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lunes, 30 de septiembre de 2019

"La distante luz de los luceros"

Pértigas alongadas para alcanzar

la distante luz de los luceros
antes de que amanezca tan frío,
como los dedos de un pianista
que encuentran con destreza la nota
musical precisa. Es el sueño
de los héroes, la maldición
milenaria de los hombres,
terrible duda, como Hamlet,
debatirse entre uno y otro filo,
tan irreconciliables,
sin siquiera la certeza
de no saberse equivocado,
siempre en esta ruleta
rusa que conduce a la desesperación.
Si al menos pudiéramos
disponer sin límites de un breve
instante en el que ser nosotros
mismos... o conocer la verdad
tan solo un momento...
La belleza se esfuma entre los cantos
pérfidos de las cigarras, la fuerza
se agota, al exilio
acude la inteligencia, y cuanto
creíamos firmemente que era nuestro,
es arena breve después de tanto
derribo. No nos lamentaremos
por las ciudades devastadas,
por los amigos caídos,
por las flores que fueron
marchitándose ajenas a nuestro
abandono... No habremos de lamentarnos
por tanta huida sin escapatoria,
por tanto cadáver en las cunetas
abyectas de los caminos,
por tanto olvido y tanto silencio
como hemos ido tejiendo
en las estancias de Penélope...
Amanecerá, y bajo el último
titilar de los luceros,
seremos y nos habremos ido.

Fernando Alda Sánchez

"El retrato de Dorian Gray"

"El intenso perfume de las rosas embalsamaba el estudio y, cuando la ligera brisa agitaba los árboles del jardín, entraba, por la puerta abierta, un intenso olor a lilas o el aroma más delicado de las flores rosadas de los espinos". Este es el inicio de "El retrato de Dorian Gray", una novela que puede contarse entre las más inquietantes de cuantas se han escrito. Su autor, Oscar Wilde (Dublín, 1854 - París, 1900) fue un esteta que buscó la belleza como  bien supremo.

En el prefacio que escribe a este libro hay toda una declaración de intenciones: "El artista es creador de belleza. Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte" y "quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza. Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza". Este prefacio bien puede encerrar toda la visión  estética del escritor. Sin duda, en página y media establece varios de los principios que recorren su vida y su obra.

Wilde pertenece al final de la época victoriana. Construye un mundo decadente, en el que la belleza arde con llamas azuladas, entre la niebla. Eso buscó durante toda su vida, la belleza, la raíz de la belleza, su expresión máxima. Así es su prosa, de profundo lirismo, como el aroma de las flores que nos describe al inicio de la novela.

Pero en "El retrato de Dorian Gray" hay mucho más que puro esteticismo, pues encontramos la fibra con la que se construye la verdad, los cimientos del saber, del conocer, del existir, me atrevo a afirmar rotundamente, pues el viaje hacia la belleza en estado puro, hacia la belleza eterna, no tiene cabida en el ser humano como soporte de la misma.

Esta novela es ampliamente conocida. No insisto más sobre ella. La dejo en manos del lector que no se haya adentrado en su urdimbre. Como decía al principio, hay mucho desasosiego en ella. No es un mero entretenimiento, hay literatura desgarrada y desgarradora, en equilibro entre el bien y el mal, entre la estética y la ética.


Fernando Alda Sánchez

Portada de la edición realizada por Austral




sábado, 28 de septiembre de 2019

Mirar por encima del tiempo

No ciudad, ciudades

vividas, un recuerdo
persistente, el devenir
múltiple de vidas
hilvanadas una tras otra,
de siglo en siglo,
como urdimbre o madejas
que se van tejiendo
en el umbral de la penumbra
de este que es tu hogar:
son voces que llaman
desde el pasado,
acaso raíces, lenguas
flamígeras que pugnan
por iluminar la visión
concertada del Paraíso.
¿Cuánto hay de ti en estos retazos?
Esbozos de lo vivido
que van conformando
el croquis del alma,
un mapa en el que se desbordan
regueros de lo que fuiste,
y ahora recorres, peregrino en tierra
extraña, buscando
cobijo, la lumbre
necesaria, el techo
conciliador, conversación
y alimento con los que pasar
los últimos y más angostos
tragos. Pero no basta con mirar
por encima del tiempo,
ni dejarse arrastrar por las lágrimas,
o vencerse como el junco
que el viento doblega:
no hay resistencia posible,
ni diques, ni certezas,
ni coordenadas para saber
el lugar exacto en el que gimes.
No basta con morir,
no es suficiente
que la carne se pudra,
que el espíritu
busque su acomodo,
que el polvo vuelva al polvo
y sea aventado como mies
nueva,
no es bastante
desaparecer, puesto que de ti
habrá memoria en éstas y otras
calles, como si nunca
se extinguiese el hálito
expirado o permaneciese
inexorable un rastro,
una pista, una huella
indestructible, un ser hombre
más allá de la muerte
que anima o impulsa
una vez fraguada la extinción.
¿Qué quedará de ti
cuando Caronte
cobre su moneda?
Flores mustias y olvidadas
en un cementerio anónino,
un desvío en el camino
por el que perderse y acabar,
o tal vez un resplandor
desde lo eterno:
tus pavesas arderán
seguras en la hoguera,
habrá otro fuego,
tú decides,
no vale el azar.


Fernando Alda Sánchez



"A sangre fria"

"El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman "allá". A más de cien kilómetros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como el del desierto, tiene una atmósfera que se parece más al Lejano Oeste que al Medio Oeste", así comienza "A sangre fría", de Truman Capote (Nueva Orleans, 1924 - Los Ángeles, 1984).

Así comienza el viaje hacia ninguna parte, hacia la nada, hacia un pueblo perdido en la profundidad de los Estados Unidos, hacia la vida y la muerte de unos personajes que nadie conoce hasta el momento de su trágica muerte, un viaje que se convierte en una obra maestra de la literatura y del periodismo.

Así es, "A sangre fría" es una novela literaria y es una novela periodística, una novela de no-ficción, en la que su autor, tras varios años de exhaustiva investigación, reconstruye al milímetro el asesinado de cuatro miembros de la familia Clutter.

La narración avanza con un afilado y certero estilo periodístico, que da origen al conocido como "nuevo periodismo" de Estados Unidos, y nos lleva hasta el último detalle de este asesinato que conmocionó a la opinión pública americana tanto, que Truman Capote propuso a The New York Times narrar lo que ocurrió desde el mismo lugar en el que acontecieron los hechos. El asesinato fue cometido en el año 1959 y el libro se publicó en 1966.

"A sangre fría" es la novela más conocida de Capote, pero no la única de éxito, entre las que se encuentran "Desayuno en Tiffany´s", no menos sorprendente y atractiva que ésta.

Con esta novela parece que estamos viviendo el asesinato en directo, siguiendo su secuencia, conociendo todas sus causas y secretos. Se trata de un relato sobre un crimen real al mismo tiempo que se produce. De ahí toda su fuerza, a la que hay que sumar el estilo de Truman Capote,  que escribe para los lectores de un periódico.

Lectura o relectura recomendadas. Un obra imprescindible dentro de la novela negra, género al que también pertenece, una auténtica delicia para el lector.


Fernando Alda Sánchez

Portada de la edición de esta novela a cargo de Anagrama


viernes, 27 de septiembre de 2019

Es leyenda...

Sepulcro entre la bruma

tal esbozo indeciso de figura humana,
en lugar desconocido que sólo el viento nombra;
un gozo ajeno de lujo intenso
persiste, enerva el labio
frágil de lo muerto: únicamente el silencio
se repite. No importa quién allí yaciera;
ágiles dedos profanaron su secreto.
Vestigios pálidos o añicos humanos,
escarchas sombrías, algún fulgor restituido
que el recuerdo enhebra incierto;
son imposibles la resurrección y la memoria.
El búho, la luna, la lobada acechante,
como fauces de la noche.
Hoy es atrio de errantes,
idólatras, fraternos todos en un destello único
que invoca el mal.
Sus ritos reclaman sangre, entrañas híspidas,
nucas glabras, cráneos
que al puñal ofrecen insaciables.
Es leyenda: mucho sabe el fuego
entre los viejos.

