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jueves, 18 de febrero de 2021

Querido lector, 7 / El rostro del ángel

 





           Querido lector:

            Alguna vez me has preguntado qué es para mí la poesía. Ya sabes, por demás, que no me gusta teorizar sobre estas cuestiones, que a nada conducen, aunque sí, tal vez, puedan servir para que algunos puedan escribir sesudos volúmenes, eso sí, incomprensibles, para alimentar sus cátedras y parabienes. Personalmente me gusta dejar correr libres a los versos y que sea el propio lector, en este caso tú, el que decida lo que es o no la poesía.

             No obstante, sí considero que un buen poema debe cumplir con unos mínimos estéticos, pues, pese a lo que ocurre en nuestros días, no todo vale, no todo tiene encaje en la forma poética. La poesía debe movernos el corazón y la razón, es decir, debe estar abierta a la estética, a la belleza, y también al espíritu. La poesía, como el arte en general, debe conmovernos, ayudarnos a vivir, debe ofrecernos una mirada diferente de cuanto nos rodea o de cuanto sentimos. Desde aquí, ya sea simbólica, pura, metafísica, realista, social, culturalista, esteticista, surrealista, clásica, con métrica o sin métrica, o como quiera llamarse, el camino es del propio poeta y de sus lectores.

             También me preguntas si mi poesía puede encajarse en algún estilo y ya te digo que para mí no, aunque doctores habrá que la encuadrarán en ésta u otra corriente. Tampoco desvelaré mis influencias, si las hubiere o no, pues todo se corresponde con múltiples lecturas que a lo largo de mis años como lector he ido teniendo y se han ido quedando, en ocasiones como estratos o como el más puro caos, en mis adentros. Y allí siguen, y afloran, y surgen como un manantial, cuando la melancolía, que es el motor más importante para lo poetico, tiene a bien subirlos a la superficie y aflorar en medio de la mañana o de la tarde, pues no hay una hora que yo tenga como precisa para ponerme a escribir.

          La poesía puede ser desde un ángel que nos está mirando, a un corazón en llamas, una ínsula perdida o los cristales rotos de una ventana. Puede ser la Laura de Petrarca o la Leonor de Antonio Machado, puede ser Beatriz o Dulcinea, según se vistan los poemas, pues en todo ello, en ocasiones, incluso en la fealdad, puede haber algo hermoso y trascendente. En todo perdura un poso de belleza, que nos viene de Dios, el Creador.

          Así mismo te digo que el de poeta, pese a los laureles con los que nos puedan adornar o nosotros mismos nos adornemos, es el oficio más humilde del mundo, el peor pagado, el menos reconocido, pues al común de los mortales lo de escribir o leer versos parece que no les ayuda mucho en su vida y que es arte baladí y de poca monta. Desconocen, por supuesto, el esfuerzo que cuesta trasladar la mirada tan especial y sensible del poeta sobre el mundo y quienes lo habitan a unos versos, pero, qué le vamos a hacer, es nuestra condena, como nuevos Prometeos, por haber robado el fuego sagrado de la belleza a los dioses, o tal vez es que somos como el "Holandés Errante", que surca los océanos tras un destino que no encuentra, y resulta trágico.

          Ya se que me estoy poniendo profundo, pero, ya sabes que no puede haber poesía sin profundidad. No se puede medir el valor de un libro por el grosor del mismo, sino por la hondura de lo que contiene. Hay libros muy extensos que nada valen, pues nada contienen, pese a que podamos llegar a pensar lo contrario. Incluso libros magníficamente editados que son hojarasca pura y que se pudren en la Estigia del olvido.

          Franz Kafka me ha dicho que te ha visto un tanto desasosegado en los últimos días y que te notaba como si en tu interior estuviesen creciendo las dudas que en ocasiones nos produce la razón cuando sueña, como en el famoso grabado de Francisco de Goya, por aquello de que los monstruos parecían habitar alguna parte de tu alma. ¿Has leído "El proceso" del primero? Si es afirmativo, puede que tus males vengan de estas lecturas, que acongojan en grado sumo, pues no nos ofrecen salida, como ocurre con "El castillo", o la propia "Metamorfosis". Pese a lo absurda que parece nuestra vida, como ocurre con los libros de Kafka, no te olvides que el hombre puede abandonarse en brazos de Cristo, y dejarle hacer a Él.

       No te obsesiones con los imposibles. La Esfinge no te va a dar la respuesta. Disfruta del paisaje, de la noche hermosa y abierta sobre nuestras cabezas, del sonido del agua en un arroyo de montaña, de la nieve misma, que es pureza, del vuelo de un milano o un alcaraván, del cielo inmaculado, de las mismas nubes, y encuentra en ellos alimento suficiente para no caer en paradojas. Al propio Don Miguel de Unamuno le atormentaron toda su vida, sin solución aparente, como a su "San Manuel Bueno, mártir", que ya sabemos todos cómo terminó.

       La buena literatura, y, la poesía, claro está, abren nuevos caminos por los que podemos dejar discurrir la vida. Busca el consuelo que necesitamos a nuestras penas en ellas, resultan ser un buen refugio para tiempos de tribulación en los que, ya sabes, como nos recordó San Ignacio de Loyola, no conviene hacer mudanza. 

       En Ávila el tiempo se ha suavizado, tanto el de la climatología, como el del reloj. Han florecido ya los almendros, los días nos ofrecen más horas de luz, y eso es una suerte que alegra los ojos y el corazón, que va arrinconando ya los rescoldos y cenizas de todo cuanto ha ardido en el mismo durante el invierno, para superar los cierzos y celliscas con los que nos ha martirizado, y parece buscar leña nueva, nada verde o mojada, para encender otras hogueras con las que iluminar el paso de los días, aún un tanto inseguro, como este febrero loco que nos madruga a diario.

        ¿Estás en Fiesole o has bajado a Florencia? Seguimos acorralados por la peste, contritos, apesadumbrados, esperando. Si cambias de domicilio, házmelo saber, para que estas cartas no se pierdan. Espero la tuya, que parece se retrasa. Si pasas junto al Arno, da recuerdos de mi parte a Dante Alighieri, si es que ha retornado de su exilio mortuorio en Rávena, pues nunca le ha sido posible ocupar la tumba que le hicieron en la Santa Croce, junto a Michelangelo Buonarroti o Galileo Galilei. Ya sabes, cosas del destino: no sabemos en qué lugar vendremos al mundo, ni en qué lugar nos iremos de él. Eso sí, puede que como última imagen nos llevemos en los ojos, que irán enfriándose, el rostro de un ángel que nos está mirando y será, sin duda, el rostro de la poesía.

       Tuyo

Fernando Alda


          


           

          



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