"Sinuhé, el egipcio", de Mika Waltari (Helsinki, 1908 - 1979) es una de las mejores novelas históricas que se han escrito nunca. Publicada en 1945 en Finladia, es de un rigor prodigioso, siendo ya un clásico antes de que este género de novelas cobrase el auge que tiene en nuestros días.
Personalmente creo que se trata de una obra maestra en todos los sentidos, por el vigor de la narración, por la plasticidad del lenguaje, por la fuerza de los personajes históricos o no que aparecen en sus páginas, por la destreza en la descripción de vidas, paisajes y usos comunes en la vida de Egipto en la época del faraón Akenatón y la convulsión que vivió la tierra del Nilo durante su reinado.
"Sinuhé" es una novela con mayúsculas, escrita con virtuosismo, documentada hasta en el último detalle; es una novela coral, una novela que traspasa el tiempo, pues es el reflejo de las pasiones humanas en la época del relato y en la traslación que podemos hacer a cualquier tiempo.
La leí, bajo préstamo de su legítimo propietario, hace muchos, muchos años, y la recuerdo como el primer día, con una nitidez absoluta que sólo consiguen mantener a lo largo del tiempo las obras que se han escrito con verdadero genio de escritor, cuidando hasta el último detalle.
"Yo, Sinuhé, hijo de Senmut y de su esposa Kipa, he escrito este libro. No para cantar las alabanzas de los dioses del país de Kemi, porque estoy cansado de los dioses. No para alabar a los faraones, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo. No para halagar a los dioses, no para halagar a los reyes, ni por miedo del porvenir ni por esperanza. Porque durante mi vida he sufrido tantas pruebas y pérdidas que el vano temor no puede atormentarme y cansado estoy de la esperanza en la inmortalidad como lo estoy de los dioses y de los reyes. Es, pues, para mí solo para quien escribo, y sobre este punto creo diferenciarme de todos los escritores pasados o futuros". Así comienza el libro. Como lectores hemos dado los primeros pasos de un largo viaje que nos llevará a recorrer el mundo conocido de aquellos años.
Compré, mucho después de su lectura, una edición de "Sinuhé" de la editorial Orbis, de 1988, perteneciente a una colección denominada "Biblioteca de novela histórica", con la traducción de Manuel Boch Barret, Barcelona.
Hay varias ediciones de esta obra en español con buen nivel. Os dejo la de Plaza y Janés.
Fernando Alda Sánchez
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martes, 9 de julio de 2019
lunes, 8 de julio de 2019
El navegante: destierro y mar
Cínifes ahogados o detritus de sándalo
en el fondo dulce de un jarro,
olorosa pulpa, espesores
tangibles de una lenta depredación,
como ir descubriendo la muerte
en el rasgar rugoso de la pluma
con la que escribes una tarde de septiembre.
Levadizos cielos de sanguina mate
a tu espalda, surtidores de engaño;
babeles granate que resistieran
el acoso incesante de vulgares
coleópteros inmersos en un perfume
desigual de abandono.
Alguna parte diera igual:
como no vivida o tan solo soñaras.
Navegaciones por mares de un metal
rabioso, horizontes tersos, y hacia la costa
ciudades de vigorosas cúpulas,
que ahora en el papel se adivinan misteriosas.
Azaroso, renqueante, el trazo débil
de la tinta que dibuja países hostiles,
sucesivos naufragios y venganzas:
aquello que el salitre
sepultó en herrumbre.
Olivos y cedros sagrados espesan
el aire, y el voluptuoso jardín
es ahora playas, verdosos arrecifes,
camastros donde secaste la poca esperanza
que aún te alzaba: regresar.
Sabes que ahora es inútil escribir;
vendrá la muerte a besarte y es como un oleaje
de algas o acaso escolopendra
acariciante, un plancton húmedo
que asciende y ahoga.
El Austria no supo perdonarte,
y sin embargo no fue tradición:
dijeras a pecho que el reino lo esquilmaban,
que no había quien trabajara los campos,
que el oro iba lejos a fortunas
ajenas, que era la miseria
y el Nuevo Mundo no bastaba.
Atrás quedarán los validos,
la Corte de Madrid:
el Mediterráneo es ahora tu camino.
Primero galeras, en Argel
preso, y más tarde corsario
sin bandera y hoy aquí, varado,
testimonio del fuego
y la más atroz desidia:
no entrarás en España.
Habrá de ser el Líbano tumba y reposo,
las lomas áridas y los pedregales,
el áspero desierto. Recúbrete
de la umbría de estos árboles,
del fluir del manantial y su sonido
entre las columnatas del palacio,
porque luego vendrán el sol y la arena,
lenguas ardientes que te lamerán la huesa.
