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viernes, 5 de marzo de 2021

Querido lector, 12 / Tu retrato

 


               Querido lector:


                Hace tanto tiempo que no te veo que en ocasiones se me nubla tu imagen y tu rostro se asoma entre la niebla, cambiante, como queriendo hablarme, decirme algo, quizá saludarme, tan solo. Me gustaría que con tu próxima carta me enviaras una fotografía tuya, para verte con nitidez, y recordar lo que ahora parece dormir entre la bruma, junto al sueño y la vigilia, en una especie de duermevela en la que no se sabe bien dónde está la consciencia.

                 No te preocupes, son cosas que me ocurren a menudo. A veces me cuesta recordar, como si los rescoldos de la memoria no pudiesen volver a encenderse, a cobrar vida, a iluminar los adentros, pues para eso han sido concebidos. Recuerdo perfectamente nuestras tardes de lectura y de paseo, en las que me preguntabas, junto a los sotos del río Adaja, por alguno de los poemas que había escrito para ti, pues habrás de saber que todo cuanto escribo es para ti, todo te lo entrego, de mil amores, y mis versos te pertenecen. Sin tu lectura, sin tu reflexión, sin tu comprensión, sin tu sentir, yo no sería nada.

               Ahora sí, la primavera está cerca. La voy notando en la sangre y en los pájaros que vuelan de árbol en árbol, despertándose de la inocencia del invierno, buscando el amor, la compañía, la conversación, los trinos ajetreados que parece me están llamando desde todas partes. En el campo ya han salido las primeras flores en los prados de montaña, aún tímidas, como no queriendo hacerse notar del todo. Son una bendición, las aves y las flores, que nos recuerdan que la vida regresa siempre, pese a todo.

               Releo, casi a salto de mata, en estos días, la obra de Pablo García Baena, que no hace tanto que nos dejó. Qué gran poeta ha sido, como todos los del Grupo Cántico de mi querida Córdoba. Me siento, por suerte, como en su poema "Sueño de Adán":

"Dormido estoy, pues que dormir es esta
sombra que al primer barro me devuelve.
Dormido en el vergel de Dios, cansado
entre sus manos grandes que meciendo
van mi sueño, el jardín, la tierra oscura".

               Sí, me siento dormido en las manos grandes de Dios, dejándole hacer, moldear mi vida, pues así me siento libre, sin miedo a la muerte. Y es que, en ocasiones, uno se siente cansado y, como el poeta canta en su poema "Día de la ira", yo también digo

"Desnúdame, no tengo ya otra cosa.
El labio casi helado de besar tanta muerte.
Sájame la mirada, deja el ojo sin lágrimas
como una carne mísera, tibia para las moscas".

               ¿No te sientes tú así también, con tanta muerte como nos rodea por la pandemia de coronavirus que estamos padeciendo? Tal vez  solo nos resta preguntarnos

"¿Qué esperas del oráculo, Pablo García Baena,
si tu vida es recuerdo, tapiado columbario
donde un cadáver turbio se deshace
celosamente embalsamado por ti de algalias olorosas
y están tus pasos numerados como un libro
que dudoso repasas a la lámpara
y donde solo falta el colofón 
y las exequias en final viñeta?"

               Así se nos va la vida, a chorros, entre el deseo y la voluntad,  aunque siempre nos queda la poesía:

"Quizá si por la orilla brilladora,
pie desnudo, bajara
donde leve seda el mar plisa,
fulgirías magnolia catedral al reverbero
bruñido de otros días, monte oscuro,
lasciva roca amante enamorada
ante la luz total absorta en dicha"

                 tal canta en "Memoria del olvido", y no puedo evitar saltar a otro de sus poemas, dedicado éste a San Juan de la Cruz, "Noche oscura", en el que nos recuerda que

"Solo es real el vaso rebosante
de mi sed, aunque el agua está manando
y es noche para siempre, noche oscura"

en la que tal vez el Amado nos espera, aunque sea de noche, y el agua que mana de la "fonte" escondida nos lleve a la región más transparente, esa que buscamos desde que nacemos, para hallar la paz, el consuelo, el Amor más grande.

                Con estos y otros versos, tan hermosos y fascinantes, te dejo. Estás en buenas manos, no lo dudes. Otro día te hablaré de todo cuanto bulle en mis adentros, que quiere brotar, como si la larva hubiese terminado de transformarse en la crisálida y la mariposa tuviese un deseo ferviente de salir y comenzar a volar, amando todo cuanto nos circunda. Así mi corazón, que te anhela.

               Tuyo por siempre

Fernando Alda Sánchez

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