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| Foto: Fernando Alda |
XXII
No me habrá de importar
el lugar en el que darán
tierra oscura a mis huesos,
la fosa en la que depositen los despojos
fúnebres que seré,
si Cristo está conmigo, Él en su Cruz
y yo en la mía, ésta tan pequeña,
ya gloriosos por haber
resucitado a la vida que es para
siempre. No importarán
ni las lápidas ni los epitafios,
pues coronas de flores
serán entonces las estrellas
que alumbran el rostro del Padre,
el que ilumina mis pasos
inciertos, en las cañadas
de este valle de lágrimas tristes.
Todo se habrá cumplido. Estaré
sereno, cuando amanece
eterno y la muerte va vencida:
alba seré, el paso del viento.
Fernando Alda

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