Fernando Alda Sánchez


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Las prisiones de la conciencia

Como olvida la noche su despertar

aciago y alumbra un temblor en las médulas,
amaneces desnudo, pues sabes
que tu carne es rojo fruto prendido del helor
violeta de las navajas; para ti
forjaste en la conciencia
todo cuanto aprieta y no perdona,
el inevitable castigo de reconocerte.
Esperas doblegar la angustia, el pulso
enfebrecido que te acomete por las bocanas,
tullido o monstruo te quisieron,
pasto de demonios y no abierto a lo humano.
Un silencio guardarían de ti los claustros,
lacónicas bestias y rudos acantos,
regados de tu sufrir, o los inviernos
en la celda languideciendo al deshojarse
de las horas canónicas,
laudes, vísperas, completas,
horadando la brecha ciega hacia el vacío.
Tú no eras monje: mas con tu mano
arrebataste una vida, y aún preguntas
cómo pudo suceder y el muro no contesta.
Te hallaron prendido y aún caliente
al arma homicida al acudir
criados a los gritos. Después, años
de tribunales de los que mejor hablan
oscuros cartapacios y temibles jueces,
y al fin loco te dan cilicio y soledad,
retiro del mundo.
Ahora es solo tuyo el pensamiento,
la voz interior que anhela
banquetes y torneos, el trato de las damas,
el sarcasmo hiriente del bufón,
o el aroma delicado e intenso
de azahar al removerse
entre las sábanas tu amada.
Extraña droga por dentro de purga
los sentidos, quebranta sus fronteras,
un vómito único y prolongado
iergue señales de tu crimen:
lastrada el alma no mueve a consuelo.
Onagros turban tu sueño, bífidos
alacranes, del ecuador
serpientes como ríos de cieno y babosidades,
circundan peligrosamente
los pasos del corazón, coronarios
verdugos de un estrecho pábilo de vida.
Arrastras la pesadilla en el insomnio,
estallados los ojos de vetas de hiel
y cárdenas láminas de llanto.
Cuántas veces te sorprendiste
junto al pozo y en el agua mansa
el rictus desencajado y hondo de ceniza,
o descarnándote con la tralla
mudas rosas de desoladas espinas,
hasta caer agotado y sin sentido,
bizmado por el canto de las alondras
y la quietud del cenobio.
Con algo de paz te serenaban aquel fray Juan de la Cruz,
el Castillo Interior de Teresa de Ávila,
y los Abecedarios del de Osuna,
Dios no estaba lejos,
te buscaba, mas tu
ya habías decidido: hacia la media noche,
en el campanario, sin luna; que el bronce
fuera tu testigo.
Un zureo de palomas te ofreció
homenaje junto al primer sol;
después, bastó la tierra:
nadie aprendió jamás tu nombre.


Fernando Alda Sánchez

"Vuelva usted mañana y otros artículos"

"Vuelva usted mañana y otros artículos", es una recopilación (Biblioteca Básica Salvat, con licencia de Alianza Editorial, 1982)  de los artículos periodísticos más conocidos de Mariano José de Larra     ( Madrid, 1804 - 1837), lúcido periodista y exponente destacado del Romanticismo español.

Como escribe en el prólogo de la edición que estoy utilizando el profesor Carlos Seco Serrano (del que guardo una agradecida memoria por sus clases de Historia Española Contemporánea en la Facultad de Ciencias de Información de la Complutense en mis años de estudiante) "hay dos imágenes de Larra. Una que, ligada a la fatal anécdota sentimental de sus amores con Dolores Armijo"  (que le llevó a ser diputado por Ávila, siguiendo los pasos de este amor imposible, y luego al suicidio, apostillo al respecto) "nos lo presenta como prototipo de un romanticismo convencional, formulado literariamente -antes de traducirse en el trágico desenlace de la propia existencia- en la novela El doncel de Don Enrique el Doliente y en el drama Macías. Otra que, trascendiendo el caso personal, entiende la desesperación de Larra como angustiado trasunto de una tragedia nacional, y aun, en un plano más vasto, de una indisoluble problemática humana, vivida intensamente por la sensibilidad exquisita del escritor"

Hoy me quedo con esta segunda imagen, traducida en el Larra periodista, en alguno de sus muchos pseudónimos como "Fígaro", "El pobrecito hablador" o el menos conocido de "El duende".

"Vuelva usted mañana" es, quizá, su artículo más conocido, fiel reflejo de la España en la que vivió, en la que la pereza era la médula espinal de un país dormido en sí mismo. Pero hay otros muchos artículos que bien pueden considerarse como piezas literarias, en esa frontera en la que la literatura y el periodismo se entrecruzan con resultados asombrosos. Otros artículos destacables son "El castellano viejo" o "El casarse pronto y mal", por citar algunos.

"Fígaro" no es un costumbrista a la usanza de los que en su época cultivaron este género, pues Larra consideraba a los periódicos como expresión literaria, como un movimiento que permitía difundir y renovar la literatura ambiente. No es un costumbrista puesto que va más allá de la mera descripción de esas costumbres, indaga en el origen y consecuencias de las mismas, utilizando la sátira y el humor para criticarlas.

 Larra fue un renovador del periodismo, pues con 150 años de diferencia podemos hablar del "nuevo periodismo" de Larra y de otros autores de su época frente al "nuevo periodismo" norteamericano. Sigue siendo asombrosamente lúcido asomarse a su obra periodística y descubrir que mantiene, pese al paso del tiempo, su frescura, su acierto, su estilo, la sensación de que no hay nada nuevo bajo el sol y de que algunos de los males que aquejaban la España de su tiempo lo siguen haciendo en nuestros días.

Periodismo del bueno, quizá del que se está perdiendo.

Fernando Alda Sánchez

Portada de la edición de Salvat Editores, que es posible encontrar por internet de segunda mano, por ejemplo en Alcaná Libros







martes, 24 de septiembre de 2019

De los hijos de Eolo




          1


Allí donde el Austro lame los sepulcros

y crecen umbelas de flores de perfume
intenso, imagina elegías, nocturnos,
epigramas, acres versículos
contra la fatalidad de los dioses
que tornaron su néctar por helado arsénico.


          2


Si Bóreas abate las coronas
enhiestas de nogales y acacias,
y junto a los veneros la adelfa
incita al peregrino a poner fin
a su viaje, ¿cómo no creer esta región
subyugada por el azote de los tiranos?


          3


Favonio arrastra sépalos calcinados
por el incendio de corolas al abrirse la luz,
alazán brioso que persiguiera
llamaradas, resplandores de ciudades,
cuando el olvido eclipsa la nostalgia.


          4


El Afeliota derrama el aroma del laserpicio
y el aceite sirio, levante que presagia
ínsulas o torsos de estatuas, oráculos
sibilinos, sonido de címbalos
y crótalos recorrer los tupidos montes.

Fernando Alda Sánchez


lunes, 23 de septiembre de 2019

El peregrino

De la gleba el gemido y los harapos

manto fueron y lágrimas del peregrino
extranjero, y su cansancio
reflejo en las lagunas que cercan
la raíz de la nieve y el vuelo de las aves.
Briznas de hierba perfuman aún sus sienes,
o sombra de sauce que guardan sus palabras
que esbozan sugeridos santuarios
donde es el heno yacija
parca y cobijo de inclemencias,
y sus huesos
flébil arcilla moldeada por la muerte.
No esperaba más de la vida
que el sol sobre su cabeza, el aire
limpio en el pecho abrasado,
y cañadas y caminos en los que transitar
su abandono. Pronuncia
nombres de ciudades dormidas en la niebla,
tórridos lugares,
la humedad de tupidos bosques:
dicen que si bajo el sayo se esconde
un príncipe, acaso un sabio,
por sus ademanes serenos y la certeza
del lacerado juicio, mas
él niega y sonríe,
apurando el vino agrio de las generosas
cepas, mientras canta por veredas y tabernas
a la voluble fortuna.
Sabe de la soledad en las encrucijadas
y del fúnebre tañido de campanas
en la noche: estrellas vespertinas
bordaron negros velos y se ha de buscar
el resguardo de la lumbre.

Fernando Alda Sánchez


sábado, 21 de septiembre de 2019

Búsqueda

La verdad es ciega. No tiene corazón. No tiene entrañas vestidas de sangre, ni el fuego amuebla con su trazo de reptil las estancias o hay rescoldos para mitigar el frío del alma. En el silencio está la creación, el acto de crear, como una fuente que mana sin atributos.

Quizá el hallazgo de un filo que recorre la médula, y escribes, o la belleza, hendido. Un ángel hiriera, no en la corteza, sino la savia misma. No se puede ver, el tacto es mudo, o sonidos que claman como sirenas en el engaño.

