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El de poeta es el oficio más humilde
de cuantos hay en el mundo,
puede que el más triste y peor pagado,
de esos que casi nadie
quiere o comprende. Pero aquí estamos
los que seguimos cantando
al fulgor de la hierba o la ruina,
al beso de la aurora,
al amor hasta el extremo,
a los sueños y deseos hechos astillas.
Como siempre,
desde que Dios alumbró la luz
y todo comenzó a ser y a separarse
y latir, a caminar.
Hermoso oficio éste, sin duda,
que restaña heridas
y enciende el fuego
en el corazón
indeciso de los hombres.
Fernando Alda
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