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| Foto: Fernando Alda |
XVIII
Entre las brasas de lo que fue el otoño
hallé los días enardecidos,
las horas junto al viento,
de su mano,
el sabor del vino nuevo
que hace renacer el esplendor
del deseo que espero.
No puede ser ya el carpe diem,
pero es el fulgor que retengo
en la mirada cuando recuerdo
el atardecer y el amor,
llamado a examen,
el rojo fruto de la paz
estallar, como unos labios
o una paloma de sangre,
en el lienzo, de un azul increíble,
de la mañana que se agranda.
Fernando Alda

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