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Foto: Fernando Alda |
Lo que abarca el vuelo
de un vencejo,
el puñado de arena que cabe en la mano,
o el recorrido de una hoja
que cae de la morera del patio
en otoño,
como el respirar que alienta
cada amanecer,
así la sombra que no puede
alargarse más allá de la altura:
esos pasos tan cortos que damos
cuando aprendemos a caminar,
siendo niños,
y que nunca nos abandonan.
Fernando Alda
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