva a otro del italiano

"D´in su setta della torre antica,
passero solitario, alla campagna
contendo vai finché non more il giorno"

que, por supuesto, no es menos hermoso que el anterior.

       Aunque parece que nada retorna, todo vuelve a su origen, como los caminos, que a Roma llevan, tal vez por ser ciudad eterna, o por la confusión de los laberintos, de los dédalos en los que se pierde, las más de las veces, la palabra, que no acierta a explicar determinados estados del alma, algunas melancolías, como las que sufrió Fray Luis de León cuando estaba preso. Al menos, tengo a Cristo, que me acompaña siempre.

       No es fácil retornar, por mucho que sigamos el filo de los círculos, el perímetro de las circunferencias, que en ocasiones nos parecen óvalos, o ceros, como la novela de Arthur Koestler, "El cero y el infinito", que de tan terribles cuestiones nos habla, cercanas en la memoria. La historia conviene recordarla, como nos alentaba Jorge Santayana, que acaso aprendió a ello durante su infancia en Ávila, a la que tanto recuerda, al mirar los cielos inmaculados y las alturas, para que no estemos condenados a repetirla, pues ya se sabe lo olvidadizos y desmemoriados que somos.

       Cuanto más miro el mundo y a los hombres que lo pueblan, menos los entiendo, así que hoy dejaré la mirada abandonada entre las azucenas, tal San Juan de la Cruz, o entre la hojarasca que va amontonándose en las cunetas de los caminos, en las aceras, junto a las tapias también, y parece una ofrenda última de lo que está muriendo, y en mayo será una rosa que dejará luz y alegría, y, por ello, consuelo, en los ojos y en los adentros, tan ateridos y solos, deseosos de salir a la superficie para respirar y olvidarse de las cenizas del invierno.


Fernando Alda






martes, 21 de noviembre de 2023

La mirada inactual, 2 / Melancolías

 



          Al igual que las ciudades que ardieron hasta los cimientos, tal Cartago, así los recuerdos se encienden en la memoria, calcinando los tuétanos, en este otoño que nos deja sus mejores ocres y gualdas, como en un eterno ocaso, en las soledades de las Batuecas, donde parece estoy, transitoriamente, entre las peñas desabridas y el bosque, en las que intentaré hibernar el alma, que necesita también de silencio, de retiro y acomodo pausado, para no perecer en este retablillo de la prisa y el ruido en el que representamos nuestras figuraciones, según nos dejan los otros, o convienen las apariencias y circunstancias.

          Pudiera asemejarse todo a un encantamiento, pero Frestón no parece haber tenido mano en ello. Mas, si no lo entendiéramos bajo modo alguno, dejemos correr el agua de este Leteo en el que nos bañamos desde el alba hasta la anochecida, con el sueño solo de la Estigia, pues parecen las aguas siempre las mismas, como estancadas, que podrían ser nuestra morada última si no somos capaces de despertar a tiempo. Cristo sigue llamando a la puerta, pero no le correspondemos  y acaso no le dejamos ir más allá que del recibidor de nuestros adentros, como si fuese visita no deseada o de compromiso, cuando debería pasar hasta la cocina e, incluso, a los trasteros, en aquellos en los que guardamos nuestros coseros más ocultos. Ay, mi buen José Jiménez Lozano...

           La mirada, así hoy, como perdida entre retales de niebla, arrebujada en las entretelas del día, esperando su espera, la paciencia meticulosa, como la de un relojero, esa que lleva al triunfo y a los ecos, como si estuviese el corazón en zapatillas de andar por casa, sin querer salir a cuerpo, a los bulevares de los árboles tristes, abedules o tilos, sauces acaso, allí donde anida la lluvia.

          No se muy bien qué contar, ni siquiera cómo hacerlo, pues el idioma se esconde en intrincadas selvas, en las trampas de la conciencia, entre los despojos de los sentidos, que quieren conocer cuanto nos circunda y alienta, pero o no pueden o bien no se atreven.

