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sábado, 13 de junio de 2020

Raíces


Se hunden las raíces de forma profunda
en la Historia, como tentáculos
de hielo. Somos muchos seres
humanos tratando de tocar los cielos.
No lo conseguimos. La fuerza
nos anima, nos sobrecoge.
Manos, brazos, sueños...
subiendo todos por una escalera.
Las nubes no nos dejan ver el cielo.
Tierras incógnitas, viajes
nunca realizados, urbes
imaginarias que la memoria
ha ido dibujando y la lluvia
borra ahora en la niebla.
Se nos escapa la vida entre las manos,
agua y arena, sangre y cenizas.
Vuelve la angustia de vivir
como vuelven los aparecidos:
Están en el viento, no tienen nombre,
ni ciudad, no les llaman,
son como pájaros
desnortados, como la desazón de amanecer
y saberse perdido
en medio de la perdición.

Fernando Alda Sánchez

miércoles, 10 de junio de 2020

Como incienso...



Como incienso ensalza la vanidad

perpetua que hincha los corazones
y se pavonea, perdido el recato,
en la turbamulta de pasiones
y cortejos vanos. En acíbar
se tornará tanto deslumbramiento,
tanta pompa, y el oropel
se verá en almoneda,
metal noble gastado
por el insistente tacto que el avaro
repite en ceremonia,
y tú aprendes en barroca
salmodia, nunca ajeno
a cuanto pudiera adornarte:
dinero, afeites, brocados,
que la carcoma habrá de arruinar
o romper con ira el que está desesperado.
Inútil el gesto al mover de forma
tan afectada la lánguida mano,
pues una guadaña, alzada
desde un sepulcro, cercenará,
sin misericordia,
tan feble pose, tan hueca
planta, tan frágil
resistencia que solo habrá de ser
polvo, viento en la mano.

Fernando Alda Sánchez

domingo, 7 de junio de 2020

Carta de mi hija




       Mi hija Elvira me ha escrito este texto por mi cumpleaños. Es una pequeña complicidad entre escritores. Por eso quiero compartirlo con todos vosotros.
F.A.

Es una tarde de lluvia interior, pero el cielo apenas está nublado. Es una tarde de aquellas en las que te dejas llevar por el murmullo de tus pensamientos y das rienda suelta a las reflexiones. Hoy, querido padre, mi mente evoca recuerdos desde la más tierna infancia hasta el mismo presente que vivimos. En la memoria perviven mis comienzos en el arte de la literatura, los pequeños pasos que di hacia una nueva realidad con tu mano como guía, descubriendo los secretos de la pluma, la tinta y el papel ocultos en mi esencia. Un regalo que llevas en tu sangre y yo en la mía, que en mis manos brota en forma de historias.


En estos momentos reflexiono sobre lo importante que es para nosotros el deleite de la escritura. Es nuestro mundo, un mundo único y singular que nadie más podría comprender. Una vez te lo pregunté, en una de nuestras charlas de literatura: “Papá, ¿no sientes en tu alma esa agitación, esa sensibilidad cuando fluyen las palabras?”.


Hemos sido dotados con la visión de aquello que nadie más es capaz de ver. Un escritor aprecia detalles más allá de los sentidos. Podemos ver el fuego que prende la lluvia, estremecernos con los rugidos de las montañas, sentir el respirar de los libros, llorar por los lamentos de los árboles, escuchar el cántico de los corazones. En nuestro mundo resplandece la luna cuando gobierna en el día y el sol pugna por invadir la noche. Los jardines se abren ante nuestros ojos, habitados por bestias sobrenaturales que muestran el camino y hermosas hadas que recitan nuestros versos. La inspiración impulsa nuestros pies y corremos por verdes praderas. Nos asomamos a los acantilados en busca de nuestra propia alma. Un mundo más allá de lo onírico, más allá de lo irreal.


