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sábado, 2 de enero de 2021

Voy trenzando la mañana...

 


          En la nieve, la pureza del aire, la flor de la espera y la esperanza, el vuelo de esa avecilla que aterida busca consuelo en los desvanes en ruina en los que habita el abrazo que estamos esperando dar, ese que seguimos guardando en el pecho, bajo el abrigo, esperando que pase pronto este enero que ahora comienza, deseando, tal vez, que venga febrero con sus locuras, para que el sol tenga algo de fuerza y busquemos su cobijo, como si de un ensalmo se tratase, entonando por lo bajo la canción infantil de "sal solito, caliéntanos un poquito..." sabiendo que la primavera aún está lejos, por mucho que florezcan, equivocados, los almendros.

          Pero ya será abril, y luego mayo, y en ese sueño estamos, tratando de encender nuestros adentros con algún rescoldo que hemos sacado de entre las telarañas azules de la memoria, para rescatarlo de la muerte, que es como decir para ponerlo en marcha, para que prenda en la leña dura del recuerdo y nos evite la desolación.

         Es tiempo de lecturas, de recordar poemas, de buscar en el calor de un libro la tensión del relato, de buscar los cantos antiguos que han ido forjando el alma en los fuegos milenarios que mantenemos despiertos desde que los hombres se cobijaron en las cuevas. Es tiempo de leer y de vivir, no obstante, para que el espíritu no se nos encoja con los grados bajo cero que campan desatados en estas alturas abulenses, entre el cielo y la tierra, en estas cumbres que nos elevan.

        Y en el libro que tengamos en las manos, tal vez el espejo de la vida, la mirada que todo revela y que sostiene el pulso, para ir descubriendo, con la lentitud con la que caen los copos de nieve cuando no buscan la venganza que viene con la cellisca, el esplendor de lo que existe, de lo que es y se nos ofrece como una bendición en este tiempo en el que de la muerte volverá la vida.

         Me asomo a la ciudad, a esta Ávila que hoy parece Nínive lejana, y recuerdo a Jonás, al pez grande en el que viajó, y el tiempo me parece, bajo la albura de la nieve y la transparencia del hielo, como una cortina grande, de esas en las que siendo niños nos hemos escondido todos, asomando por el faldón los pies tímidos, que deseaban echar a correr para dar un susto a alguien. Allí escuchábamos las conversaciones de los adultos, y nos parecía que el mundo se había parado, que nosotros reinábamos en él, y que estábamos en el centro del universo, en el secreto mismo de todo lo oculto.

      Con estos remedios que la memoria me sirve en bandeja de plata voy trenzando la mañana, en la que el humo de la chimenea no acaba de despegar, pues parece no atreverse con tanto frío. Menos mal que el viaje es largo, que el paso no tiene prisa, y que el corazón sigue latiendo en estos rigores del invierno que ha venido a tomar posesión de sus reales.

Fernando Alda Sánchez


Nota:- La foto la ha realizado el que esto suscribe, ayer, día 1 de enero, en el que nos levantamos con la primera nevada del invierno vistiendo de forma tan hermosa a la ciudad de Ávila.


         

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