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lunes, 11 de diciembre de 2023

La mirada inactual, 6 / Emaús

 


      En esta luz de ceniza que viene con la lluvia se consumen los últimos rescoldos del día. Será la noche. La espera y la esperanza, como ahora, que es Adviento, y retornan la mirada  de la infancia y la inocencia, que son las que conocen la Verdad.


       Se abren en la noche ventanas como ojos, y mientras escribo me tiembla la mano, en la emoción que salvará las ausencias, y, tal vez, una lágrima rodará desde los párpados y será una ofrenda, acaso una premonición.

        Desde los caminos llaman las ánimas con voces destempladas, como para decirnos que no todo se ha perdido pues, pese a que los restos del naufragio flotan a nuestro alrededor, aún hay tablas de salvación, para sacar la cabeza por fuera del agua y respirar y seguir siendo, seguir teniendo fe en medio de la batalla.

      Desde los cruceros Cristo nos mira, con los ojos velados por el musgo, y sigue llamando a la puerta de nuestros adentros. Él no pude abrir si nosotros no le abrimos. En ocasiones, solo lo hacemos al atardecer, incluso anochecido. Y le conocemos al partir el pan, como los de Emaús. Allí vamos, sin saberlo, en conversación con Él. Luego, nos arderá el corazón.

      Un poema de Navidad, para felicitar a los amigos, se va pergeñando en el cuaderno, como música extraña, o como el viento en las veletas a las que hace danzar y soñar, tal el espíritu de Dios al crear al primer ser humano y darle el alma. ¡Effetá! ¡Talita kumi! ¡Lázaro, sal! Y esa es la voz  que espero cuando dejen mis despojos en el sepulcro y no sea nada, y espere la vida eterna como ahora la espero, la voz quebrada, el alma en ascuas, viene el Amado, el Esposo. ¡Levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación! parece decirme el campo abierto, el rocío, el alba, el Sol que se levanta hasta lo alto, una tras otra,  cada mañana.


Fernando Alda

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