Va julio ofreciéndose en los cielos
altos, y espero una bendición,
o el aire redimido que aventa
mi libertad. Soy mortal,
y dudo, camino,
o escribo entre las amapolas
y los acianos unos versos
desmemoriados, que fueron
de héroes, de la lluvia y la escarcha
o tal vez de la belleza que contemplo
cuando el sol, oro
antiguo, deja sus racimos
en los aleros de los tejados de mi aldea,
como una ofrenda, un don
de sangre enamorada,
y en los cielos va encendiéndose,
sin prisa, la noche.
Fernando Alda
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