No es agua. Tal vez arena, o pétalos de flores, en la estancia. Y no hay escalas, ni está Jacob; ni los sueños son posibles. Solo el cierzo acompaña un largo amanecer, tal vez de años, con la luz prendida en los talones. Es ceniza, acaso extremaunción. Mas su ausencia, perfil oscuro, desciende en la garganta del alma, nido cálido o plumón, si la visión entrecortada.

La verdad toca deseos, abre caminos. Si caído. No amargura, el verbo adormecido que despierta y es nombrado, en un solo nombre, un encuentro. Acaso visión que quema. No hacen falta otros, tan solo para ti basta.

Fernando Alda Sánchez



"Un sombrero lleno de cerezas"

"Entonces, cuando el futuro se había vuelto muy corto y se me escapaba de entre los dedos con la inexorabilidad con que cae la arena en una clepsidra, me sorprendía con frecuencia pensando en el pasado de mi existencia: buscando allí las respuestas con las que sería justo morir. Por qué había nacido, por qué había vivido, y quién o que había plasmado el mosaico de personas que, desde un lejano día de verano, constituía mi Yo". Así comienza el Prólogo de "Un sombrero lleno de cerezas", de la periodista y escritora italiana Oriana Fallaci ( Florencia, 1929 - 2006) Esa es la clave de esa novela, la historia de una saga familiar desde finales del  siglo XVIII hasta las postrimerías del XIX, de la familia de Oriana.


La novela es un monumento literario, tiene fuerza, tiene interés humano, está maravillosamente escrita y narrada con maestría. El título viene de lo que hizo una de las mujeres que aparecen en el libro, pues para que la reconociese su futuro marido acudió a la feria en la que se iba a encontrar con él con "un sobrero lleno de cerezas". El título resulta revelador, pues no en vano las cerezas se entremezclan cuando están juntas, no se puede sacar sólo una, sino que salen en ramillete, unidas, entrelazadas, como la propia vida y la vida de cuantos nos rodean.

El relato fluye como un río, una corriente llena de vida, llena de historia, por la que desfila la familia de la escritora y personajes destacados de la historia italiana, especialmente en su periodo revolucionario.

Gozosa lectura, desde luego, un hermoso canto a la vida y a los antepasados, que conforman un complejo árbol genealógico que se va desgranando de forma prodigiosa.

Fernando Alda Sánchez

Os dejo la portada del libro en la magnífica edición del mismo de La Esfera de los Libros, Madrid, 2009, con traducción de Isabel Prieto.


viernes, 20 de septiembre de 2019

¿Habrá esperanza?

          Has escuchado la voz de los poetas antiguos, la voz del mar, de las estrellas, has amado, cautivado la sombra atrevida de la desnudez de lo absoluto y libado el salitre que los siglos dejaron como huella.

           La vida rasga sus ojos, se asoma como un felino que no conoce misericordia, y el fulgor de los zarpazos como llamaradas de sangre o carbones encendidos de ira te basta para saber que seguir vivo es arder en la memoria, o algo tan simple como mirar al cielo.

          Has escuchado la voz de los poetas antiguos, el nombre de la muerte, conocido los dédalos de la desesperación, has caído, hincado las rodillas, naufragado en el estiércol y la traición. ¿Habrá esperanza? preguntas con los ojos, mientras cae la tarde, y es verano y en la plaza el esplendor de la luz se ciega en lágrimas, o es el tiempo que rueda y se desgrana. ¿Habrá esperanza?







"Cantos de vida y esperanza"

"Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana".

Con esta bella estrofa comienza "Cantos de vida y esperanza" el poeta modernista Rubén Darío (Metapa, 1867 - León, Nicaragua, 1916). Estamos ante el libro de madurez del poeta, en cuya obra anida un sentimiento lírico con grandeza y finura. Así escribe este renovador de la poesía en español de finales del XIX y comienzos del XX.

Sus versos están llenos de música y de color, llenos de misterio, de dulzura, de imágenes nuevas y sorprendentes, están llenos de "azul", como el diría, y de sueños, pues en soñar, quizá, esta su esencia.

Con "Azul" Rubén Darío alcanzó la gloria. En 1892 viajó a España, en la que tuvo relación con los poetas y escritores de la época, pero no fue hasta su paso por Argentina en la que logra el triunfo con este libro, con el modernismo. Ahí comenzaría la larga influencia en la poesía española que posteriormente tuvo.

A "Azul" hay que sumar, luego, "Prosas profanas". Como el mismo poeta considera, en los dos primeros brotó su "primavera plena", encerrando en "Cantos de vida y esperanza" "las esencias y savias de mi otoño". Estamos ante un libro de madurez. En "Azul" está la raíz de su obra, de su poesía nueva, pero en los "Cantos" se culmina su obra poética, resumiendo en este libro su trayectoria vital, con un sentimiento de esperanza frente a lo trágico de la vida, frente a sus duros avatares.

De él mismo dice el poeta, en el prólogo del libro, que "al seguir la vida que Dios me ha concedido tener, he buscado expresarme lo más noble y altamente en mi comprensión; voy diciendo mi verso con una modestia tan orgullosa que solamente las espigas comprenden, y cultivo, entre otras flores,  una rosa rosada, concreción del alba, capullo de porvenir, entre el bullicio de la literatura".

Su poesía es desbordante, como en salutación del optimista, uno de sus poemas más conocidos:

"Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria".

Una poesía que va desde lo heróico hasta lo más íntimo, hasta ese otoño de la vida que el poeta presiente ya en su sangre:

"Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
Y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción".

Profundo lirismo, sabiduría de existir.
Os dejo con sus versos. En ellos hallaréis belleza.

Fernando Alda Sánchez

Para ilustrar la reseña, la portada de la edición que ha realizado de "Cantos de vida y esperanza"  Alianza Editorial



miércoles, 18 de septiembre de 2019

Mare nostrum

Has besado el mar con labios

de arena, y no encontraste
sino cadáveres, sirenas
fallecidas y al dios Neptuno
pudriéndose entre las algas
bajo el sol. En los acantilados
se consumen los huesos fósiles
de los náufragos, y el cantar
de marinos llora sal y tristeza;
las olas anidadas de gusanos
entierran las cenizas del viento:
encendidas gaviotas de sangre
alargan el vuelo sobre esta inmensa
tumba, tizones en soledad que el silencio
aviva con negro fulgor.


Fernando Alda Sánchez

"Poesía completa", William Blake

    "La belleza para Blake corresponde al instante en que se encuentran el lector y la obra y es una suerte de unión mística", escribió Jorge Luis Borges en el prólogo a la edición que realizó de la "Poesía completa" de William Blake (Londres, 1757 - 1827). La edición está incluida en la colección Biblioteca Jorge Luis Borges, Hyspanamérica Ediciones Argentina, Barcelona, 1986, que es la que guardo en casa. La traducción es de Pablo Mañé Garzón.

Efectivamente, en la poesía de Blake hay un profundo misticismo que se sustenta en el mundo mitológico que él fue creando a lo largo de su vida, un mundo poblado de divinidades que le convirtieron en un visionario.

Sus poemas son de una extraña belleza, fuera de los moldes de la corriente neoclásica que le tocó vivir históricamente. Blake es un hombre fuera de su tiempo, fuera de la historia, cuya obra comenzó a ser comprendida con posterioridad a su muerte. Como grabador resultan notables los realizados para algunas ediciones de clásicos, como "La Divina Comedia".

Es una poesía visionaria, simbólica, que nos conduce a mundos a mitad de camino entre lo real y lo soñado, poblados de imágenes extraordinarias. Realmente es un culto desbordado a la imaginación, en la que se sustenta la vida, incluso la del propio poeta.

Puesto que William Blake era grabador también, imagen y poesía van estrechamente unidas en su trayectoria artística, logrando una intensidad que plasma de forma misteriosa, pues abre puertas de forma inesperada a lo desconocido y cambiante que hay en la mente humana.

Es el lema de Thel, en el libro del mismo nombre:

"¿Sabe el Águila lo que está en el foso
o irás a preguntárselo al Topo?
¿Puede la sabiduría encerrarse en un centro
y el Amor en un cuenco dorado?"

Quizá el poeta se veía así:

"Mi espectro, como bestia salvaje,
vigila el camino de día y de noche.
Mi emanación, muy profundamente,
llora sin pausa por mi pecado".

Os invito a explorar con paciencia este mundo, a sumergiros en estas visiones, a intentar descifrar la indescifrable clave hermética de la poesía de William Blake.

