La tormenta, como una batalla.
Así la vida. Y luego,
toca recomponer paramentos,
repintar estucos, vidriar
ventanas, retejar
techumbres, encender el fuego,
como hago cada mañana,
para saber que estoy vivo
y que con el humo,
que se escapa por la chimenea,
se marcha algo de mí,
como el fulgor de la hierba
que luego se seca
y es arrojada al horno.
No quedará memoria,
salvo en los cielos.
Fernando Alda
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