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miércoles, 17 de febrero de 2021

Querido lector, 6 / El retablillo

 


          Querido lector:


          Los lilos del jardín ya están a punto de florecer en esta primavera que parece anticiparse a todo deseo, a la voluntad del tiempo y de la espera, y auguran nuevas alegrías, la celebración de vivir y saberse vivo. Te digo esto por aquello de dejar constancia de lo que arde en mi corazón, que parece más atento a lo estético que a lo espiritual, en estos días de naufragio y soledad.

           No obstante, no puedo quejarme, pues ayer mismo recibí la visita de Arsenio Valmoral, ya sabes, el autor de "Noches de cierzo" y de "Allí donde habita el ábrego", que vino hasta casa acompañado por Lupe Galana, la actriz de cine, que tanto me recuerda a Lupe Sino, y que fue el contrapunto de alegría e inteligencia que nos dejó a Arsenio y a mí, que parecíamos dos velas en un entierro, de tan melancólicos como estábamos. Son visitas que se agradecen, sin duda, y que ayudan a pasar estos tragos que la vida te va dejando en copas rotas y en mesas sin equilibrio, pues de las cuatro que deben tener les falta una pata.

           En estos días España se me parece a la que pinta Ramón María del Valle Inclán en sus "Luces de bohemia", la que señalan Max Estrella o Don Latino, en alguno de sus parlamentos, tan sórdida y desamparada, en manos de esperpentos humanos sin escrúpulos, en un martes de carnaval perpetuo, quizá como los hombres huecos de T.S. Elliot, lampando como gato en una matanza, con codicia extrema, burlando por callejones y espejos, sin sentido alguno, tan solo por  el sonido del dinero en la bolsa, aparentando lo que no son en este retablillo del mundo en el que llevan en la mano la cachiporra de los títeres más odiosos. Pero esto son cuestiones que no dan para una carta, pues más parecen un réquiem por quienes padecemos estas malas artes, que una reflexión serena. Y es que más que por obra de la miseria moral, parecen fruto de algún encantamiento del reino de Micomicón, o de algún entremés del Patio de Monipodio, con Rinconete y Cortadillo, que tan magistralmete describiera el de Alcalá, Don Miguel, por más señas. Y todo ello bien aderezado de charlatanes y arbitristas, que parece tienen al Reino harto confundido y sin rumbo.

    Pese a todo, en esta corte de los milagros en la que todo parece nuevo o pretende serlo, me quedo con el "nihil novum sub sole", que decía en la traducción de "La Vulgata" Qohelet, como nos recuerdan nuestros clásicos en sus obras literarias. Poco o nada nuevo hemos inventado, salvo algunos artilugios, que parecen llenarnos de grilletes más que darnos la libertad,  para seguir atados al mismo duro banco de la misma galera, que no es otra cosa que la muerte, de la que solo Cristo puede liberarnos, y esta es la verdadera, la que perdura.

     Disculpa estos desahogos, pues son fruto de los humores y bilis, tan de melancolías, que me corren por los tuétanos, y por la tristeza que me produce el ver cómo del mundo se han apoderado tantos embaucadores que nos proponen los más peregrinos remedios para llenar de pájaros y telarañas, humo de papel mojado, el vacío existencial que arrastramos en nuestra condena. Así se representan todas estas miserias.

     Por lo demás, todo igual, desde la última carta. Compruebo con alegría que los libros que te envié son de tu gusto. Te recomiendo que no abandones la poesía, pues en tiempos de hambre espiritual, y en ocasiones física, como se puede comprobar en las mismas calles a poco que pasees por ellas, no te digo yo que sea el bálsamo de Fierabrás, pero sí al menos un asidero para mantener el equilibrio necesario. El brebaje del "Feo Blas" es el que nos ofrecen por todas partes, como si de lerdos se tratase, acaso para acallar conciencias y estómagos, pues ya se sabe que éstos últimos suelen ser muy agradecidos.

    Y me vienen a la memoria unos versos de mi querido Jacinto Herrero, que me recuerdan para qué hemos nacido los poetas:

"Palomas son en la melancolía
de un rojo rayando el horizonte
mediado agosto. Restallaba lejos
el aire; Aer quatibur: el ayre 
se sacude. Quizá lo oyera Rojas
al rasgar de las alas en la tarde
de bandos de vencejos en las torres
de Toledo, leyendo las palabras
de Petrarca; las suyas, yo; las mías,
otros; si acaso llegan todavía
libres, más tarde, huyendo de los dígitos
de la verde pantalla y su teclado,
y arrancas estos versos del olvido,
sombras en donde el aire se sacude".

Y estos otros, recogidos también en "La golondrina en el cabrio":

"La tarde en noche ha vuelto la borrasca;
y hoy que no somos dioses, ni sabemos
cuántos inviernos cruzará la vida,
gustamos del racimo, uva a uva,
de estos días de lluvia ante las brasas
del corazón. Y la cellisca fuera
muerde en el barro del hastial del norte.
¿O es el gemir de Lot que mira el campo
como un horno de humo, o el lamento
de Dafne en verde lauro trasmutada?
En ruina o árbol dura la belleza
que ídolo fuera de ojos asombrados.
No volamos atrás, que si amanece,
bastará al nuevo día su locura".

            Y con el nuevo día, y su locura, que le viste de gala, me quedo yo, esperando a Max Estrella, a Don Latino, y al propio Alejandro Sawa, que inspiró a todos ellos al autor de las "Sonatas" que llevan el nombre de las cuatro estaciones del año, esperando un billete premiado, que lo estará, en la lotería de la vida, por si acaso, pues lo último que se pierde, dicen, es la esperanza, aunque

"Volverás con tus bártulos de muerte:
la ceniza, los muros derruidos,
las fugitivas horas, presentidos
el hedor de la nada y de la inerte
sucesión de difuntos. Mas advierte
que a tu irritada voz no tendrá oídos
nuestra adorable testa..."

y la voz de Jacinto Herrero sigue  quebrando el aire, al hablar, como lo hace, de Quevedo, en este otro poema del mismo libro, pues no escuchamos la voz ni del uno ni del otro, y, acaso, tal vez, no tengamos oídos para la poesía, ya que solo amamos la materia, y no los dulces sueños que nos tejen.

           No desfallezco, ni por un momento, en procurar tu amistad


Fernando Alda




        



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