Un dolor, el pozo ciego
Un dolor, el pozo ciego
Miro esas flores abandonadas
en la noche, dentro de un búcaro
roto, nívea silueta en un invierno
de máscaras, de ceniza
espesa, que va tiznando
los ojos como luz muy sucia
de un día triste, que arde en silencio,
sin costuras
o cierres, que se desploma y desangra
como un animal vulnerado que es abatido.
Fernando Alda
551. Resulta extraño el número y comenzar así una entrada para el blog, pero, sin duda, tiene su explicación. Ésta que estás leyendo ahora hace la número 551 en este espacio en el que comparto literatura y amistad y, puesto que me parece un número redondo, especialmente el 550, que alcancé ayer sin saberlo, lo hago público.
Muchas gracias a todos aquellos que, desde hace algo más de dos años os habéis acercado hasta esta Ínsula Barataria con cariño y paciencia, con fidelidad o sin ella, para acompañarme en la aventura que inicié con ilusión y, lo reconozco, un poco de miedo. Estamos ya cerca de las 60.000 visitas al blog, lo que para mi constituye, y espero que también para vosotros, pues es obra vuestra, una auténtica satisfacción.
Mantengo todos mis compromisos iniciales y aquellos otros que he ido adquiriendo a lo largo de estos dos años, entre otros, el de mis cartas al lector, que a vosotros van dirigidas. Ya lo sabéis, espero las vuestras. Hasta entonces, un fuerte abrazo en la amistad y en la distancia, que no en la ausencia
Fernando Alda
La poesía es el sexto sentido del ser humano, pues nos permite comprender el mundo y sus misterios, asomarnos a él de otra forma, abrir puertas para escapar de esta prisión en la que el alma se encuentra.
Desde que naces, no es otro tu destino
Mi querido amigo:
Finalizo hoy la publicación en el blog de mi poemario "Memoria de los calendarios". Espero que haya sido de vuestro agrado. Seguiré, a partir de mañana, si Dios quiere, y en los próximos días, con la publicación de Cartas al lector y otras entradas.
22
20
A Yolanda,
en nuestro 30 aniversario
de bodas
En la mañana,
nuestros nombres, 30 años después,
junto a las rosas
enardecidas y las tiernas
azucenas que en las alas
de las calandrias dejan gotas de lluvia,
racimos de un color no usado.
Así nos alzamos,
amor mío, frente a la noche
y sus esperas, en la transparencia
de la luz que invita a besarnos
bajo los tilos o el muérdago,
en el hogar del bosque sagrado,
encendido el fuego en el que arden
eternos, sin consumirse,
nuestros corazones, éstos que sellamos
en este día, más allá de la muerte
y del polvo enamorado que seremos.
Fernando Alda
19
18
El cinabrio de la tarde
dejó huellas de sangre
en la mirada, como
si ardiese el mundo
y entre las ascuas estuviesen
ocultos tus ojos,
inmenso el aire
que te abraza y piensa.
Desde esta ventana
sin cristales contemplas
el pasar de los recuerdos,
de lo que fue vivido
y ahora es nada,
creciendo en las médulas
el espeso tallo del olvido.
De arena es la voluntad,
que se deshace con el viento
y solo te acompaña
lo que sueñas, la ruina
de la lengua, algunas
brasas ya frías de amor,
la fuga del agua,
que busca nuevos caminos,
como queriéndose perder
en estos espacios
vacíos, de nada
oscura, de sombría memoria.
Y así el pulso,
desnortado, arrumbando
estrellas en el cajón
húmedo de la noche,
esperando
la espera, de azul
un verso que cae y se levanta,
un pétalo de palabras
en un incierto poema,
con el sabor del vino
último pintando
aún los labios.
Todo tiembla.
Fernando Alda
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