Fernando Alda Sámchez

Portada de la edición de la que os he hablado




martes, 17 de septiembre de 2019

Crear

         Como el constructor de catedrales quisieras modelar la arcilla y la sangre, o levantar un templo todo cristal y altura, en el que la piedra se hace dócil junco, para ahondar en la memoria y dejar recuerdo. Y quizá una catedral imaginas en el sueño, vencidas las brumas de lo consciente, que pudiera ser un paraíso y otros admirasen, desde la terca realidad la pulsión que sigue haciendo mover la máquina de la vida.

          En esas misteriosas arquitecturas, edificaciones del infinito sobre cimientos de nostalgia y piedras preciosas, vela con la intensidad del náufrago que abrazado a un madero no quiere desfallecer ante la proximidad del día, la esperanza de perdurar, tal vez en las venas del que sería tu vástago, y dejase flores de recuerdo para templar el mármol y la soledad, en la larga noche de los cementerios.

          Crear. Así suena de rotundo el verbo, como si sólo fuese la palabra. Crear para vivir, y saber que el cierzo no incuba sus negros huevos cuando tus manos modelan o imaginas. Ese es el sueño, y acaso la condena, pues no sabemos si las ascuas que nos abrasan la mirada, son el último resplandor o solo el comienzo. Deja pasar el agua, que tampoco conoce su camino y está sola. Hay senderos, oasis, dédalos de la imaginación en los que hundir la fiebre. Y así contemplarás, en el abismo que media entre la lucidez y la locura, el nombre del arte y la desolación.

Fernando Alda Sánchez


"Luces de bohemia"

"Hora crepuscular. Un guardillón con ventano angosto, lleno de sol. Retratos, grabados, autógrafos repartidos por las paredes, sujetos con chinches de dibujante. Conversación lánguida de un hombre ciego y una mujer pelirrubia, triste y fatigada. El hombre ciego es un hiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales, Máximo Estrella. A la pelirrubia, por ser francesa, le dicen en la vecindad Madama Collet. MAX: Vuelve a leerme la carta del Buey Apis. MADAMA COLLET: Ten paciencia, Max. MAX: Pudo esperar a que me enterrasen. MADAMA COLLET: Le toca ir delante. MAX: ¡Collet, mal vamos a vernos sin esas cuatro crónicas! ¿Dónde gano yo veinte duros, Collet? MADAMA COLLET: Otra puerta se abrirá. MAX: La de la muerte. Podemos suicidarnos colectivamente".  Este es el comienzo de la primera escena de "Luces de bohemia", la genial obra del no menos genial Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866 - Santiago de Compostela, 1936).

Probablemente con el párrafo anterior ya está todo dicho sobre Valle-Inclán, que comenzó siendo un escritor modernista y acabó adscrito a la Generación del 98. Para mi es inclasificable.
"Luces de bohemia", publicada por primera vez en 1924, es la culminación de lo que Valle llamó el "esperpento", es decir, es el esperpento en estado puro, o una desmitificación de la realidad a través del humor, de la deformación de los personajes, a medio camino entre lo absurdo y lo trágico, quizá porque la realidad de la España del momento era triste y estaba traspasada de un pesimismo profundo y atávico. En el esperpento están, también, quizá, el sarcasmo de Quevedo y las pinturas negras de Goya, con sus especiales visiones del mundo, también en una España en ruinas.

En el esperpento, para mi gusto, está lo mejor del teatro de Valle-Inclán. Junto a "Luces de bohemia" es necesario citar el inovlidable "Martes de carnaval", conformada por tres piezas, y la colección de "Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte". Con estas obras inició, por su originalidad, su fuerza, su imaginación, una renovación del teatro español de principios del siglo XX, abriendo nuevos espacios y dimensiones escénicas.

Deliciosa y agria lectura, al mismo tiempo, son estas "Luces de bohemia", escritor de "triste figura", Estrella, una obra teatral lúcida como pocas en la que no hay hueco para respirar, casi, aunque sí una profunda ternura por los personajes que pueblan la representación, personajes que avanzan en medio de un viaje alucinado y alucinante.

Fernando Alda Sánchez

Portada de la más reciente edición de Espasa Calpe en la Colección Austral, a cargo de Alfonso Zamora Vicente





lunes, 16 de septiembre de 2019

Soñar del alma

      El espíritu desnudo, como un tapial de adobe, frente al sol que amanece. Como en el parto, primera luz, un paso nuevo en el mundo, de recién nacido, como cuando tocas el vacío, y eres lágrima, una frialdad, la Nada hilvanada en el Todo, igual que al caer una hoja se estremece el aire, en otoño.

       Y es agua, que mana del cielo, pero no lluvia, agua de una fuente escondida, enraizada en la arena, una pincelada transparente que Dios deja en el corazón de los hombres, el sueño de un ángel, un velo apenas, una neblina, escarcha o rocío que los dedos no tocan, que no se ve ni se adivina.

        Y sin embargo es de fuego, como espada, y camina o te anuda la garganta, o es un dragón furioso que en el incendio reparte cenizas en cada latido. Y no gusta de máscaras, ni de servidores, aunque tiende trampas, celadas muy ocultas, o despierta en medio de la noche.

         Cuando el aliento está entregado, ya en brazos de madera y soñar de tierra, es lo eterno, lo que de ti perdura, lo que no es de este mundo, ni del viento, ni cabe en una fosa o puede borrar la nieve.

Fernando Alda Sánchez





"La montaña mágica"

"Un modesto joven se dirigía en pleno verano desde Hamburgo, su ciudad natal, a Davos-Platz, en el cantón de los Grisones. Iba allí a hacer una visita de tres semanas". Este es el primer párrafo de "La montaña mágica", una de las grandes novelas contemporáneas escritas por el premio Nobel (1929) Thomas Mann ( Lübeck, 1875 - Zurich, 1955). Una visita que en el relato se convertirá en siete años, narrados a paso lento, con la serenidad y el distanciamiento que solo Mann es capaz de tener hacia la historia, hacia los personajes, hacia la vida misma.

Estamos ante un libro para leer despacio, muy despacio. Es, también, un libro para pensar mucho, pues en él hay, además de los avatares humanos que narra el autor, un repaso a las ideologías y pensamiento de principios del siglo XX, con la terrible crisis de conciencia que abrió la I Guerra Mundial. En verdad, con la "Gran Guerra" comenzó el pasado siglo que tantos desgarros dejó y tanta sangre vertió en todo el orbe.

Thomas Mann es un autor de sobrio realismo, sin concesiones al estilo, sin tregua para la invención de nuevas técnicas narrativas y, quizá, por eso mismo, resulta tan sólido y tan atractivo.

En "La montaña mágica" el ritmo narrativo avanza como lo hace la vida en los sanatorios antituberculosos, como lo hace en "Pabellón de reposo", del también premio Nobel Camilo José Cela, con lentitud, con abrumadora lentitud. Por eso es una novela para leerla despacio, cadenciosamente, para saborear la palabra y el mensaje.

Inolvidables son también, del mismo Thomas Mann, "Muerte en Venecia", absolutamente crepuscular, y "Doktor Faustus", toda una reflexión sobre el alma y la condición humanas, sobre el saber, el éxito, y el precio que un ser humano está dispuesto a pagar por alcanzarlos.

Fernando Alda Sánchez

Al tratarse de un clásico, hay multitud de ediciones. Como ilustración, os dejo la portada de la llevada a cabo por Edhasa


domingo, 15 de septiembre de 2019

La culpa

      En la aldea, recluido en estas soledades de Castilla que el tiempo no turba, mientras no olvidas y te desangras en espinas, lacerado ángel, y estéril es creer anónimo el recuerdo mientras por las tapias asoman sus dedos los fusilados.

       Si el viento de la tarde abrasara la memoria y pájaros libasen las sombras que circundan tus iris como cadenas, en la noche, al menos, el desasosiego oculto,  el aguijón del remordimiento no sería la verdad desnuda, que como acíbar te sabe.

       Pasión quisieras que irguiese en la culpa tu ceniza, vibrante brasa que borrara la estela del crimen. La luna cava en la conciencia como el filo de tu sable en la ejecución. Violenta fue la señal que llamó al fogonazo  y al estruendo, y el plomo tiñó de sangre y de rosas su trazado, para desnudar a diez hombres de la vida.

      Mas el viento de la tarde no abrasa la memoria, ni hay calma en este escondrijo final de silencio y abandono en el que nadie sino tú habita, como alimaña, huido del pasado y del perdón. Solo la culpa como una soga o gusano reseco te desciende por la garganta.

