A Yolanda
Alba
del tiempo,
Dios
nos puso juntos en su sueño,
tus
labios, Yolanda,
junto
a los míos,
en
el filo del corazón.
Hoy
te siento en la mirada,
en
la ternura de la piel,
en
la emoción del abrazo.
Nuestra
primavera de amor
granó
sus frutos,
tres
hijos, tres rosas,
Manuel,
Elvira, Irene,
que
crecen entre las flores
que
cultivamos en el trasluz
que
arde en el alma.
Cristo
sostiene este polvo
enamorado
que somos,
el
común respirar
de
la voluntad y el deseo,
es
la transparencia del espíritu,
la
nación del agua,
los
besos indecibles
que
nos amparan en el tiempo
y
la memoria.
Cómo
no amarte si has encendido
las
almenaras de mi reino,
si
diste nombre a todo
cuanto
he sido,
si
en la noche dejas prendidas
estrellas
que son hogar
y
futuro, si has borrado en mi
todo
rastro de las ausencias
y
el desasosiego, si la voz
me
tiembla cuando
pronuncio
tu nombre
y
vistes de versos y altura
la
mirada que me habita.
El
viento me devuelve
siempre
la canción que en ti respira,
el
retorno de las aves,
el
descanso y la sombra.
Fernando Alda Sánchez
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