          El día se tensa como el arco de Odiseo, entre estas ínsulas tan extrañas como extraño es el corazón, y cualquier resultado podría darse al resolver la ecuación de los sentimientos, tal vez imposible, poseídos por una matemática inexacta que trata de acomodarse al tiempo, que viene en pedazos.

          A la memoria regresan, como otras veces, como los vencejos, los versos, en esta ocasión los de Octavio Paz, que dicen

"Arquitecturas instantáneas
sobre una pausa suspendida,
apariciones no llamadas
ni pensadas, formas de viento,
insustanciales como tiempo 
y como tiempo disipadas"

o los de Dulce María Loynaz

"Es tarde para la rosa.
Es pronto para el invierno.
Mi hora no está en el reloj...
¡Me quedé fuera del tiempo!"

         Y abro las manos, para acoger una ofrenda o para bendecir lo que Dios quiera, y el azul del cielo, que hoy es rotundo, intenso, inmaculado, habla otro lenguaje, aquel que recibo como un ensalmo para abandonar estas melancolías que me visten tal un disfraz de noche, de sombra, de nada.


Fernando Alda

jueves, 9 de noviembre de 2023

La mirada inactual, 1 / El arte de mirar


         Inicio una nueva serie de entradas en el blog que, bajo el título genérico de "La mirada inactual", pretenden ser impresiones o apuntes  que el poeta va tomando, a vuelapluma, de cuanto le rodea, sin ninguna intención de aplicar a su mirada los parámetros de lo actual o de la actualidad, ni siquiera de la prisa, de la furia o el ruido. Me declaro abiertamente anti postmoderno, pues trato de beber de la cultura clásica y antigua que ahora parece otros quieren aplicar sobre ella la "damnatio memoriae" de la vieja Roma, o, lo que es lo mismo, la cancelación. El lector sabrá sacar partido de todo cuanto diga.


          Mirar. Ejercer el deseo de ver. Asomarse a cuanto nos rodea, a ese entorno de figuras, "lucis et umbrae", contornos o perfiles, y volver a mirar, regresar a la mirada, a la de siempre, a la mirada que se nos ha olvidado ejercer, pues ya no miramos, sino que tan solo vemos. Mirar, a lo nuevo no, sino con la mirada  que estrena lo viejo, la que renace, para asomarnos con ojos inactuales, los de la vieja cultura, y sentir que la llama sagrada de Dios y del hombre sigue ardiendo entre los sarmientos del otoño para calentar los inviernos de los adentros, en el Edén. Mirar, sin dejar de hacerlo, en la fe de la espera, que es la esperanza, con la caridad de saberse vulnerable y, por tanto, necesitado del amor de Cristo y abierto siempre a lo trascendente.

        Y así, estos días en los que arden las alamedas con un fulgor de muerte, como en una procesión de difuntos, y las jornadas se acortan, pues la noche viene en sobresalto, enseguida, en un pulso con el sol y el tiempo, y parece que la niebla va entretejiendo sus dedos entre los bosques y las rocas, junto al musgo, como buscando una salida, y ya nada parece posible, salvo esperar que unos versos vengan a redimir nuestra soledad, como el que escribiera Juan Ramón Jiménez

"Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando"

o estos otros de Dylan Thomas, que dicen

"Yo
tengo que yacer
quieto como una piedra
junto al tabique de hueso
de jilguero escuchando el
lamento de la madre oculta
y la oscurecida faz del dolor
que arroja el mañana como una espina..."

          En la palabra, la voluntad de ser, de recibir, como una ofrenda, los cristales rotos de esa ventana por la que el viento se cuela en tu alcoba, fugitivo, tal vez, y son entonces, por ahora, los versos de T.S. Eliot los que resuenan como pasos en una escalera de mármol, con toda sonoridad

"Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
con cabezas embutidas de paja"

o, tal vez, los de su "Tierra baldía"

"Abril es el mes más cruel; engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales"

        Cae la ceniza como caen las lilas, como lo hacen las glicinas, como los pétalos de las rosas de Heliogábalo, tal pintara en su cuadro el holandés Lawrence Alma-Tadema, tal han caído los pétalos de la última rosa de mi jardín, allá por octubre, que hoy se desdibuja entre los velos de esa lluvia otoñal, tan ajada, tan fría, que viene a verme.

