Es, tal vez, un violín el que suena
entre las nubes,
un piano en la arena de la playa,
la dama de azul,
o el tablero de un ajedrez
de sangre, ahora
que estás escribiendo un libro
que parece el de tu vida.
Nada turba el momento
de reconocerte en el espejo,
avanza el río hacia nada,
puede que no exista
un mar al que llegar,
aunque la vida es la flor
que se deshoja,
un vilano en el vendaval,
el aire que te lleva,
y es la sombra de lo que estás
soñando, un reino de barro
y nieblas,
cómo el calor que esperas
en el invierno,
el fuego eterno
de la desmemoria y la altura,
tu nombre en pedazos,
en los trozos del papel
en el que escribiste
esa tarde de lluvia y desencuentros.
Fernando Alda
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