Me asomo al ojo del pozo,
su pupila profunda,
el mirar de lo hondo
que sube a buscarme
en la bendición de la luz
que celebra la libertad.
En el anillo del brocal,
una maceta azul con geranios,
la pincelada que en la mañana
dejan unos lirios,
y pienso entonces que la nieve
vendrá algún día a besar estas orillas,
y que será invierno en mis sienes,
que van cansadas y buscan la sombra
de la higuera, la que no corté
aunque estaba seca, esperando
sus frutos posibles, pues dejé en sus ramas
prendido un deseo al alba,
que será, tal vez, la belleza de las prímulas y promesa.
Arrojo al fondo oscuro mis días,
como una piedrecilla
blanca y tibia, esa que recogí en el paseo de la otra tarde,
por el camino del oeste,
cuando regresaba con el viento
que hacía ondear en mi camisa
los sueños, tal una bandera,
la celebración de existir,
y me quedé dormido como lo hace el centinela
que trata de ver en la noche,
tal vez, otra vida, otra casa, otro beso, que no llegan.
Fernando Alda
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