20
Estas arboledas que en la tarde
se encienden, como carbones
bajo el impulso del viento,
son ahora el hogar
de la palabra, del verso
que va a nacer, y esperan
una mano que acaricie
el dibujo que dejarán
sobre el cielo.
21
Dejo esta escritura de urgencia,
éstos que parecen versos
de arrabal, perderse
entre la lluvia y la arena,
una playa entonces
en la que yacen las algas
pútridas que no regresarán
jamás al mar.
22
En la herida del árbol,
hacia el oeste,
con las últimas arboledas
que ilumina el otoño
como una esperanza.
Fernando Alda
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