Mirar hacia lo lejos,
a las colinas, a la ermita en el otero,
al verde pinar,
al oro que espejea en los campos,
aguardando la siega.
Adivinar luego, como en un juego,
lo que será
invierno, la cellisca,
el lanzazo del hielo en el costado,
como el olvido
que se olvida, en una mesa,
tal un ramo de violetas,
sobre un poema, junto
al retrato en sepia de cuando fui un niño.
Fernando Alda
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