Fernando Alda Sánchez

sábado, 14 de septiembre de 2019

Un poema nuevo

Si con los ojos miras la sombra de un pozo, umbrío manantial que te acompañó en algún momento de flaqueza, como si un ángel te besase en la frente, o la mano de Dios que en su consolación de Padre acariciase tu nuca, entonces sabes de fatigas, del estertor del que cansado busca un bálsamo, acaso porque el corazón quedó roto al vivir, y en algún jirón late todavía la esperanza, que es como esa sombra de un pozo que ahora miras en soledad, sin tristeza, en la templanza que imprime al carácter el haber visto los ojos a la verdad, que es como un reptil de fuego, que abrasa y convierte los pensamientos en cenizas.

Acto sencillo, un instante, mirar la sombra de un pozo, y en la estatura de la profundidad, el hombre, que se sabe vivo e imaginado en el agua, como un poema nuevo, a punto de estrenar.

Fernando Alda Sánchez

"Jardín cerrado"

"En pie, delgado, altísimo
nivelador de vientos,
el material suspiro
de mi oculto silencio,
dejándome vacío
sobre la calle, expuesto
por falta de equilibrio,
al fácil atropello
del asalto de un grito
o del cruzar de un beso,
cansado, se ha evadido
del largo cautiverio,
desatándose al río
interior, de mi cuerpo".

Así comienza el poema "Árboles", que abre el libro "Jardín Cerrado", de Emilio Prados (Málaga, 1894 - Ciudad de México, 1962), integrante de la Generación del 27 y fundador, junto a Manuel Altolaguirre y otros poetas andaluces, de la importantísima revista "Litoral". El poema recuerda a otro de Gerardo Diego, sobre el ciprés de Silos, "Enhiesto surtidor de sombra y sueño/ que acongojas al cielo con tu lanza".

El poema bien puede ser una metáfora de la vida de Prados, que murió en el exilio en México, país al que fue tras la Guerra Civil española.

Tres etapas en su poesía. La primera, vanguardista, en la que publicó su primer poemario, "Tiempo", la segunda, de poesía social, con títulos como "La voz contenida", y la tercera etapa, la del exilio, con este "Jardín cerrado" que hoy traemos al blog, quizá la obra más representativa del poeta.

En esta tercera etapa se nota el peso del exilio y de la soledad. Así, escribe, en el poema "Sangre de la noche":

"Noche, en tu soledad,
parado estoy contigo.
Tu temor soy  tu piedra.
Tal vez tu corazón...
En ti duermo y me escondo,
en paz con tu silencio".

O en "Puñal de luz":

"Este cuerpo que Dios pone en mis brazos
para enseñarme a andar por el olvido,
no se de quien es.
                         Al encontrarlo,
un ángel negro, una gigante sombra,
se me acercó a los ojos y entró en ellos
silencioso y tenaz igual que un río".

Es el desarraigo, que habita en el alma del poeta, que en ocasiones parece estar esperando la muerte:

"Estoy aquí, preparado
a caminar por lo eterno
y a soportar el viaje
sin sed y sin llanto"

como escribe en "Invitación a la muerte".

Sin duda, "Jardín cerrado", es un libro de plenitud, de madurez poética, de versos esenciales, profundos, sentidos, de versos del alma que escribe y busca salidas. Así, en "Última sombra":

"La noche está levantada
como un gran muro de piedra
y el tiempo la está empujando
sin poderla derribar..."

Tengo en casa una edición de "Jardín cerrado" de la Editorial Losada, Buenos Aires, de 1960. Las páginas del libro amarillean. La encontré en un puesto de venta de libros en la calle, en Ávila, quizá por casualidad, hace ya muchos, muchos años. Es un pequeño tesoro, por las circunstancias del hallazgo y por la humildad con que fue editado. Así lo conservaré y lo recordaré, como recordaré la poesía de Emilio Prados, con vigor, con sentimiento.

Un "Jardín cerrado" es el poeta en soledad, que espera, en silencio, y que añora la existencia. Con él os dejo,

Fernando Alda Sánchez

Para ilustrar la reseña, la portada de la edición de este libro realizada por Cátedra, en Letras Hispánicas, a cargo de Juan Manuel Díaz de Guereñu.


viernes, 13 de septiembre de 2019

El viaje

          Con una mano casi muerta, después de tanto dolor, rasga el laúd, y en la llorosa música recuerda un viaje de argonautas, a lomos de mula, entre las paredes de adobe y el sol de Castilla, el cielo purísimo por bandera. ¿Hacia dónde?

          Campanas en el atardecer que nombran la nostalgia, la ceniza del hueso o la belleza de la rosa, que es sangre, y es vida, y caminos.

          ¿Un laúd en una choza? Aquí no hay princesas que cantar, ni amor cortés, ni melancólicos atardeceres, porque el invierno entre el adobe y el rescoldo de la encina se pasa recio, sin almíbares. ¿Y por qué no adornar de terciopelo el filo de la espada o vestir de perlas las espinas del zarzal? Aunque debajo de la piel los gusanos taladren túneles, y en el alma, vencidas, giman la pena o la culpa, es arte, malabarismo de poeta, y viajes, cruzando mapas, países, tinieblas y cañadas oscuras, como el salmista, vaciando palabras y enmascarando sentimientos.

          ¿Cuándo dirás la verdad? Que no hay final, solo el cielo arriba, la luz, el otoño abrasando los chopos o el trazo del ala de un pájaro que cae con la tarde.

      Si esa belleza llega a herirte, como la miseria, la ruin caída de los ángeles desterrados de este mundo, del valle de lágrimas, la mirada cortante del huérfano... si llega a herirte, si deja una quemazón, como el paso envenenado de un reptil o saurio de fuego, aunque nadie te escuche, sabrás de Dios, de lo eterno, de ese gusto, en los labios o el paladar profundo, a barro y a nada. Habrás rozado lo más oculto, ese ser hombre, en el sudor y en la frente, tras ser expulsado del Paraíso.


Fernando Alda Sánchez




   


"Obra poética completa", Ricardo Molina

"Hora de amor. Qué dios envenena mi alma
con labios que sonríen y ojos verdes
mientras la tarde en su jardín me encierra
y me incendia y abrasa con sus pájaros".

Así comienza el poema "Hora de amor", del libro "El misterioso amante", del poeta, prosista, traductor y profesor Ricardo Molina (Puente Genil, 1917 - Córdoba, 1968) uno de los fundadores de la Revista "Cántico", de Córdoba, que tanto supuso en la poesía de la postguerra española. En la aventura de esa revista estuvo junto a Pablo García Baena, del que también he hablado en este blog, y otros poetas de talla como Juan Bernier o Julio Aumente.

Guardo como oro en  paño en mi biblioteca la edición de las obras poéticas completas de Ricardo Molina llevada a cabo en dos bellos volúmenes por la Diputación Provincial de Córdoba,  en 1982, Granada, por Antonio Ubago, Editor. El lector también puede encontrar una edición completa de los poemarios de este cordobés en Visor, Madrid, 2007.

La poesía simbolista de Ricardo Molina es de una belleza encendida, de un lirismo sereno, de una constancia admirable, una belleza que no parece de este mundo. De él dice Dámaso Alonso, en el pórtico de la edición de las obras completas realizada por la Diputación, lo siguiente: "Ricardo, qué cantidad de armónica belleza nos has dejado. Yo leo tus páginas preciosas y el corazón me palpita con desconocida intensidad" y también que "tú eras el creador, y te has ido. Contigo se ha marchado lo activo acrecentador, ese manantial de tu emoción, ese volcán de tu belleza", a lo que añade: "Si estuvieras aún entre nosotros, crecería constantemente la densidad de nuestro ensueño, la intensidad de nuestra vida; con el aumento de tu poesía, hasta ser vida ya de poesía".

Eso es lo que encontramos en los versos de Ricardo Molina, la vida, la belleza, a raudales, con emocionada intensidad, pues

"La vida
murmura entre geranios
calladamente una canción muy honda"

como escribe en su poema "La casa", del poemario del mismo título, o dice en "Recitativo":

"En el más hondo abismo del golfo humano
hay algo secreto, profundo, inviolable,
allí donde las ondas oscuras nunca se mueven,
donde los ojos fosforescentes de la conciencia se apagan
y el pez ciego del deseo nada libre".

Gozosa lectura.

Fernando Alda Sánchez

Os dejo la portada de la edición realizada por Visor




jueves, 12 de septiembre de 2019

Ávila

     En el gozo de un patio entre naranjos, el agua en un manantial profundo que a umbría sabe, pinta ciudades con la espátula sobe el lienzo que se torna piel y estío mientras amanece. Pero, ¿qué ciudades? Acaso variaciones sobre una ciudad fronteriza, junto a un valle luminoso, ceñida de murallas, herida de torres.

