En la esquina perdida
de la luz cuando amanece,
donde duermen los aires
extraños que aventan las pavesas
frías de la hoguera del recuerdo.
Allí esperas, las manos
heladas, en los bolsillos
de un pantalón roto,
deshilvanado
augurio
de lo que habrá de ser
poesía, o solo una rosa
de este diciembre desabrido,
de ventanas rotas y lágrimas
oscuras, en el que duerme,
sin saberlo, la esperanza.
Fernando Alda
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