Nevisquea despacio
en este marzo que va camino
de sus idus,
cómo si una brisa
fuese agitando las flores
frías de un almendro,
en el patio de la nada.
Miras los copos que se deshojan
entre los labios ateridos
de la mañana, y es ahora,
acaso nunca, el momento
de soñar, con los ojos
entrecerrados, que adivinan
una luz cineraria,
puede que un último
rescoldo del corazón.
Fernando Alda
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