         Arden en la chimenea un par de troncos, casi minerales, de encinas de Ávila, y con el fuego danza el tiempo, o la Dama de Azul, siempre presta a llamar a tu puerta, y otras lecturas regresan entre carbones, y ya dudas de si te pertenecen o habrás de hacerlas tuyas, de acogerlas en tu seno, de ponerlas a dormir bajo la almohada.

         Mientras la lluvia besa los cristales de la ventana, igual que se besa la frente de un muerto antes de cerrar el ataúd, nada parece haber cambiado en el mundo, pese a sus revoluciones y sus giros copernicanos, como pensaba Giovanni Tomasi di  Lampedusa, en su "Gatopardo", pues estamos empeñados en cambiarlo todo para que al final nada cambie. O eso creemos.

        Parece arder la piedra, tal buscando su extinción, o un jardín en el que  anidar, el de los Finzi-Contini, el de Giorgio Bassani, en lo que hoy me parece la lejana Ferrara, que un día, siendo un joven estudiante universitario, visité, siguiendo los pasos de Alfonso de Este cuando encerró a Torcuato Tasso y el hermoso poema de Jacinto Herrero, como también me ocurriera cuando estuve en Rouen, en Francia, recordando el poema que dedicó a Juana de Arco, a la que los ingleses quemaron allí, en la brumosa Normandía, tratando de evitar la bíblica trampa del cazador, que da, por cierto, título al libro de Jacinto que reúne éstos y otros poemas, o la red del tiempo o sus devastaciones.

      Y pese a que el fuego y la tarde se apagan ya, la memoria se abre a la noche y en las estrellas se encienden rostros y puede que algunos desmemoriados versos, que quedarán olvidados como se olvidan unos acianos, recién cortados, en un jarrón de niebla junto a la ventana.

Fernando Alda


        

        


martes, 10 de octubre de 2023

Azul el día, y 32

 


32



Hay en la altura de las torres


un deseo de alcanzar las nubes,
de besar las veletas de hierro
duro y viejo que las coronan,
de poblarse de cigüeñas,
para ver el sol más cerca,
cara a cara en la transparencia
que hay en estos cielos abiertos
en la ternura de la mañana.
Y así, entonces, contando los días
que faltan en el calendario
para que se agoste
el verano y un resplandor de hogueras
nocturnas establezca la morada del otoño,
que vendrá desbocado, como un caballo de fuego,
como queriendo arder en oros
y ocres en su vertiginosa caída.


Fernando Alda

Azul el día, 31

 


31



Unas ciruelas se ofrecen


para evocar el recuerdo del agua,
y el sabor a huerto y lunas que dejan
en la sombra de tus ojos
es un ensalmo para convocar
a la vida, al pájaro libre
que vuela sobre los olmos
que la luz dibuja en la arboleda
de la sangre. Tiembla la mirada
que se abre bajo los párpados
del sol adormecido, que alumbra
fronteras y lagos, los ríos
de plata que perfilan la melancolía
de los jarrones en las ventanas.


Fernando Alda

Azul el día, 30

 


30



Un rosal con sus rosas deshojadas,


vulnerada belleza,
que en la tarde se ofrece
desolado como un sacrificio
mientras espera una lluvia
improbable que habrá de perderse
en los alcores en los que habita el ocaso.
Miras el mundo que está en llamas
como si lloviese y en las flores
desposeídas de su hermosa vista
encuentras el sentido de lo que fue
tu edad, el poema lleno de espinas
que ahora se amortaja en la quietud
de los pétalos que caen al estanque
del olvido, ya sin color,
tan secos, y no reflejan,
como en un espejo oscuro,
el esplendor de otros años
que iluminaron largas noches
de banquetes y música.
Apurado está el vino en esta copa
rota, en la que solo el aire
reina, y se cierran tus párpados
como las rosas, hacia un reino
sin luz, ciega pupila,
en el que arde todo lo que ha sido,
y la desmemoria es la única
que, por ahora, te espera.


