XLIV
Junto a las colinas el manantial
del agua de sombra, tras los cortinajes
de la niebla, en ese retablo
en el que se representa la vida,
la comprobación de que aún laten
las entrañas más allá de la simple
existencia. Ofreces todo lo ardido
dentro de los hornos del corazón,
las flores deshojadas,
las astillas de la sangre,
las miradas
con las que acariciaste cuanta belleza
se alzó ante tu rostro, los colores
de un arcoiris de tiza pintado
en la pared del asombro: enigmas
que has ido dejando sin resolver
en las orillas del mar, en la arena
que las olas besan y la sal lustra,
y que es un abrazo de mariposas
o luciérnagas en las caléndulas
recién brotadas
que van despidiendo
la tarde como quien dice adiós
por primera vez, sin cansancio,
pensando en el regreso.
Fernando Alda
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