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jueves, 5 de agosto de 2021

Duele el aire...

 


Duele el aire que espera

para entrar en tu almario,
en la caja de madera
oscura, como el buzón
en el que se depositan las cartas
que no recibirás nunca,
en la que guardas
los botones para abrochar el alba,
unas alas de mariposa, el esplendor
de la hierba, el fulgor nítido de las flores,
un sello de caucho viejo, con un ex-libris
olvidado,
un pedazo de aquella sombra del tilo
que en una tarde luminosa de estío
te dio cobijo, un frasquito
de perfume vacío, el papel
arrugado en el que aún late
un poema de amor, una lupa medio rota,
los pétalos de la sola rosa
que abre la celeste mañana
a todas las esperanzas.
Entre las canicas de cristal,
colores que son memoria
de infancia, cuando el mundo
se estrenaba cada tarde,
al regresar del colegio,
y la vida se ofrecía
como un abanico
que restauraba las heridas
que había dejado, ya tan pronto, el tiempo
en los ojos, y eran nuevos
los sueños, y la muerte,
que parecía antigua y solitaria,
tan sin amigos,
vivía muy lejos, más allá
del sol naciente, de las montañas y las estrellas.

Fernando Alda

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