Llevo toda mi vida a tu lado, pero, padre, ha sido en el momento en el que he descubierto mi verdadero ser cuando he podido comprender más lo que sientes en tu corazón. El mundo de cada escritor es único e inalcanzable, pero podemos entender el del otro, porque nos mueve esa chispa creadora que plasma nuestras visiones. No es un mundo triste y desolador, aunque en ocasiones dé lugar a batallas que devoran los verdes prados y tiñen de sangre el atardecer, pues es donde somos como realmente Dios nos hizo, y podemos mostrar una pequeña parte de este por medio de nuestras palabras. ¿No te parece maravilloso poder sentir lo mismo de tus personajes y la emoción de las historias? ¿No es una belleza inhumana presenciar cómo cobran vida los versos en tu mano?


Dios quiso que contempláramos este mundo para contarle a las personas lo que nosotros somos capaces de ver, a pesar de que solo tenemos la capacidad de mostrar un reflejo de este. Habrá personas que se fascinarán y otras que no entenderán nuestras visiones, pero eso no nos afectará. Podremos vivir en él y nadie jamás podrá arrebatárnoslo. No sé a dónde me conducirá mi escritura ni qué me deparará el futuro, solo espero que llegue adonde llegue estés tú conmigo. Mientras tanto, seguiremos con nuestras conversaciones de literatura.


Te quiero, papá. Gracias por ser mi mentor y por apaciguar mis tormentas.


Elvira Alda Peñafiel

sábado, 6 de junio de 2020

Un romántico inglés, William Wordsworth


          Para conocer a los poetas románticos ingleses es necesario asomarse a la obra de uno de los más importantes de ellos, como es William Wordsworth (1770-1850). Sugerente resulta en este asunto leer las "Baladas líricas" que escribió de forma conjunta con Samuel Taylor Coleridge (inolvidable su "Balada del viejo marinero", de la que ya hemos hablado en otra ocasión en este blog), pero hoy me referiré al gran poema "Preludio", compuesto por varios libros, según la versión a la que hagamos referencia.

          Existen dos versiones de este larguísimo poema, que podemos considerar como autobiográfico del propio Wordsworth, una correspondiente al año 1805 y otra la de 1850, publicada unos meses después del fallecimiento del poeta. En el poema está ya el germen de lo que será la poesía moderna, dado el lenguaje coloquial, antirretórico, que emplea, como reflejo de los personajes populares y humildes que ha elegido y que pueblan su obra.

         "Preludio" es, también, un poema filosófico en el que el autor nos va dando cuenta de su visión del sentido de la existencia y del mundo, y su evolución personal frente a los mismos, transido todo ello de una ética de la naturaleza, como si dijésemos que Wordsworth llevase una existencia horaciana en su Cumberland natal. Así, en el poema habitan los paisajes de esa comarca, conformando el telón de fondo, y el suelo, sobre el que encontramos la silueta y las raíces de una poesía que nos seduce desde el primer momento.

          El poema se inicia, en su libro primero, con la infancia y las horas de colegio del poeta:

"Oh hay bendiciones en esta suave brisa
Que sopla desde las verdes praderas y las nubes
Y desde el cielo: acaricia mi mejilla,
Y parece casi consciente del gozo que otorga
¡Oh, bienvenida mensajera! ¡Oh, bienvenida
       amiga!
Un cautivo te saluda, procedente de una casa
De ataduras, liberado de las murallas de aquella
      ciudad,
Una prisión donde había pasado largo tiempo
      emparedado".

    Cito la versión que del poema ha realizado Antonio Resines, Colección Visor de Poesía, Madrid, 1980, una edición que tengo en la biblioteca de casa y que recomiendo encarecidamente. En la misma se han incluido seis de los catorce libros de la edición de 1850 y de los trece de la primera,
siguiéndose el texto de 1805. Esta edición es de la que dejo la portada.