Fernando Alda

Azul el día, 29

 


29



Llueve a lo lejos y no recuerdas tu nombre,


si caído en combate,
descarnado en la rompiente
de las olas del tiempo,
allí donde todo se pierde,
en la certeza de haber dejado
escrito tu aliento en la piel
blanda de ese álamo
viejo que como un muñón 
de sombra crece aún junto a tu ventana,
en el que los mirlos encienden
sus trinos cuando es primavera
y la vida quiere volver
a dejar en los patios de la noche
el aroma de su cántico de estrellas.
En el viento se esconde la belleza
de los instantes, el pétalo de una rosa
ígnea, rojo tizón, como de amor
abriéndose en una llama,
y se viste el espacio
con la nítida luz
de los mediodías que fuiste
olvidando
junto a las tapias de los cementerios,
cerezas en el alma
o un ciprés muy alto
que hiere
con su filo la piel núbil del recuerdo.
Hay sueños y esperas,
frutos que son de un otoño triste,
una ofrenda por lo que no ha de volver
y, sin embargo, no quiere irse.


Fernando Alda

Azul el día, 28

 


28



Esperar la muerte leyendo,


en estas soledades en las que crecen los árboles,
mientras la lluvia recuerda su sueño
y su presencia y se derrama en velos
transparentes en los círculos de la nostalgia.
Todo lo que has sido arde ahora
en una hoguera de muebles viejos,
junto a las cartas escritas por el dolor,
remitidas por la fiebre que amanece
en los huesos y es mirada
ausente, un tuétano de hielo
que dejas abandonado como se olvidan
unas flores recién cortadas sobre una mesa,
en silencio, sin desgarro,
con la resignación de la piedra
que se amolda al cincel en silencio,
cuando el aire llora y al final llueve,
y hay una paloma que deja su vuelo
prendido en el tejado de casa,
como llamándote. Nunca el recuerdo,
solo espejismos, un soñar
de mariposas de sangre que pintan
trazos de escritura y voces,
las palabras con las que escribir
el que será su epitafio.


Fernando Alda

Azul el día, 27

 


27



Se cierne sobre la tarde una tormenta de memoria,


como un resplandor de nubes ardiendo
que presagian las lágrimas del viento,
su derrota en esta esquina en la que todo el mundo
espera su destierro, la hoja de ruta
para seguir caminando en estos valles
oscuros, cuando el sendero solo es el agua
que arrastra los restos del incendio que es vivir.
Y así el deseo, en ascuas, rescoldos
que en la mano alumbran otras melancolías,
el final cierto de lo que existe
y luego será humo acre,
ceniza de sombras, nada.


Fernando Alda

Azul el día, 26


26



 Espera la noche que te abraces a ella


con esos himnos que escribes
mientras el mundo se derrumba en escombros,
y sea entonces, ahora, acaso,
el reino de la luciérnaga,
la mirada que ofrece a todo cuanto es
y se asoma al balcón del mediodía
en un prodigio de altura y sombra,
como el ciprés de Silos,
que el cielo rasga anunciando
el cántico de la aurora que sepulta
la tiniebla espesa en la que ardieron
las estrellas, como ascuas
de una hoguera remecida por el viento
final que trae el agua y el asombro,
y sobre estos muros imprime
su carácter, la bendición
de un pájaro que canta 
entre las ramas de la morera que crece
aún en el patio en el que la niebla
no deja enhebrar los recuerdos,
la parsimonia o la beatitud
con la que se presentan las horas
cosidas en este reloj de arena
que llevas tan dentro.


