Desde la ventana has visto caer la última hoja de ese árbol de sueños que aún crees te ampara en estas noches de otoño en las que la vigilia te abre aún más los ojos, que quieren absorber la oscuridad, como para que vuelva a clarear y regrese el alba, la amanecida liberadora de las tinieblas y en ella encuentres consuelo.
Esa primera luz es también el primer aire, como los que estrenaron e iluminaron el mundo en la Creación del mismo, y me hablan de Dios, y de vida y existencia, que aunque ya parece mas un canto rodado que una roca, pudiera ser que también la estrenase, con cada nuevo día, como si todo fuese nuevo en manos de Cristo, que me alza y levanta mi cabeza y me devuelve la dignidad que las sombras han tratado de arrebatarme, sin éxito, por cierto.
Y con la amanecida, la alegría, el fuego que vuelve a humear en la chimenea, y todo se enciende, tal la primavera, y es signo de vida en el paisaje, de que otros habitan también estas soledades en las que parece perdido, buscando ínsulas en los archipiélagos del habla.
Como una liebrecilla asustada en campo abierto, a merced del cazador, en ocasiones el alma, que evita el tiempo y sus redes y telarañas, para recrearse en lo que es eterno y sabe de honduras, de aguas profundas y manantiales, de pájaros solitarios que vuelan a lo Alto, más allá de la noche y de las estrellas, como nos cuenta San Juan de la Cruz
"En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada"
o estos otros de Vicente Huidobro
"Días y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde cantas
Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo
Te has perdido entre las lágrimas"
Hay rescoldos en el reloj, en la noche, como lágrimas que no se vertieron, y siento que van cayendo en la desmemoria y el olvido, como vencejos que no regresarán o vientos que perdieron el camino junto a otros aires extraños, en la impaciencia de no encontrar el acomodo necesario en el retablo del mundo.
Fernando Alda
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