   En la lectura de "Preludio", que debe hacerse sin prisa, como debe ser toda buena lectura, es necesario ir empapándose por el poema, dejándose arrastrar por él, pues nos llevará a descubrir la belleza que encierra, especialmente para un lector apresurado del siglo XXI, no acostumbrado a detenerse a mirar paisajes y las vidas de quienes los pueblan.




   




       



Cenizas


Nunca completa la memoria,

desvivirse para respirar
siempre, anota en tu diario
el acontecer mínimo,
nada cambiante,
anota ángeles y demonios:
amontona, clarifica
recuerdos, como prefieras,
clavados o en vuelo libre,
en todo momento
lúcidamente presentes,
como hijos tuyos que son
y de tu infortunio
o de la gloria,
eternos mientras existes
y no halle en ti
ceniza la tierra que aguardas.
Después, solo silencio.

Fernando Alda Sánchez

sábado, 30 de mayo de 2020

Si la vida...


Sueñas con insectos, con personas

que no deberían estar,
con vidas que deberían haber sido.
En esta confusión resulta inútil
tratar de navegar, de establecer
rumbos, de planificar
singladuras. El tiempo
se desangra en vano, en un sacrificio
estéril, mientras contemplas
el horizonte que se hunde
entre espesa grisalla,
y los secretos desvelados
en los días presentes se transforman
en nuevos y más difíciles
arcanos futuros. El fin del mundo
se dilucida en un vaso de agua,
la esfinge no tiene a quien
preguntar sobre sus enigmas,
y los huracanes a penas son
una leve brisa vespertina.
Si la vida fuese así,
sucesiva y tranquila,
apenas el sobresalto de los crisantemos
al ser cortados, una palada
de tierra para ocultar vergüenzas,
si la vida fuese simplemente
un pasar la página,
un mirar a través del cristal
cómo el día avanza y se deshace
la luz, el abrir un sobre
que contiene una carta amable.
Si la vida fuese un aleteo de mariposas,
el color nunca pintado del amor,
un tramo de camino, la caricia
del sol al abrir los ojos
tras la siesta, si la vida fuese
vida, y no tormento,
y los insectos con los que sueñas
pudiesen ser reemplazados
por ninfas, por alondras,
por hierbabuena, si la vida
no se enamorase de la muerte,
si no vistiese su negra
túnica o reinase bajo su helada
corona, si la vida te concediese
los deseos, tener infinitos
deseos, y alumbrar un intenso
gozo, a perpetuidad, el júbilo
de un largo día, de una tarde
eterna de verano, el reloj
fugado, la sombra del olmo
abrazando la plenitud de ver,
de oír, de tocar,
si la vida se conjurase
para arder en ella y libarla
con sediento desenfreno,
si la vida...

Fernando Alda Sánchez

domingo, 3 de mayo de 2020

Cómo no amarte...










A Yolanda


Alba del tiempo,

Dios nos puso juntos en su sueño,
tus labios, Yolanda,
junto a los míos,
en el filo del corazón.
Hoy te siento en la mirada,
en la ternura de la piel,
en la emoción del abrazo.
Nuestra primavera de amor
granó sus frutos,
tres hijos, tres rosas,
Manuel, Elvira, Irene,
que crecen entre las flores
que cultivamos en el trasluz
que arde en el alma.
Cristo sostiene este polvo
enamorado que somos,
el común respirar
de la voluntad y el deseo,
es la transparencia del espíritu,
la nación del agua,
los besos indecibles
que nos amparan en el tiempo
y la memoria.
Cómo no amarte si has encendido
las almenaras de mi reino,
si diste nombre a todo
cuanto he sido,
si en la noche dejas prendidas
estrellas que son hogar
y futuro, si has borrado en mi
todo rastro de las ausencias
y el desasosiego, si la voz
me tiembla cuando
pronuncio tu nombre
y vistes de versos y altura
la mirada que me habita.
El viento me devuelve
siempre la canción que en ti respira,
el retorno de las aves,
el descanso y la sombra.



Fernando Alda Sánchez