Fernando Alda

Azul el día, 25

 


25



Es la ausencia el lecho


alado en el que duerme la inocencia,
la estancia para vivir una muerte
prolongada en el espejo del tiempo,
triste azogue,
relato cierto, un aura
azul sobre la luz amarilla que ciega
tus ojos cuando desde el asombro
de la claridad
miras cómo se descorchan las botellas
llenas de lluvia y de aire,
el último resplandor antes de la tormenta.


Fernando Alda

Azul el día, 24

 


24



Aroma el galán de noche


este jardín perdido entre los sueños
que dejaste abandonados en un bosque
de espumas y luciérnagas,
como lluvia asperjada sobre la sola
rosa de la melancolía, un canto
de la sombra cuando paseas
bajo pórticos de piedra,
junto a fustes truncados y capiteles
mordidos por la avaricia del tiempo
en su propia ruina,
que va atesorándose en los arcos
de plomo de la memoria,
sin conocer cómo la gota
cava la lápida bajo la que yacen
el delirio y la espera,
en la paciencia de ver crecer
una hierba sin esplendor
ni corona, cuando estás buscando
en el andén de ese destino
al que nunca llegarás un billete
hacia el final del ocaso,
apurando los posos de un vino
amargo y desolado,
como un sacrificio 
que entregas
a la devastación de la aurora.


Fernando Alda

Azul el día, 23

 


23



El árbol y la sombra, que se asoman

en la tranquilidad de la tarde inacabable
que enciende una fuente en este patio
de misterio y ausencias,
mientras presientes cómo la sangre
alimenta el ajado laurel de todas las victorias
y desde el sur viaja un viento
solitario que va peinando los oteros
y la desmemoria.


Fernando Alda

viernes, 6 de octubre de 2023

Azul el día, 22

 


22



Bendecida sombra la que del verano


te alivia de sus rigores, y es lectura
homérica o de inconclusas
leyendas,
cuando en la plenitud de la mañana
permite que la memoria vaya abriendo
cajones y alcancías, y muestre
los ocultos deseos que conforman el recuerdo,
la fotografía en sepia por la que te asomas
a todo cuanto fue y luego ha ardido
en hogueras de nieblas, en los largos
caminos que recorre la vida,
en los que se fueron quedando
la juventud y el vigor,
abandonados en las cunetas de los años,
como un paisaje desolado
que nadie habitase, solo el miedo
al término, al final absoluto,
entre las flores y la escarcha
que este invierno permanente
va dejando en los cristales de la ventana
desde la que miras el tiempo
desmadejado, tan incierto y pobre
como la tierra que poseerás
cuando te bese la dama de nieve.


Fernando Alda

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Azul el día, 21

 


22



Descalzo en el jardín,


unos dedos de luz entre la hierba,
el talón como una flor de humana
presencia, acaso soñando
con los pasos que perdiste en aquel prado,
mientras el sol ascendía
hasta las alturas sin nombre
del silencio, y era julio,
o eso parecía
en los calendarios, y te habías
abandonado a la suerte de los pájaros,
de su vuelo inconsútil que asperja
la mañana de una dorada
alegría que todo lo consuma y ofrece.


Fernando Alda

jueves, 21 de septiembre de 2023

Azul el día, 20

 


20


Esbelta luz, presencia,

el nombre de los cielos,
un arder de nubes y pájaros,
como ascuas que prende
el alba, aleluya,
Dios contigo, la voz que clama
entre los montes y es memoria
de otros días, el tálamo en el que yace
núbil la esperanza, la blanca
mañana en la que se desposan los recuerdos.
Seguir mirando, como ausente,
perdido el rumbo entre las cenizas
de las estrellas, en esa estancia 
en la que guardas los secretos y las esencias,
los pétalos marchitos que se fueron
desvaneciendo en la corola del tiempo,
flor de espera que sobre la ventana
va diciendo tu nombre,
llamando a la infancia que no fue,
los sueños nunca recobrados,
el círculo de la vida que permanece
oculto, olvidado acaso,
en la penumbra, y también te llaman
como un espejo de niebla
que reclamase la imagen
de tus lágrimas, los surcos que dejaron
en el rostro de barro con el que cada mañana
amaneces. Así, ahora,
sobre el humo de las quimeras
y los engaños,
en el cielo,
la certeza, el sabor que derrama
en tus labios mientras en ti
alumbra el esplendor
que viene a decirte: despierta.