    Allí la piedra es imagen del silencio y del musgo, o tal vez oración del Ángelus. Tortuosas calles que en su recuerdo sigue paseando como pobladas por la madre de la nieve, bajo un cielo tan claro y azul que entristecería al cristal. Y una catedral al fondo, con doblar de vibrantes campanas que ahora, en ese patio, tan al sur, enhebran las agujas de la belleza.

      Quisiera retornar siempre, y en el desvelo de la pintura un tizón rasga merlones sobre el adarve, mientras la piedra románica arde ensombreciendo al sol. Claustros, palacios, iglesias, un fulgir de la piedra en su propio recuerdo. No es un sueño, puesto que tiene nombre: Ávila.

      Y cuando el trazo erige torres habitadas de cigüeñas, garabatos en el aire, en el corazón una estela de luz caldea el destierro: volver. Y sus ojos se tornan espejos o un río que fluye, inacabado, en las entrañas del universo. No dejará de pintar el tuétano de esa ciudad de piedra, dormida en una incisión enamorada de su memoria.

Fernando Alda Sánchez


miércoles, 11 de septiembre de 2019

La verdad no tiene retorno

     Llaman las campanas a misa mientras la tarde se reclina con un sol de cenizas, y en los chopos arde una luz final de otoño y el campo sabe a sementera y a pájaros. Es la paz ciega que admira una mujer recostada en un calvario de piedra; sobre su cabeza las cruces se ensombrecen mientras se extinguen los ocres y el tiempo se torna negro, estrellado, en Castilla.

     En unos instantes sabrá de la lumbre, del pan encendido de aceite y del vino espeso, sabrá de la noche, y esperará, como desde el fondo de un pozo, el primer canto de un gallo en el transcurso del existir. Y hará memoria del día, desde lo hondo, como el Cristo que te mira en la penumbra de la ermitilla del otero, clamando por su abandono en Getsemaní. Todo estará en orden, y una candela arderá como señal. Ahora puede estar tranquila y esperar el final de los tiempos, toda vez que abandonó el fulgor del oro y del mundo.

    Sobre una tabla olorosa, cortada del más frondoso nogal, libros esperan, y en la lectura sangrará la vida, esa quemazón que en sus ojos cálidos, femeninos, despertará la memoria. Desde la ciudad y el artificio voces de regreso llaman, más ya eligió la morada y la verdad no tiene retorno.


Fernando Alda Sánchez



"Orgullo y prejuicio"

"Es una verdad reconocida por todo el mundo que un soltero dueño de una gran fortuna siente un día u otro la necesidad de una mujer. Aunque los sentimientos y opiniones de un hombre que se halla en esa situación sean poco conocidos a su llegada a un vecindario cualquiera, está tan arraigada tal creencia en las familias que lo rodean, que lo consideran propiedad legítima de una u otra de sus hijas". Así comienza "Orgullo y prejuicio", así escribía a sus veinte años Jane Austen (Steventon, Reino Unido,  1775 - Winchester -Reino Unido, 1817).

Hoy tenemos ante nosotros una novela y una escritora que no sólo pertenecen a los clásicos de la literatura inglesa, sino que también habitan entre los clásicos de la literatura universal. Hoy ha sido mi hija Elvira la que ha elegido el libro, la que lo ha buscado en las estanterías de la biblioteca de casa, pues ya llevaba tiempo insistiendo en que tenía que reseñar esta obra. Y lo hago con gusto, con sumo gusto.

"Orgullo y prejuicio" es mucho más que una novela romántica, por cierto, maravillosamente bien escrita por una novelista que domina a la perfección el oficio de escribir. Es un viaje psicológico a través del pensamiento de las mujeres de la época georgiana en el Reino Unido, en el mundo rural en el que Austen ha nacido y vive, un viaje a través del pensamiento de esas mujeres de las clases acomodadas de la Inglaterra rural que se encontraban aisladas, sujetas a las aspiraciones de un matrimonio con un pretendiente adinerado.

Pero si sólo fuera eso, la novela de Jane Austen sería simplemente una novela más. La autora, con fina ironía, sabe construir un perfil distinto de mujer, superando la aparente "inocencia" o candidez del cerrado mundo en el que vive y viven esas mujeres. Y eso es lo que la hace grande, la superación de los moldes, de los arquetipos sociales. No en vano, además, los personajes principales, Elisabeth y el Sr. Darcy, están abocados a superar el orgullo social del segundo y los prejuicios hacia él de la primera. Y todo ello narrado con una profunda inteligencia y una especial sensibilidad por parte de Austen.

Otras novelas de la autora en la misma línea son "Emma" y "Sentido y sensibilidad", que resultan, como "Orgullo y prejuicio", de una deliciosa lectura, por los personajes inolvidables que encierran, y por la proyección que la autora tiene de ella misma en el relato.

Fernando Alda Sánchez

Puesto que se trata de un clásico, hay muchas y buenas ediciones de esta novela. Traigo a esta reseña la portada de la edición de Austral





martes, 10 de septiembre de 2019

Escenas fronterizas




          1


Gualda el resplandor del aura

sobre las coronadas cabezas de reyes
antiguos; legión de estandartes
mordiendo el ácido páramo,
bífidos aceros
sobre los castillos de poniente
que espesan la luz.


          2


Brotan vergeles cuyos zumos recogen
frescas tinajas y el velar
subterráneo del agua en los veneros,
los tallos trepadores, naranjales
luminosos de opados frutos.


          3


Atalayas en los oteros y caballos
de ceniza y sangre; es la voz del juglar
la que relata un mismo sueño:
una raya de tierras hacia el sur,
hacia el sol, el mar y las playas arenosas.

Fernando Alda Sánchez


"Alzado de la ruina"

Hoy traigo a este blog, que ayer superó las diez mil visitas, en cuatro meses de vida, un libro hermosísimo como recuerdo a un poeta inclasificable,  que siempre he guardado en la memoria como un rescoldo, como una brasa viva de lo que es la buena poesía, de lo que son los buenos versos, del oficio de poeta y del arte de escribir, de soñar, de creer.

"Alzado de la ruina", de Aníbal Núñez (Salamanca, 1944 - 1987), poeta, traductor, artista plástico, por tratar de definirle de alguna forma, que escribe unos versos de una rara belleza que cautiva desde el primer momento, sin fronteras, a mi entender, entre el poeta y el pintor.

Lo descubrí en los años 80 del pasado siglo, no recuerdo con exactitud, antes del 85, eso seguro, gracias a los amigos que estudiaban en la Universidad de Salamanca (yo estaba en la Complutense, en Madrid), por un poema de Aníbal que me deslumbró, y que había sido editado suelto, sobre la emblemática y modernista Casa Lys de la ciudad del Tormes. Fue como un flechazo:

"Colgante llamarada oblicua hacia poniente,
a qué tanto derroche de joya que claudica
como si más belleza, belleza más terrible
buscase en la caída lo que fue demasiado
para la sordidez de habitación y sueños
de los profanadores de los que te entregaron
al abandono, hierro en flor, tibio cadáver, templo
donde liba el reptil y la palmera,
como irónico emblema de la supervivencia,
no cede ante el embate de las humillaciones".

Se trata de un largo poema, de un maravilloso y bellísimo poema, como se han escrito pocos, que también esta incluido en "Alzado de la ruina", Hiperión, Madrid, 1983.

Metáforas, simbolismo, lírica profunda, el misterio de vivir y de crear, en poemas que incendian por su belleza, por la maestría en el lenguaje de quien lo lleva dentro, lo amasa y enciende. Así, en "De un palacio cerrado orientado hacia el este":

"Al misterio dejemos las puertas de servicio,
los muros al jardín inexpugnable
a ver qué dice la fachada: entra
sol por los artesones, un rayo no previsto,
símbolo movedizo de entendimiento fácil:
tautología vil del deterioro".

O en "Noticia de la hidra en la ciudad dorada":

"Altas, desatendidas celosías,
miradores vacantes, patria apenas
de palomas huidizas cuyo mensaje, roto,
quien percibe lector de ajenas rúbricas
de tinta desvaía sobre legajos secos:
os hundís, la madera se echa a volar, cornisas
agrietadas cobijan a malezas".

Es todo un "Alzado de la ruina", un tratado de hermetismo, un viaje esencial hacia los ojos de la poesía, una forma de asomarse al mundo muy personal.

