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martes, 5 de diciembre de 2023

La mirada inactual, 5 / Velos de lluvia

 



          Entre la lluvia y el viento caen desoladas las hojas de los árboles en tus bolsillos, que huelen a otoño, como las manos con las que abrazas la melancolía, mientras miras el fuego en su danza, y la boca te sabe a luces extrañas, a los días que se van consumiendo en un ocaso perpetuo, hacia el oeste, allí donde el día pierde el pie, y en el reloj de arena se ha detenido la última hora.

         Junto al barro la lluvia se lleva tu nombre hacia la nada, al extrarradio del ser, tal vez solo te queda la ternura, la imprecisión del croquis que te dieron al nacer, para ir viviendo, sin instrucciones de uso, a contracorriente, como es tu deseo.

          Con esta mirada de hoy despiertan rescoldos viejos, acaso de la infancia, tal vez de más allá, de cuando Dios nos ha soñado y aún no éramos más que en su sueño, y entre los lienzos o velos de lluvia vislumbras un destello, un fulgor, la luz de una velita, unos labios que se abren y dicen y cuentan historias antiguas, relatos de la Creación, cuando el mundo y lo que contiene se estaba estrenando.

         Llueve, como si no hubiera otra alternativa en el mundo más que la lluvia, como lo hace en estos versos de Vicente Aleixandre

"En esta tarde llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día de abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen solo.
Sólo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz, y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia"

y con las brumas del Atlántico, me llegan estos otros versos de Fernando Pessoa, que parecen un fado

"Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mi (de éste que soy)  reniego"

aunque habría que saber a cuál de todos sus heterónimos se refiere el poeta portugués. A todos estos versos vienen a sumarse los de Claudio Rodríguez, en su libro "Don de la ebriedad", en los que dice

"No porque llueva ser digno. ¿Y cuándo
lo seré, en qué momento? ¿Entre la pausa
que va de gota a gota? Si llegases
de súbito y al par de la mañana,
al par de este creciente mes, sabiendo,
como la lluvia sabe de mi infancia,
que una cosa es llegar y otra llegarme
desde la vez aquella para nada".

         En ocasiones, ahora que el día va acortándose, cesa la lluvia, y solo queda su esplendor entre la grisura de la tarde, que es como un espejo para la memoria y la soledad, y viene en sombras, pues dentro de muy poco habrá oscurecido, como el musgo en invierno, o como lo hacen las rosas cuando van a morir. 

         Con el sonido de la lluvia, estos otros versos, de Federico García Lorca, que resuenan en los claustros, perdidos, como siguiendo mis pasos que van apagándose en el atardecer

"La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de somnolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante".

          Así duerme, en brazos de la noche, esta lluvia que seguirá derramándose en el sueño, con la bendición y la gracia de los cielos abiertos y de las estrellas que encienden carbones entre las siluetas de otras manos que escribirán todas las tristezas. No olvidaré jamás la lluvia, ni su sonido, sobre el tejado mientras duermo. Es memoria.


Fernando Alda



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