Fernando Alda



miércoles, 13 de septiembre de 2023

Azul el día, 19

 





19

Unos pétalos de rosa entre las páginas

del cuaderno en el que escribes estos versos,
un aroma de melancolía o de claveles
derramándose sobre un libro
en el que está escrito aquello que se parece
a tu vida, y ahora es memoria,
un despertar, el aleteo de la primavera
en los arriates de la luz,
que viene vertiginosa,
excelsa aclamación de los sueños
dibujados en el lienzo de unas nubes
de blanco purísimo, humo de incienso
o nieve de verano que se derrite
al besar la copa de los árboles en este bosque
crecido en la altura y la transparencia,
acaso el cielo de Gredos, ese espinazo
de roca ardiente, un abrazo de labios
que son besos, y regresas a la palabra,
a lo que la estilográfica va trazando
en el papel y es un mapa del tesoro,
de lo que oculta el viento bajo sus párpados
cuando pasa tan errante,
como llevando las cenizas del día,
de los años que dejaste en un búcaro
tal si fueran flores de polvo,
las alas rotas de un ángel
que murió contigo
en el reflejo de la aurora, esperando que sobre los árboles
creciese una corona de esmeraldas
y malaquita, la ofrenda del silencio.


Fernando Alda

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Azul el día, 18

 


18


Un incendio de calandrias o alondras

en el filo del alba, con los ojos
en llamas por las lágrimas que se fueron
desprendiendo de la noche,
y ahora son perlas, en el silencio,
el nombre por el que te nombran,
y es memoria de otro país,
abandonado en la ausencia como un racimo
de glicinas, de gladiolos
blancos, sobre una colcha que cubre
el lecho en el que naciste
y ahora recuerdas, entre la niebla
que oculta los rostros desencajados
del dolor que te fue habitando
en el deseo de libertad de un pájaro
cautivo  que desde el fondo
del aire clama por un vuelo
sobre los prados, allá en las cordilleras
del misterio, sabiendo que nunca
saldrá de la jaula que ahora es prisión
y oprime su canto, un melancólico
ascenso hasta las regiones
más límpidas que soñar
pudieras en este desierto
de muerte en el que llueve
una tristeza sin alma,
un solo reflejo, como no ser
o clavar la mano en la arena
cuando caes en el abismo
de las tinieblas y nada sostiene
tu inestable descenso: ahí estás,
soñando en la última esfera,
antes del círculo y de la sombra.


Fernando Alda

lunes, 4 de septiembre de 2023

Azul el día, 17

 

17



Azul el día, como el cielo


en el que se refleja, un espejo
de noches, azules también,
con hambre de auroras, de estanques
púrpura en los que el sol baña
su torso de oro, músculo de luz,
y es un vaso de ausencias,
perdido asombro, que amalgama
desnudos patios del sur,
cuando el agua es promesa,
plata de sombra, jardín
interior que se derrama en cabelleras
de umbría, largas antorchas de estrellas
que van dejando sueños
sembrados, hilvanados de cristales
de hierba en el perfil insomne
del recuerdo que espera en las alas
ateridas de la mañana, como un beso
en la mejilla del albor que te circunda.


Fernando Alda

viernes, 18 de agosto de 2023

Azul el día, 16


 

16


El silencio como un espejo,


su dibujo en el agua, la cicatriz
que te ha dejado en la garganta
alguna palabra acre al nacer
rodeada de dolor o tristeza
entre algodones de espinas,
como un sarmiento que respira
en lo hondo y luego es memoria,
y en el estanque de la vida,
de aguas tan oscuras y verdosas,
flota la figura, tal vez Ofelia,
inerte y desdibujada,
de la verdad, como el vuelo de una calandria
en el final de la mañana,
y da alegría,
cuando todo se desvanece
como niebla o hay un velo
gris que se extiende por los ojos
y los oculta.
El mundo ha ardido,
solo ceniza, una flor de viento
que aroma esta estancia
llena de olvido,
la inútil promesa de la arena
de alzarse en castillos,
esa ventana sombría
que da a un patio interior
con muros ciegos, muros
altos, negros iris de cieno,
la perdida belleza
que aún perdura en un rostro al que los años
abandonaron en las cunetas de la vida.


