La calandria, solitario testigo
de mi soledad, en el exilio
del mundo, tras lo que ha parecido
una derrota, pero no lo es.
Escribo hoy con un alfabeto
de palabras de búsqueda,
en los senderos de lo eterno
e intangible, a la par que el día
va dejando hilvanados retales de una luz
que parece nueva en las alas
de los vencejos. Esa es la certeza,
la estatura con la que sostengo
lo que viví, el sueño
que es ahora la infancia.
Fernando Alda
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