La noche se cierra en estrellas
bordadas en el silencio de Castilla,
puede que Aravieja, que retorna
entre una bruma de pájaros,
y en el fuego del hogar se escribe
una canción muy triste
sobre una vida devastada.
Con la muerte no se acaba todo,
las cenizas florecen,
bajo el aliento de la helada
late fuerte el corazón,
que sigue llamando,
y en la soledad alumbra
un rescoldo que se aviva en medio
de estos encinares de piedra y musgo.
Lejos están ahora los deseos,
los sueños blandos,
es tiempo de resistir
en el círculo resplandeciente de la luna
de enero y el aullido
desolado del lobo herido y viejo.
Fernando Alda
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