La vocación de San Mateo, Caravaggio. Foto: Wikipedia
Querido lector:
Como le ocurriera a Michelangelo Merisi, Caravaggio, que tuvo una vida turbulenta, para el artista, para el poeta, resulta difícil dominar todas las fuerzas que uno lleva dentro, esos impulsos que mueven los engranajes de la creatividad, y que producen obras magistrales o auténticos fracasos. Son fuerzas casi de la naturaleza, como un terremoto, un huracán, pero en otras ocasiones, son una brisa suave, una lluvia agradable. En el equilibrio entre ambos polos uno debe encontrar el punto álgido en el que fluye la obra de arte que ha de nacer.
De alguna forma todos, así mismo, tenemos algo de Zorba, el griego, el de Nikos Kazantzakis, que pasaba de la gloria al desastre sin solución de continuidad. El libro es de esos que uno, alguna vez, ha tenido en su mesilla de noche, para ser leído y para conservarlo cerca. Como Zorba, no debemos tener miedo a vivir.
Es el tormento y el éxtasis, el título de la película que dirigió en 1965 Carol Reed sobre la vida de otro Miguel Ángel, en este caso Buonarroti, y que a mi entender refleja perfectamente cuanto te digo. De esa lucha, los frescos de la Capilla Sixtina, la genialidad, el sufrimiento, claro, pues toda obra de arte comporta cierta dosis de dolor en los adentros, o de melacolía, que en ocasiones se confunden, como una ausencia, un abandono.
En mi primer viaje a Roma busqué con afán la que considero la obra maestra por excelencia de Caravaggio, "La vocacion de San Mateo", en San Luis de los Franceses, tan cerca de la Piazza Navona, pues es un cuadro fascinante. Está acompañado por otros dos, en la Capilla Contarelli, dedicados también al evangelista. No obstante, el de la vocación ha ejercido siempre en mí un poder de atracción similar al que Cristo tiene con el propio Mateo, al que solo le dice que le siga. En la pintura le señala con el dedo, aunque, misteriosamente, no sabemos bien a quién señala, si a un hombre maduro, que le está mirando, y que parece decir con su mano si es a él, o a un joven que está contando dinero, aunque me inclino por el segundo, que no parece haber advertido la llamada. Me hubiera gustado estar allí, sin duda, pero como eso no puede ser, me conformo con saber que Cristo no se cansa de llamar a mi puerta todos los días.
La luz habla por sí misma, dentro del tenebrismo de la escena, una luz que no procede de la ventana, sino de Dios mismo, de más allá del Cristo que busca a su nuevo discípulo. Así nos mira el Señor y hace nueva nuestra vida. Dirás que por qué te cuento todo esto, pero la razón no es otra que el volver a recordar que en mi carta anterior te hablé de Roma. Quizá hoy sería mejor hablarte, según tengo el ánimo, de las catacumbas, que tanto me sobrecogieron, por lo que tienen de inframundo, un reino de oscuridad y silencio en el que uno puede perderse en el dédalo que constituyen, pero no voy a ennegrecer más el día. Con Merisi nos quedamos y es más que suficiente.
Quizá como él, que tuvo que huir dos veces de la justicia por haber asesinado a dos hombres en reyertas, nosotros también estamos luchando con la libertad, y huimos siempre de ella, aquejados de mil males que lastran nuestro paso por la vida. Milán, Roma, Nápoles, Malta, Sicilia, hasta acabar en Porto Ércole, con su muerte, y, acaso, este viaje también puede ser el nuestro, de aquí para allá, de ciudad en ciudad, siempre buscando.
Si quieres tener más noticias sobre él te diré que hay algunas películas, incluido un documental relativamente reciente, de 2018, dirigido por Jesús Lambert Garcés, que lleva por título "El alma y la sangre", que me pareció magnífico. En esta expresión también se encierra lo que es un artista, espíritu y materia en lucha brutal, sin un claro vencedor.
Me ha alegrado saber que tienes previsto regresar a España, aunque todavía sin fecha. Cuando estés entre nosotros házmelo saber, para que vengas por casa y podamos contemplar, cualquier noche sin nubes, estos cielos estrellados de Ávila que nos dan la medida de lo que somos, apenas heno, como dice el salmo, que crece por la mañana y por la tarde es segado y echado al fuego o es pasto para los animales. Tenemos muchas cosas de las que hablar pues el formato de las cartas, por muy periódicas que sean, no es lo mismo que una conversación cara a cara, con una buena copa de vino tinto, que nos encienda la memoria y haga arder nuestros recuerdos. Se nos humedecerán los ojos, seguro. Se trata, sin duda, de vivir, y eso solo es posible hacerlo en persona.
Me siento afortunado al saber que nuestra amistad sigue en pie. Que el dies irae, el día de la ira, no ha hecho saltar por los aires los puentes que nos unen, que los caminos siguen abiertos, como abierta está Roma, y que podemos ir a todas partes, al menos a las que se cobijan en nuestro interior, las del alma, con absoluta libertad aunque, eso es cierto, no sabemos cuándo sonará la trompeta del ángel, y si derribará las murallas de Jericó o será el fin de los tiempos. Por ahora, quedémonos en nuestras lecturas, en la escritura que nos vivifica y hace crecer.
Hoy no tengo tiempo para mucho más. Hay hazanas en casa que solo puedo hacer yo mismo. Espero impaciente tu próxima carta. Dime algo de lo que estás leyendo actualmente, para hacerme una idea de cómo tienes el alma. Espero que no esté como hoy la luz aquí, que se diluye en formas imprecisas, al igual que el viento, que sopla de todas partes.
Tuyo
Fernando Alda Sánchez
Muchas gracias por la interesante lectura.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Liz, por leer. Saludos
Eliminar¿Qué cómo tengo el alma?
ResponderEliminarEn un ir y venir de sensaciones, ya no planifico más allá de 1 mes. La pandemia me ha enseñado eso.
No podemos hacer muchos planes, la verdad. El tiempo esta contado y medido
EliminarEstoy leyendo "La Templanza" de María Dueñas
ResponderEliminarBuena elección
EliminarMuy interesante, yo vi el documental en Amazon Prime vídeo y es fascinante. Qué ganas de ir a la capilla Contarelli, un saludo
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