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lunes, 3 de agosto de 2020

Camino de tesoros


      Hay ocasiones en las que los caminos se cruzan en la imaginación y en la realidad y nos ofrecen a aquellos que amamos la cultura un resultado sorprendente, pues entrelazan, por ejemplo,
arquitectura con literatura, además de unos hermosos paisajes castellanos, algo que por sabido no siempre es fácil de conseguir. Es verdad que muchas veces todo ello nos viene dado como de regalo, aunque en otras hay que buscar y, ya se sabe, que los que estamos permanentemente en esta tarea solemos encontrar tesoros allí donde parece imposible hallarlos.

       He vuelto, esta vez con toda la familia, a lugares en los que hacía muchos años había estado, para volver a resucitar en la memoria algunos esplendores románicos con otros literarios, de diferentes épocas, no menos importantes, pero que me estaban llamando como para querer salir a la superficie, como para querer aflorar. Comenzaré diciendo que nos fuimos hasta tierras burgalesas de un tirón, al Monasterio de Santo Domingo de Silos, en cuyo claustro te encuentras con flores románicas de una belleza que incendia, entre capitel y capitel y las escenas de los Discípulos de Emaús o la de la Duda de Santo Tomás. Allí, por supuesto, se escribieron las glosas silenses, que son, junto a las de San Millán de la Cogolla, las primeras manifestaciones del castellano escrito, y, por supuesto, puedes ver el ciprés, al que Gerardo Diego dedicara un soneto. Ambos, ciprés y poema, son ya universales:

"Enhiesto surtidor de sombra y sueño
  que acongojas al cielo con tu lanza".

      Soneto que, por otra parte, tuvimos la gracia de recitar completo mientras admirábamos el noble porte del ciprés en cuestión. Empezaba la jornada fuerte, pero lo que iríamos encontrando en el camino no sería para menos, con hermosos templos por ver, como en Mahamud o Castrojeriz, en el que entroncamos con el Camino de Santiago que nos llevaría, andando el día, hasta Carrión de los Condes, pasando por Frómista y Villalcázar de Sirga. Caminos que se entrecruzan en esta tierra que fue de batallas y fronteras.

       En Villalcázar nos esperaba, además de la iglesia de Santa María la Blanca, el rey Alfonso X el Sabio, con sus Cantigas a Santa María, inspiradas en una imagen de la Virgen que allí existe, entre otras muchas, a la que el rey tenía una especial devoción. Los poemas, escritos en gallego medieval, son de una gran belleza:

"O que a Santa Maria a mais despraz,
é dequen ao seu Fillo pesar faz"

que dice el rey poeta en la número XII.

     Por supuesto antes habíamos pasado por Frómista y visitado su Iglesia de San Martín, otra joya del románico, en Palencia, que tantos tesoros encierra,  que nos dejó deslumbrados por su perfección y maestría. Pero confieso que hoy voy de la mano de la literatura, así que ocasión habrá ya de que las obras románicas nos iluminen tal y como sus anónimos hacedores pensaron en su día. "Ut luceat et ardeat", que viene a ser que la obra de arte ilumine y encienda el espíritu de quien la ve. Prometo otra entrada en el blog.

    En Carrión de los Condes, también en pleno Camino Francés, nos esperaba Íñigo López de Mendoza y de la Vega, más conocido como el Marqués de Santillana que, además de militar fue poeta, y de los grandes, en el prerrenacimiento hispano. En su recuerdo, estos versos suyos de la serranilla tan conocida que aprendimos, pues eran otros tiempos, en el colegio

"Moza tan fermosa
non vi en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa".

      El plantel no podía ser mejor. Una delicia, pues habíamos llenado el alma de espíritu y de luz, además de con buena literatura.

     No lejos de allí hay otro municipio con alcurnia, como es Paredes de Nava, cuna de los Berruguete y de Jorge Manrique. Bien es verdad que no nos dio tiempo para acercarnos, pero el envite es posible de hacer si se madruga más de lo que nosotros hicimos en esta gloriosa jornada. No me resisto a dejar al lector unos versos de las "Coplas a la muerte de su padre" cuando dice que

"Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando..."

     Con este recuerdo dejo al lector. Espero que estas pequeñas pinceladas le hayan resultado suficientes para comprender el viaje que le propongo, a su ritmo y entender, un viaje casi inicático en el que hay sobrado deleite para los ojos y para el espíritu, contemplando y leyendo, que son dos buenos ejercicios para pasar los días de ocio estivales.

     Los caminos se siguen confundiendo en mi cabeza, parece obra de algún encantamiento quijotesco que en estos días de excesivo calor hace de las suyas y lía memorias en el presente, en un ejercicio de malabares que solo el que escribe puede entender. No obstante, en mi descargo, diré que la literatura suele ser así de caprichosa y suele venir entremezclada, como los rabos de las cerezas cuando tratamos de sacarlas de la cesta. Para aquellos que tengan la curiosidad de saber el origen desde el que salimos de viaje les diré que fue desde Ávila, hasta tierras burgalesas y luego palentinas. En el camino dejamos la villa ducal de Lerma, hermoso lugar también, pero que no habíamos incluido en nuestros planes. Cerca de Silos está Covarrubias, cuna de Castilla, de resonancias históricas y, para los amantes de la geología, el Desfiladero de la Yecla, que puede recorrerse en poco tiempo a pie. Al hablar de Covarrubias, y aunque nada tiene que ver con ello, no puedo dejar de acordarme de Sebastián de Covarrubias, que nació en Toledo, y nos legó su maravilloso "Tesoro de la Lengua Castellana o Española", publicado en 1611, y que fue el primer diccionario general monolingüe en Español.

Basta, que me pierdo más aún y no alcanzo orilla alguna.

Fernando Alda Sánchez

Nota: La foto que os dejo es de las Cantigas de Santa María, de Alfonso X,  y está sacada de la Wikipedia


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