Fernando Alda Sánchez

Os dejo la portada de una antología sobre su obra, por si queréis conocer otros poemarios del mismo autor, editada por Cátedra






lunes, 9 de septiembre de 2019

¡Diez mil visitas!

Este humilde blog ha superado en el día de hoy las diez mil visitas. Se trata de una satisfacción muy grande para mí. Os agradezco el seguimiento que hacéis de las reseñas que voy dejando aquí y de los poemas propios. Para un poeta, para un escritor, es maravilloso tener lectores, MUCHAS GRACIAS POR TODO

Estatua de sal

No curiosa mujer, sino esa nostalgia

velada en los ojos que nunca se borra:
únicamente una mirada hacia atrás, entre la lluvia,
y el viento te cubrió de sal: ¿por qué
maldita? Por recordar, quizá
el dolor, o la umbría de tu jardín,
o el cielo, o una ventana en la noche
que atrapa el verano. Hoy no estatua,
montaña sí, o duna,
acaso caravana, y en tu memoria
una voz de regreso, mas nadie te llora:
bastante fue la aflicción de Lot.


Fernando Alda Sánchez


"El bosque animado"

Ahora que está próximo el otoño y que los bosques se van a vestir de oros viejos, por lo que se potenciará toda fuerza, no me resisto a traer hoy al blog "El bosque animado", de Wenceslao Fernández Flórez (A Coruña, 1885 - Madrid, 1964). Esta novela encierra todo lo mejor de la obra de Fernández Florez, que hace gala de una fina ironía y de un sabio humor en sus relatos.

La novela está ambientada en el bosque de Cecebre, en Galicia. La narración encierra toda la magia de esta tierra tan hermosa, con sus mitos, leyendas, personajes reales y fantásticos, en una atmósfera de ensueño.

La vida se entreteje, como las cerezas, y unos cuentos (de los que conforman el libro) nos llevan a otros envueltos en el misterio, en el sueño, en una especie de duermevela en la que es dificil distinguir los perfiles de los real y de lo irreal, aunque todo ello exista en la imaginación del autor y, por supuesto, del lector. Este libro, que recuerda mucho a la forma de narrar y a los ambientes oníricos de otros autores gallegos, como por ejemplo Gonzalo Torrente Ballester y su "Saga/fuga de J.B.", de la que, por supuesto, hablaremos otro día en el blog. Hay quien apunta que Fernández Florez es un precursor del realismo mágico que tanto proliferó en la literatura hispanoamericana de hace unos años.

En "El bosque animado" el lector es transportado como por ensalmo a otro mundo en el que se desdibujan las formas en medio de una niebla protectora y nutricia. En ese espacio, en ese pequeño espacio, habitan aquellos que animan el bosque, con sus vidas, sus leyendas, sus andanzas, y, como telón de fondo, la Galicia eterna, la Galicia mágica, la Galicia llena de simbologías que nos abren puertas y más puertas a otras dimensiones de lo real.

Es un libro delicioso, lleno de lirismo y de ternura hacia unos personajes que arrancan nuestra sonrisa al tiempo en el que los conocemos. Recuerdo ahora la magnífica adaptación al cine llevada por José Luis Cuerda que supo recrear el caldo de cultivo que se cuece en este lugar, en este bosque, y plasmarlo en imágenes con maestría.

Fernando Alda Sánchez


Como ilustración, os dejo la portada de Espasa Calpe en la Colección Austral.


domingo, 8 de septiembre de 2019

Variaciones sobre el ocaso

          1


Un río de jaspe fluye entre los cielos

blancos, roza apenas los cipreses
altivos y lacrimeantes, y sobre los templos
ejerce una pulsión de sangre: el agua
pasa y fecunda las sementeras.


          2

Entre los canales el ardor anaranjado
y pútrido del último sol, desleídos
pétalos de claveles o sombra de labios
anhelantes, un fulgor de topacios
deseados: la ciudad se adormece.


          3


Etéreas las colinas que esconden
la luz herida, venablos y saetas de mano
enemiga alcanzaron al ocre corzo;
tinto el oro de púrpura extingue el vuelo
de las nobles aves: lejos el horizonte.






jueves, 5 de septiembre de 2019

Yacente

Desde la sombra mira los caminos,

los altos puertos, las parameras,
el vuelo del milano o el rodar
del agua, y sueña con tristes
laberintos, con perdidas quimeras,
con el fluir de la sangre su paso
de fuego entre esos labios recién
abiertos que jamás besarán, y empapar la tierra:
allí yace, herido a espada,
abandonado en el lance peligroso,
esperando en el sol el último caer
de la tarde en sus párpados aún temblorosos.





"Poesías completas", Yorgos Seferis

Yorgos Seferis fue el primer escritor griego en obtener el Premio Nobel de Literatura. La Academia sueca se lo concedió en el año 1963. Nació en la todavía por entonces ciudad griega de Esmirna, en Asia Menor, en el año 1900. Falleció en 1971 en Atenas.

Diplomático de carrera y ensayista, su peripecia vital le llevó a París, ciudad en la que tomó contacto con la poesía francesa de la década de los 20. Posteriormente, en Londres, conocería a Ezra Ponund, Yeats y Eliot.

Fue fundador de la revista "Las nuevas letras", con título traducido en este caso al español, junto a Odysseas Elitys, también Premio Nobel año 1979, del que por supuesto ya hablaremos, y otros poetas helenos de la llamada generación de 1930. Fue conocedor de la obra de Kavafis, del que en sus inicios bebe.

En Seferis se funde el modernismo europeo con la tradición helenística de la poesía moderna griega. En sus versos utiliza la lengua hablada del pueblo, ofreciéndonos un conjunto poético de extraordinaria belleza y de intenso lirismo. Así, en su "Diario de A Bordo, II"

"Ha salido en  Alejandría la luna nueva
con la luna vieja entre los brazos
y nosotros, tres amigos, pasando bajo la Puerta del Sol
dentro de la tiniebla".

O en el poema "Nuestro sol"

"Este sol era tuyo y mío: lo hemos compartido.
¿Quién sufre tras la seda dorada? ¿Quién se muere?"


y en "Una palabra sobre el verano"

"Hemos vuelto al otoño. El verano
como un cuaderno que nos cansamos de escribir
queda lleno de tachones, de trazos abstractos
en el margen, de interrogantes.
Hemos vuelto a la estación de los ojos que miran
al espejo a la luz de una bombilla,
labios apretados, gentes extrañas
en las alcobas, en las calles bajo los turbintos
mientras los faros de los coches atropellan
millares de máscaras pálidas".

Ahora que estamos a las puertas del otoño, despidiendo al verano, siento un escalofrío. Es una poesía luminosa, vital, que busca la raíz del ser humano y su esencia.

Hay una edición de Alianza Editorial, en Alianza Tres, de las obras completas de Yorgos Seferis, Madrid, 1986, con traducción de Pedro Bádenas de la Peña que tengo en casa y es la que he utilizado para esta breve reseña que, por supuesto, es la que os dejo.

Fernando Alda Sánchez


martes, 3 de septiembre de 2019

Muros de Ávila

En estos muros tu lamento

anida, cuando el otoño
entrado hay presagios
funestos en los cielos, y el aire
huele a muerte y a sementera.
Alcanzarás libertad interior,
mira las aves, y desde las almenas
la vida imagina: destierro
tu existir entre estas torres, pues
peligroso fue tu rondar en teologías.

Fernando Alda Sánchez


"La golondrina en el cabrio"

"La golondrina en el cabrio", de mi querido amigo Jacinto Herrero Esteban (Langa, Ávila, 1931 - Ávila, 2011), sacerdote, profesor, poeta, recoge los poemas de una etapa de madurez del autor en los que viven los temas de su poesía de siempre, como la soledad, la libertad interior, el mundo clásico, la literatura, la fortaleza de espíritu, el diálogo con Dios, con formas depuradas. El libro fue Premio de la Editorial Anthropos en 1992.

Confieso que este hermoso libro me ha buscado en el día de hoy. Se ha asomado desde el anaquel de la biblioteca de casa y me ha dicho, "se que llevas unos días buscando libros de Jacinto Herrero, pues quieres escribir, al igual que los has hecho sobre José Jiménez Lozano,  sobre este autor al que admiras y con el que has mantenido amistad". Y así ha sido, aunque en la cabeza me rondaba reseñar otro libro de Jacinto, "La trampa del cazador", que guarda admirables poemas, o el "Solejar de las aves",  hermoso también, pero he encontrado de primeras el poemario que hoy traigo a colación. Para los que no lo sepan, ambos escritores nacieron en Langa y mantuvieron una larga y profunda amistad.