Fernando Alda

























lunes, 10 de julio de 2023

Homenaje a Carlos Edmundo de Ory

 




El día 9 de julio de 2023 mi hija Elvira y yo participamos, por invitación del poeta abulense José María Muñoz Quirós, en el recital poético "Rondando la Muralla", en Ávila, que en esta ocasión era un homenaje al poeta Carlos Edmundo de Ory, en el centenario de su nacimiento, que tan vinculado estuvo a esta ciudad.

Se trataba de escribir un poema tomando como referencia un verso de Ory. En mi caso el verso es "La poesía es una mano debajo de una puerta". A continuación, resaltando en negrita dicho verso, al inicio del poema, os dejo con el mismo.


A Carlos Edmundo de Ory


"La poesía es una mano debajo de una puerta"




o acaso el beso

de las nubes en los bosillos rotos

de una vieja gabardina,

un papel al viento,

la transparencia de una tarde de julio

rodeado de arboledas.

Volver siempre,

en la desmemoria que fue,

soñar, acaso, donde no debes,

en las veletas perdidas en la cabellera

undosa del viento, que regresa

por los atajos acostumbrados, por las islas

en las que se pierde el corazón,

y la sangre es, entonces,

tal vez, un verso

escrito en el añil de la mañana.

La poesía es el respirar

de la ausencia, la mirada

melancólica tras un cristal

con lluvia, tu voz

en los aleros desabridos

que presagian todas las noches

y sus auroras de cal recién estrenada.

La poesía es...


Fernando Alda Sánchez


En el caso de mi hija Elvira,, el verso de Ory es "¿No oyes tú mi murmullo nocturno crepitar?" A continuación os dejo con el poema de mi hija



"¿No oyes tú mi murmullo nocturno crepitar?"


Así es que camino por campos de gloria
cuando se inflaman los signos del cielo,
y no miro nunca hacia atrás.

El suelo que piso me conoce,
sabe de cada una de mis huellas,
me dirijo a un horizonte sin rumbo.

En la furia sonámbula, canto salmos a mi deseo,
mi sangre brota, me recuesto sobre la hierba
y soy sublime.

Heme aquí habitando la noche,
llego a ti como un murmullo.
¿No lo oyes, mi murmullo,
llamándote en la penumbra?

Vive y muere inevitable
siendo un latido de estos mundos.


Elvira Alda Peñafiel



jueves, 6 de julio de 2023

Azul el día, 15


15



Arrastra el río, entre el abrazo de los alisos

que verdecen en sus orillas,
el agua que fue de nuestra vida,
esperando el mar, que habrá de ser
tierra fértil para crecer y volver
a caminar. Bajo la umbría de los árboles
crece la hierba del abandono,
huertos que fueron morada
de frutales fragancias, el sueño y la siesta,
el cuidado con el que los hombres
levantaron las cercas de piedra,
el amor al hendir la tierra
en los bancales
para asentar raíces y florecer,
el espejear
de los prados recorridos por las arterias
de cristal y plata del agua que nació
en la montaña, en la cresta del día,
rodando entre guijarros, como una oración,
llevando las palabras que escribes
irse con la arena del reloj.
Va desposeído el día, sin amo,
desabrido, con un afán de galopar
hasta el fin de los tiempos,
el Armagedón en el que todo será juzgado,
incluso tú, que te escondes
en estos rigores de julio y buscas lo oculto
y la sombra, el frescor que habrá de aliviar,
como un bálsamo,
tus huesos vulnerados por el transcurrir
inmisericorde de los años
que ahora quisieras recobrar en el tesoro
enterrado de una ínsula misteriosa
y lejana. Arde el día en su arcano,
la paz, fenece,
y en la noche, que es madre,
quedarán prendidos
los jirones de la derrota.