Brota el pasado en el pergamino,
mas la vida ya se extingue; cansado vas
para someterla a freno: la vista
hacia lo alto, profundo e inmenso,
buscando el rostro de Dios.
Estas flores solas, algún día, sin aroma,
serán tu nostalgia sobre el mar.
Fernando Alda Sánchez
en el fondo dulce de un jarro,
olorosa pulpa, espesores
tangibles de una lenta depredación,
como ir descubriendo la muerte
en el rasgar rugoso de la pluma
con la que escribes una tarde de septiembre.
Levadizos cielos de sanguina mate
a tu espalda, surtidores de engaño;
babeles granate que resistieran
el acoso incesante de vulgares
coleópteros inmersos en un perfume
desigual de abandono.
Alguna parte diera igual:
como no vivida o tan solo soñaras.
Navegaciones por mares de un metal
rabioso, horizontes tersos, y hacia la costa
ciudades de vigorosas cúpulas,
que ahora en el papel se adivinan misteriosas.
Azaroso, renqueante, el trazo débil
de la tinta que dibuja países hostiles,
sucesivos naufragios y venganzas:
aquello que el salitre
sepultó en herrumbre.
Olivos y cedros sagrados espesan
el aire, y el voluptuoso jardín
es ahora playas, verdosos arrecifes,
camastros donde secaste la poca esperanza
que aún te alzaba: regresar.
Sabes que ahora es inútil escribir;
vendrá la muerte a besarte y es como un oleaje
de algas o acaso escolopendra
acariciante, un plancton húmedo
que asciende y ahoga.
El Austria no supo perdonarte,
y sin embargo no fue tradición:
dijeras a pecho que el reino lo esquilmaban,
que no había quien trabajara los campos,
que el oro iba lejos a fortunas
ajenas, que era la miseria
y el Nuevo Mundo no bastaba.
Atrás quedarán los validos,
la Corte de Madrid:
el Mediterráneo es ahora tu camino.
Primero galeras, en Argel
preso, y más tarde corsario
sin bandera y hoy aquí, varado,
testimonio del fuego
y la más atroz desidia:
no entrarás en España.
Habrá de ser el Líbano tumba y reposo,
las lomas áridas y los pedregales,
el áspero desierto. Recúbrete
de la umbría de estos árboles,
del fluir del manantial y su sonido
entre las columnatas del palacio,
porque luego vendrán el sol y la arena,
lenguas ardientes que te lamerán la huesa.
Brota el pasado en el pergamino,
mas la vida ya se extingue; cansado vas
para someterla a freno: la vista
hacia lo alto, profundo e inmenso,
buscando el rostro de Dios.
Estas flores solas, algún día, sin aroma,
serán tu nostalgia sobre el mar.
Fernando Alda Sánchez
"Diccionario de símbolos"
Aunque ya he comentado el libro de poesía "Del no mundo", de Juan Eduardo Cirlot (Barcelona, 1916 - 1973) , en este blog hace unas semanas, no me resisto a traer ahora su "Diccionario de símbolos", por lo que el libro representa dentro de la cultura española, por el carácter único que tiene en su género y por que creo que es una obra imprescindible para conocer mejor la cultura en la que estamos sumergidos, especialmente cuando hablamos de poesía y de arte.
El "Diccionario" apareció publicado, por primera vez, bajo el título de "Diccionario de símbolos tradicionales", en Luis Miracle, Barcelona, 1958. Con el título actual fue editado por Labor, Barcelona, . En la actualidad la edición corresponde a Siruela, a partir del año 1997; ya van por la veintiuna, del año 2018. Está bellamente editado tanto en tapa dura como en rústica, con profusión de grabados que lo hacen no sólo más hermoso, sino también más interesante y útil. Fue traducido al inglés en el año 1968.
Es un libro para "perderse" en él en el amplio sentido de la palabra, para buscar entre sus laberintos, para tratar de encontrar respuestas a tantas preguntas como los símbolos ponen delante de nosotros, para bucear en él, para leerlo poco a poco, a retazos, para investigar con él. Creo que es una obra imprescindible para comprender no sólo la poesía simbólica, sino toda la poesía.
El propio autor indica en el prólogo de la obra que "nuestro interés por los símbolos tiene un múltiple origen; en primer lugar, el enfrentamiento con la imagen poética, la intuición de que, detrás de la metáfora hay algo más que una sustitución ornamental de la realidad; después, nuestro contacto con el arte del presente, tan fecundo creador de imágenes visuales en las que el misterio es un componente casi continuo; por último, nuestros trabajos de historia general del arte, en particular en lo que se refiere al simbolismo románico y oriental".
