Buscar este blog

martes, 10 de noviembre de 2020

Ínsulas en llamas, 29

 


XXIX


No hay silencio

en las flores muertas
que van ajándose
en este jarrón 
resquebrajado
que duerme
junto a la ventana.
No hay silencio,
solo la desolación de las lágrimas
que nunca fueron lloradas
o el vencimiento de un corazón
desmemoriado. ¿Hacia dónde
seguir si el viento
no hace gemir a las veletas?
No es renuncia,
es el espíritu deshabitado
de las caracolas en las que ya
no se escucha el mar,
la desolación que habita
en los ojos que presienten
la muerte y la ceniza,
el opaco resplandor de la ceguera,
el crepúsculo de la nostalgia
que va hundiéndose
en una copa de láudano.
Respiras el último aire
que se enciende en tus pulmones
con un crepitar
de fuegos fatuos,
de salitre y congoja,
como cuando la lluvia
cae en otra parte
y no nacen nuevos
recuerdos.

Fernando Alda

1 comentario:

  1. Precioso poema, lleno de analogías aplicables a los tiempos que vivimos.

    ResponderEliminar