Fernando Alda Sánchez


lunes, 26 de junio de 2023

Azul el día, 14


 14



Espera tu nombre entre los labios del viento

para ser pronunciado despacio
cuando vas llegando al final de este verso,
de azul la muerte, sobre el tejado,
que cuenta tus pasos en la alameda
que refresca la tarde en este estío
sin lágrimas, tan seco que podría
comenzar a arder en las voraces
hogueras del ocaso. De alma y cielo
son tus ojos, que se asoman
por el barandal de las nubes
entretejidas en las costuras del aire
y de la sombra,
esperando la ofrenda que vendrá en el otoño,
promesa y altura, mientras en los campos
se abriga una esperanza de amapolas,
la profundidad de la voz que desde lo hondo
de los caminos resuena fuerte,
buscando, acaso, la bóveda de los cántaros
rotos que aguardan en el olvido
una mano que los rescate.
El corazón te pide más asombro,
otro latido, pues confía en que te alzarás
de entre las cenizas del lenguaje,
que hoy no quiere ser. Y palpitas.


Fernando Alda

martes, 20 de junio de 2023

Azul el día, 13

 


13


Retiñe una campana en lejanía

y su bronce es ahora el eco que llama
a seguir mirando el fulgor
de las rosas que se abren al día entre sus espinas,
como el milagro de vivir,
la iluminación de esos labios
que hablan, con la voz debida a los vientos,
de torres muy altas que cayeron,
como la de Siloé,
en la Jerusalén que sueñas mientras
es estío y el agua baja 
escondida en este jardín
que son los adentros.
Al trasluz el mundo parece agotado,
como para extinguirse, y es azul
el brillo de la muerte que espejea
en las colinas, aguardando
la hora exacta, el momento de blandir
su acero curvo que no se hizo para segar
heno oloroso,
sino la sombra que nos acompaña
cuando el sol va vencido y quiere
dormir en la noche que nos alberga.
Pintar quisieras con el alma de la cal
las paredes de tu casa, escribir un poema
triste, beber el vino que preludia
un nuevo otoño y alcanzar,
si fuera posible, en la resistencia
de la tarde, que quiere seguir
esplendorosa y viva,
la luz perdida que dejaste en los caminos,
cuando en el calendario estaba marcada
en rojo la época de la siembra.


Fernando Alda


viernes, 9 de junio de 2023

Azul el día, 12

 


12



Es la rosa ahora bandera de tu aflicción,

el lábaro que anuncia la llegada
de un día sin muerte, eterna
luz, como cuando en la noche agitas
un tizón encendido y en lo oscuro
prende el fuego unos garabatos de ausencia:
es testigo el alba de un lucero florecido
que se abre en su secreto como ofrenda
y ebriedad, mientras se deshoja
una caléndula de sus pétalos mecidos
por la mano indolente de un ángel
oculto entre los velos del día.
Está la edad dormida en los dorados
bosques que en el otoño
establecen un reino de niebla y agua,
allí donde la voluntad amansa
sus ímpetus de corcel bajo el jinete
del viento del oeste, que trae consigo
todas las mareas del mar, el canto
imposible de las sirenas, el bronco
aliento de las caracolas que serán
arena o el deseo de las islas
de amalgamarse en archipiélagos
ardientes,
la voz de la sal
que llama desde lo profundo,
allí donde están
los pecios de los naufragios y los sueños
de ultramar de los hombres
que no alcanzarán otra orilla.
Alumbra la conciencia un paisaje
irreal, y se despabila esa llama
sagrada que arde en la corona
de la memoria,
y aún es tiempo para caminar
bajo la bóveda fúlgida y serena
que es de las estrellas morada
y anima tus pasos
ciertos hacia el término de la noche
y de la espera.


Fernando Alda