La obra es profunda y compleja. Es un trabajo prolongado de erudición que nos ayuda a abrir muchas ventanas a la representación simbólica de la realidad y de la imaginación.
Esta es la portada de la edición de Siruela
Fernando Alda Sánchez
domingo, 7 de julio de 2019
Nacimiento onírico de una ciudad perdida
1
Imagínate la piedra como un vuelo
de párpados, mirada o ascensión;
palidísima efigie del sueño
en el tránsito de la memoria
o ciudad erigida sobre el cielo.
Ciudad de Dios.
Una floración crepuscular de cimientos
despertando con el sonido de la trompeta
y el ángel, paramentos alados,
un izarse prodigioso de cúpulas,
dinteles, pináculos, hilvanados de deseo,
remordidos por la pasión.
2
Acaso la conciencia de haber ardido,
las flores funerales que alimenta
la nostalgia, los caminos
y las noches incesantes, el retorno de la sal
a las encías de la lluvia;
es el canto del gallo que traiciona.
Nace dentro de ti: el arco de las calles,
tejados maleables, atalayas,
lenguas y espaldas retorcidas,
un contorno de hidras y anémonas feroces.
Inicio de veletas, las primeras aves,
zureos nerviosos: a raíz te duele,
aún pervive la derrota, la voluntad del ácaro.
No basta tomar de los cementerios
los muertos más ilustres, ni renunciar
al aire: necesitas un corazón
que se asome en cada ventana,
miradas que celebren la luz, un júbilo
sonante en la palabra y la victoria.
Ahora sí, hay manos y signos,
voces unánimes en los atrios.
Esa es tu ciudad,
dale tu nombre.
Fernando Alda Sánchez
Fernando Alda Sánchez
"Sepulcro en Tarquinia"
"Sepulcro en Tarquinia" es el tercer libro de poemas queha escrito Antonio Colinas (La Bañeza, 1946), uno de los poetas del movimiento de los "novísimos", un libro que, a mi juicio, de forma más temprana comenzó a definir su obra. Es un libro bellísimo, para los amantes de la buena poesía.
Antonio Colinas no precisa de carta de presentación. Es uno de los grandes poetas actuales en España. Ha recibido multitud de importantes premios y en él se conjugan con perfecto sentido vida y literatura. Además de poeta, es ensayista y traductor. Después de "Sepulcro en Tarquinia" han venido otros hermosos libros de poemas, que, seguro, algún día traeré a colación a este blog.
La poesía de Colinas tiene una temática clasicista, culturalista, con un aura de misticismo. Es una poesía serena, equilibrada, simbólica en ocasiones. Es una voz que habla con un ritmo pausado, música en nuestros oídos.
Así comienza el poema que da nombre al libro del que estamos hablando:
"se abrieron las cancelas de la noche,
salieron los caballos a la noche,
campo de hielos, de astros, de violines,
la noche sumergió pechos y rosas,
noche de madurez envuelta en nieve
después del sueño lento del otoño,
después del largo sorbo del otoño,
después del huracán de las estrellas,
del otoño con árboles de oro,
con torres incendiadas y columnas,
de los muros cubiertos de rosales
tardíos"
O este otro titulado "Piedras de Bérgamo", que comienza así:
"Te contempla la piedra y no te reconoce
a ti que, piedra a piedra, te elevas a los astros.
Tienes un ángel verde que te suena la música,
tienes mínimos huertos para el pájaro antiguo,
tienes bronces y muros para cerrar la aurora
y eres mística y tierna como tus hornacinas.
Te abrazan las raíces y las parras sin hojas
ahora que el otoño te hace más ilustre".
Fue el primer libro que leí de Antonio Colinas. Luego he disfrutado con su poesía completa, que está editada. Conservo el ejemplar de "Sepulcro en Tarquinia", de la Editorial Lumen, Barcelona, 1976, en en la Colección El Bardo.
Hay varias ediciones. Como interesante os dejo la de Visor, de 2005, que incluye un CD con la lectura de los poemas del libro por el propio autor.
Fernando Alda Sánchez
Antonio Colinas no precisa de carta de presentación. Es uno de los grandes poetas actuales en España. Ha recibido multitud de importantes premios y en él se conjugan con perfecto sentido vida y literatura. Además de poeta, es ensayista y traductor. Después de "Sepulcro en Tarquinia" han venido otros hermosos libros de poemas, que, seguro, algún día traeré a colación a este blog.
