Entre la niebla,
el esplendor de una flor de fuego,
la voz que convoca en el amanecer
incógnito, acaso
la mirada que vas dejando
entre los restos de las nubes
que ardieron en el último
atardecer. Son recuerdos
cómo pétalos de rosas
que se ajaron en jarrones
olvidados, la mano
temblorosa con la que acaricias
la inútil espera de la nieve
o la sinrazón.
Fernando Alda
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