Nada entorpece la transparencia
del cristal por el que miras
el aire crecer, el rubor
encendido de lo que fue hoy
y ya es ayer,
cómo una flor de luz
ajada en el aguacero
o la sorpresa tras abrir una puerta
de nieve y ver el verano,
la inconstante persistencia
del tiempo en los relojes
rotos del sueño,
esa esencia de lo que es ido
y no habrá de retornar.
Cómo siempre, en la espera...
Fernando Alda
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