La poesía de Colinas tiene una temática clasicista, culturalista, con un aura de misticismo. Es una poesía serena, equilibrada, simbólica en ocasiones. Es una voz que habla con un ritmo pausado, música en nuestros oídos.
Así comienza el poema que da nombre al libro del que estamos hablando:
"se abrieron las cancelas de la noche,
salieron los caballos a la noche,
campo de hielos, de astros, de violines,
la noche sumergió pechos y rosas,
noche de madurez envuelta en nieve
después del sueño lento del otoño,
después del largo sorbo del otoño,
después del huracán de las estrellas,
del otoño con árboles de oro,
con torres incendiadas y columnas,
de los muros cubiertos de rosales
tardíos"
O este otro titulado "Piedras de Bérgamo", que comienza así:
"Te contempla la piedra y no te reconoce
a ti que, piedra a piedra, te elevas a los astros.
Tienes un ángel verde que te suena la música,
tienes mínimos huertos para el pájaro antiguo,
tienes bronces y muros para cerrar la aurora
y eres mística y tierna como tus hornacinas.
Te abrazan las raíces y las parras sin hojas
ahora que el otoño te hace más ilustre".
Fue el primer libro que leí de Antonio Colinas. Luego he disfrutado con su poesía completa, que está editada. Conservo el ejemplar de "Sepulcro en Tarquinia", de la Editorial Lumen, Barcelona, 1976, en en la Colección El Bardo.
Hay varias ediciones. Como interesante os dejo la de Visor, de 2005, que incluye un CD con la lectura de los poemas del libro por el propio autor.
Fernando Alda Sánchez
jueves, 4 de julio de 2019
Flor de ceniza
Errantes murallas, ciudad soñada,
torres izan su dolor,
el asombro y la celebración de la piedra
en nervadura de siglos, mas no convocan.
Alguna cúpula, ventanales
marchitos,
cornisas
fantasmales: nada se opone a la luz.
Y sin embargo, las aves agonizan
mordidas por el humo, ya turbio
y malogrado. La ciudad es una lágrima
voraz: una amargura de cal
asalta sus cimientos, la hiedra
tala toda esperanza, despierta la ruina.
A veces llega a oírse un rumor blando
de huesos detrás del aire, como una exhalación,
pero no son los muertos, están en su sitio.
¿Cuál es el misterio que te derrumba?
En los atrios se percibe
el hielo, que desmenuza negro las miradas
confusas,
los vagos gestos de los deshabitados.
¿Qué tristeza rara socava los párpados?
No son posibles las alcobas.
El éxodo acaso ha plantado su cruz
y secado el huidizo fuego, nada retorna.
Fernando Alda Sánchez
torres izan su dolor,
el asombro y la celebración de la piedra
en nervadura de siglos, mas no convocan.
Alguna cúpula, ventanales
marchitos,
cornisas
fantasmales: nada se opone a la luz.
Y sin embargo, las aves agonizan
mordidas por el humo, ya turbio
y malogrado. La ciudad es una lágrima
voraz: una amargura de cal
asalta sus cimientos, la hiedra
tala toda esperanza, despierta la ruina.
A veces llega a oírse un rumor blando
de huesos detrás del aire, como una exhalación,
pero no son los muertos, están en su sitio.
¿Cuál es el misterio que te derrumba?
En los atrios se percibe
el hielo, que desmenuza negro las miradas
confusas,
los vagos gestos de los deshabitados.
¿Qué tristeza rara socava los párpados?
No son posibles las alcobas.
El éxodo acaso ha plantado su cruz
y secado el huidizo fuego, nada retorna.
Fernando Alda Sánchez
Juan Gil-Albert
"Obra poética completa", Juan Gil-Albert (Alcoy, 1904 - Valencia, 1994). Os traigo hoy unas pinceladas de Juan Gil-Albert, un poeta, narrador y ensayista coetáneo a la Generación del 27, con la que convivió y cuya obra poética se recuperó en España, tras un largo exilio exterior e interior, a partir de los años 70.
En sus primeros pasos como escritor bebe de las vanguardias, pero también de la Generación del 27, siendo Manuel Altolaguirre el que le publicó sus poemas iniciales en el año 1936, bajo el título de "Misteriosa presencia". En este libro está presente también la huella del barroquismo de Góngora. Así comienza el primer soneto de dicho poemario:
"Si unos tiempos mejores permitieran
que el amor que me inspiras exaltara,
como de nardos, carnes, en su vara,
unas trovas, alientos te ofrecieran".
Estuvo exiliado, al término de la Guerra Civil Española, en México, regresando en el año 1947 a España, momento en el que se inició su exilio interior. No obstante, siguió publicando libros. Sería en el año 1981 cuando la Institución Alfonso el Magnánimo, de la Diputación de Valencia, publicase, en tres tomos, su obra poética completa. Una edición que, por cierto, guardo como oro en paño en mi biblioteca, bellamente impresa.
