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jueves, 4 de julio de 2019

Flor de ceniza

Errantes murallas, ciudad soñada,


torres izan su dolor,
el asombro y la celebración de la piedra
en nervadura de siglos, mas no convocan.
Alguna cúpula, ventanales
marchitos,
cornisas
fantasmales: nada se opone a la luz.
Y sin embargo, las aves agonizan
mordidas por el humo, ya turbio
y malogrado. La ciudad es una lágrima
voraz: una amargura de cal
asalta sus cimientos, la hiedra
tala toda esperanza, despierta la ruina.
A veces llega a oírse un rumor blando
de huesos detrás del aire, como una exhalación,
pero no son los muertos, están en su sitio.
¿Cuál es el misterio que te derrumba?
En los atrios se percibe
el hielo, que desmenuza negro las miradas
confusas,
los vagos gestos de los deshabitados.
¿Qué tristeza rara socava los párpados?
No son posibles las alcobas.
El éxodo acaso ha plantado su cruz
y secado el huidizo fuego, nada retorna.



Fernando Alda Sánchez



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