En casa tengo la primera edición del libro, dedicado por el autor de su puño y letra, y lo conservo como un tesoro. El título está  sacado de los versos de la Odisea "Y, tomando el aspecto de una golondrina, cogió el vuelo/ y fue a posarse en unas de las vigas de la espléndida sala", XXII, 239 - 240.

En muchos de los poemas del libro, con un fuerte lirismo, pero desnudos de todo artificio, hay un retorno a la memoria de lo vivido, desde la propia existencia, o desde la literatura,
como ocurre con este que lleva por título "Arturo", en referencia a la tercera estrella más brillante en el firmamento:

"Si regreso a la nieve; si aterida
por la escarcha, la hierba no señala
el camino de Langa hacia Rehoyo;
si es memoria diciembre; si soy chico,
y un mortecino sol muerde la niebla,
y el vaho de mi boca en la mañana
me calienta las manos con que busco
figurillas de barro mutiladas
para el belén; si todavía viven
la tristeza y el gozo emparejados
-como del leopardo y el cabrito
dejó dicho Isaías-, y aún me hiere
la muerte de un gorrión; si algún amigo
me queda y yo le escribo... Deja todo
Jacinto, y siéntate a la puerta; mira
ha de brillar en esta noche Arturo
más que el húmedo sol del corto día".

Este fue uno de los muchos poemas que Jacinto enviaba a los amigos por Navidad. En este instante son muchos los gratos recuerdos que me asaltan desde la memoria.

Y aunque no es Navidad, y aún falta mucho para que lo sea, hoy así le recuerdo, con su sonrisa, escuchándole en las clases de literatura o en los momentos de tertulia. Ahora que se acerca el otoño, no me resisto a dejar en el blog otro de sus poemas, incluido también en el libro, como el titulado "Dionisos":

"Años hacía que el otoño
no llameaba en violento
fulgor de ocres y de rojos.
¡Oh, álamos gualdos, febles sauces,
castaños como ascuas, rotos
sarmientos, libres ya del peso
de los racimos! ¿Serán sólo
mis ojos, vagos, o es Dionisos
que muere en estertores, loco,
pródigo en frutos? ¿Nos engaña
entre las ramas de los chopos
la flauta de Sileno? Lluvias
caerán con roce melancólico
que apaguen lentas las hogueras
de muertas hojas y rastrojos.
Pero los dioses naufragaron
y nadie aclara este retorno
al fondo oscuro del misterio".

Con lo dicho por el poeta, basta.
Como ilustración dejo en el blog la portada del libro, de la editorial Anthropos, Barcelona, enero de 1993.

Fernando Alda Sánchez






lunes, 2 de septiembre de 2019

Mirar la vida

Murió la noche en pavesas

y aún perdura un aroma de luceros,
cuando asomada al balcón
el alba deja en tu mirada la sombra del otoño,
y queda en ti el pesar
oculto de la soledad: ayer, entre los mirtos,
el aire oscuro y la tarde agua,
encendiste una oración,
acaso Dios abriera los cielos; y hoy miras
la vida que fluye y se detiene,
y anhelas una pasión
que te incendie las entrañas.

Fernando Alda Sánchez



"Platero y yo"

"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro". Así comienza "Platero y yo", de Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881 - San Juan, Puerto Rico, 1958), definido como el mejor conjunto de poemas en prosa en lengua española.

Como el propio poeta indica, "Platero" es una elegía andaluza; es, también, un libro escrito para los niños que los adultos debemos ver con ojos infantiles para encontrar su esencia. En el prólogo de 1914 Juan Ramón señala que "este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para ... ¡qué se yo para quién! ... para quien escribimos los poetas líricos ... Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien!".

Los poemas que integran el libro fueron escritos entre los años 1907 y 1916. En Moguer escribe Juan Ramón esta obra, que aparece publicada, por primera vez, de forma incompleta, en 1914, llevándose a cabo la edición completa de la misma en 1917, con los 138 capítulos breves con que cuenta.

Se trata de un libro hermoso, muy hermoso, lleno de lirismo, de la primera poesía modernista del poeta, un libro que ha sido traducido a todos los idiomas cultos del mundo. En él encontramos las confidencias de Juan Ramón con el asnillo "Platero", en medio de la luminosidad de las tierras del sur. Todo un canto a la vida, a la belleza, a la sencillez de la existencia en un pueblo andaluz. Allí arde la poesía con una llama limpia y transparente que llevará al poeta, que recibió el Premio Nobel en 1956, a sus nuevas etapas, especialmente a la de la poesía pura.

Así vamos descubriendo no solo a Platero y toda la inocencia que representa, además de sus aventuras, sino a Moguer, las gentes que viven en él, la naturaleza que lo desborda todo, en un ambiente transido de bondad y de amor por los seres más humildes. No en vano el libro está dedicado a la memoria de "Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol que me mandaba moras y claveles", como el poeta indica. Los mejores regales que se pueden recibir, sin duda. Y todo ello a través del alma del autor, sensible hasta el extremo, que se recrea en tanta belleza. Prosa y poesía enlazadas en un baile mágico.

Dejo al lector con el libro en la mano. Como ilustración para esta reseña, la portada del libro en la edición de Cátedra, a cargo de Michel P. Predmore, que considero muy acertada.

Fernando Alda Sánchez



domingo, 1 de septiembre de 2019

Dies irae

La ardiente arena sepultó ciudades

y fue el mar de la noche
o augurio que predijera el fin de los tiempos:
aguardan los sellos a Aquel que vendrá
a saltarlos, y fulgirán
trompetas al amanecer por encima de las torres.
No de oro los vasos que derramarán
la ira encendida, las ascuas
de la extinción, violentos
carbones que en la tiniebla sangrarán.
Verás en Harmagedón a las aves
saciarse en la carne de los tribunos,
de los reyes, de los siervos...

Sueña el eremita en silencio
mientras dibuja el dragón
o la gran ramera, y el viento
sosegado en los árboles, y el páramo
lejano al que bajan las estrellas,
presienten ya en sus huesos
la caída del alba.


Fernando Alda Sánchez


"Diario de Ana Frank"

"Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido hacer con nadie, y espero que seas para mí un gran apoyo". Así comienza Annelis Marie Frank, conocida como Ana Frank, el diario que escribió entre el 12 de junio de 1942 y el 1 de agosto de 1944, en Amsterdam, bajo la ocupación nazi y en pleno apogeo del Holocausto. Ana Frank nació en Francfort del Meno, Alemania, en 1929, y murió de tifus en el campo de concentración de Bergen-Belsen, también en Alemania, en 1945.

Tras la invasión por los nazis de Holanda, sus padres, comerciantes judíos que habían emigrado desde Alemania a dicho país, se ocultaron con Ana y otras personas en una buhardilla, para huir de la persecución que llevaba a cabo la Gestapo. En agosto de 1944 fueron descubiertos y llevados a campos de concentración. En el lugar de su encierro Ana escribió, con tan solo 13 años, su diario, que había proyectado como base para escribir un libro cuando finalizase la guerra.

El "Diario" de Ana Frank es, quizá, uno de los más hermosos y estremecedores que se han escrito nunca. Desde luego supone un testimonio en primera persona de todo el horror y toda la barbarie que asolaron Europa durante el nazismo y la II Guerra Mundial. Al igual que decía ayer que "Crimen y castigo" es un libro imprescindible, el "Diario" de Ana Frank también lo es, por motivos diferentes y similares, pues es una voz que se alza para recordarnos siempre lo que no debe volver a ocurrir, como descenso a los infiernos que es el relato que encierra el mismo, y porque es una búsqueda en el alma humana llevada a límites que quizá ahora no somos capaces de sospechar.

Siempre tendré en los ojos la imagen en blanco y negro de Ana, con su sonrisa ya inmortal. Siempre tendré conmigo, en mi espíritu, en mi alma, su voz, serena, lúcida, como un alimento necesario para seguir creciendo como persona.

Para los que queráis profundizar en el testimonio de las víctimas del nazismo os recomiendo el libro "El hombre en busca de sentido", de Viktor Frankl, del que ya he hablado en el blog no hace mucho tiempo. El fue un superviviente de uno de esos campos de concentración. La reseña está publicada el día 1 de agosto de 2019. El libro es también del máximo interés.

En la biblioteca tengo la edición de Plaza y Janés, con traducción de Diego Puls, Barcelona, 1998. No obstante, os dejo la portada de la edición de "Debolsillo".

Fernando Alda Sánchez