De él mismo dice el poeta, en el prólogo de las obras completas, que "dije, en ocasiones, que soy un poeta tardío con relación a mi prosa. He sido, sí, un escritor nato, y los primeros libros publicados en mi juventud denotan, aunque prematuros, que yo he venido a la vida a eso, a ser un escritor y más propiamente, y empleo un término que los jóvenes actuales tienen por desfasado, un artista -literario, claro-".
Felizmente fue recuperada su obra, una poesía mediterránea, llena de contrastes, de vida, de belleza plástica, de hermosas imágenes poéticas. Así, en su poema "Los viñedos", del libro "Las ilusiones":
"Frescos, deliciosos
compañeros imaginarios
que vivís tejiendo las emboscadas
de vuestro turbulento corazón:
decidme el secreto de vuestro centelleo
cuando los labios primaverales
dejan sobre ese cuerpo silencioso
el rumor de la vida,
y hacen brotar la luz de las tinieblas;
decidme el despertar de la vejez cómo se cumple,
y cómo sobrelleva la decrepitud ese sagrado júbilo".
Son versos de una extraña belleza, como los del "Arcángel sombrío", del mismo libro:
"Algún día
el sigiloso administrador de la divinidad,
aquel doncel extraño,
descenderá, para llevarme allí
donde su espada da luz a los elegidos
y la radiante oscuridad de sus ojos
satisface la integridad del hombre,
así como la fruta madura
sirve al inextinguible apetito de la muerte".
Sin duda se trata de una estupenda relectura para cualquier momento del año. Si no os apetece leer toda la obra completa de Gil-Albert os recomiendo la Antología de su obra titulada "Concierto en mí" de la editorial Renacimiento, cuya portada os dejo.
Fernando Alda Sánchez
En sus primeros pasos como escritor bebe de las vanguardias, pero también de la Generación del 27, siendo Manuel Altolaguirre el que le publicó sus poemas iniciales en el año 1936, bajo el título de "Misteriosa presencia". En este libro está presente también la huella del barroquismo de Góngora. Así comienza el primer soneto de dicho poemario:
"Si unos tiempos mejores permitieran
que el amor que me inspiras exaltara,
como de nardos, carnes, en su vara,
unas trovas, alientos te ofrecieran".
Estuvo exiliado, al término de la Guerra Civil Española, en México, regresando en el año 1947 a España, momento en el que se inició su exilio interior. No obstante, siguió publicando libros. Sería en el año 1981 cuando la Institución Alfonso el Magnánimo, de la Diputación de Valencia, publicase, en tres tomos, su obra poética completa. Una edición que, por cierto, guardo como oro en paño en mi biblioteca, bellamente impresa.
De él mismo dice el poeta, en el prólogo de las obras completas, que "dije, en ocasiones, que soy un poeta tardío con relación a mi prosa. He sido, sí, un escritor nato, y los primeros libros publicados en mi juventud denotan, aunque prematuros, que yo he venido a la vida a eso, a ser un escritor y más propiamente, y empleo un término que los jóvenes actuales tienen por desfasado, un artista -literario, claro-".
Felizmente fue recuperada su obra, una poesía mediterránea, llena de contrastes, de vida, de belleza plástica, de hermosas imágenes poéticas. Así, en su poema "Los viñedos", del libro "Las ilusiones":
"Frescos, deliciosos
compañeros imaginarios
que vivís tejiendo las emboscadas
de vuestro turbulento corazón:
decidme el secreto de vuestro centelleo
cuando los labios primaverales
dejan sobre ese cuerpo silencioso
el rumor de la vida,
y hacen brotar la luz de las tinieblas;
decidme el despertar de la vejez cómo se cumple,
y cómo sobrelleva la decrepitud ese sagrado júbilo".
Son versos de una extraña belleza, como los del "Arcángel sombrío", del mismo libro:
"Algún día
el sigiloso administrador de la divinidad,
aquel doncel extraño,
descenderá, para llevarme allí
donde su espada da luz a los elegidos
y la radiante oscuridad de sus ojos
satisface la integridad del hombre,
así como la fruta madura
sirve al inextinguible apetito de la muerte".
Sin duda se trata de una estupenda relectura para cualquier momento del año. Si no os apetece leer toda la obra completa de Gil-Albert os recomiendo la Antología de su obra titulada "Concierto en mí" de la editorial Renacimiento, cuya portada os dejo.
Fernando Alda Sánchez
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