Habitas la tierra incógnita
cuyo planisferio está dibujado
entre los dedos de tus manos,
como el mapamundi
de la nada, un beso,
tal vez un verso inacabado,
o el amanecer, que es tierra extraña,
y que no termina de llegar,
esperando en la noche
profunda un deseo por el que volver,
a los caminos de siempre,
a los aires que encierran
todos los suspiros que se nos escapan
cuando es la mañana,
rotunda, y regresan los recuerdos
a los nidos que tuvieron,
y luego abandonaron
en otros otoños, en otras
madrugadas,
en los hogares vacíos
del fuego, en las cenizas
que son memoria
y ausencias, la espera
eterna que llega tras el ocaso,
como si todo se te escapase
de la boca, y fuese
azul, o amarillo,
tal la tarde,
un color intenso con el que se viste
la soledad, las hojas
que habrán de arder
con el sol poniente que descifra
tu nombre entre las quimeras
del olvido.
Fernando Alda
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