Buscar este blog

lunes, 8 de febrero de 2021

Querido lector, 2 - La piedra de Ávila

 


          Querido lector:


           En estos días que han transcurrido desde la primera carta que te envié con tanto apremio no he dejado de pensar en las tardes que hemos pasado juntos bajo la sombra de los tilos, crecidos en la esperanza de poder conocernos algún día no muy lejano, ambos emocionados en la lectura, tú con lo que yo había escrito, yo, al saber la pasión con la que me leías. Créeme, era una sensación muy placentera.

             Por aquí el invierno sigue llorado sus desgracias y soledades. La lluvia continúa repicando en el tejado y en mis adentros se ha instalado la sensación de haber vivido todo esto mucha veces, como en un "déjà vu" perenne, aunque sea la primera vez que nos ocurre. Acaso así es nuestra vida, que está tejida de melancolías y recuerdos, y puede que todo lo hayamos vivido en la infancia, como decía Louise Elisabeth Glück, cuyos versos ahora evoco, y todo es repetición de aquello que descubrimos con tanta intensidad.

             En los ojos aún tengo restos de la noche pasada, en forma de estrofas de un himno, como los de Novalis, y alguna estrella se me ha colado entre las pestañas y no me deja enfocar bien la mirada. Tendré que acudir, acaso, a la lectura de Guillermo Carnero y su "Ensayo de una teoría de la visión", y su poema "Ávila", incluido en el poemario "Dibujo de la muerte":

"En Ávila la piedra tiene cincelados
pequeños  corazones de nácar
y pájaros de ojos vacíos, como si hubiera
sido el hierro martilleado por Fancelli
buril de pluma, y no corre por sus heridas
ni ha corrido nunca la sangre..."

         Algo parecido somos a esa piedra de Ávila, la del sepulcro del Príncipe Don Juan, en Santo Tomás, la que labrara con tanta maestría Domenico Fancelli, el de Settignano, tan cerca de Florencia,  de la que ahora evoco el Arno y  su paso lento, como de procesión de Semana Santa, bajo los ojos del "Ponte Vechio", asomado yo a las ventanas de las casas construidas sobre el mismo, con la ensoñación del agua y del arte. Aunque creo que en nosotros sigue latiendo la sangre de forma turbulenta, pese a los rigores de febrero, que ya quiere desabrocharse el abrigo y darnos alguna esperanza.

        Entre carta y carta he tenido algunas noticias de ti, por terceros, que me dicen te encuentras bien, aunque en ocasiones un poco bajo de ánimo, como si cierta nostalgia de otros tiempos se  hubiese avecindado en las entretelas que llenan tus entrañas y brotase en la voz y la palabra, como queriendo ser por ti lo que no debiera. Para estos casos el mejor remedio es encender la hoguera del alma, que aunque parece no estar dotada de las llamas más fuertes que en el mundo pudieran encontrarse, suele calentar nuestros interiores y eso se nota con harta frecuencia. Se, también, que la pandemia de coronavirus te está respetando y espero que así siga siendo. Cuídate y te hago llegar mi deseo para que desde esa imaginaria villa de Fiesole, a la que te has retirado, estés a salvo de todo ello. Escríbeme, no obstante, pues anhelo volver a tener tu letra cerca y sentir el aliento y el vigor que emana de la misma. Cuéntame de ti, de todo aquello que te ocurra, y así seré capaz de paliar, con algún éxito, estas penurias que el viento ábrego deja colgadas  estos días en el alféizar de mi ventana.

       Ha vuelto a nevar y La Serrota se ofrece hoy como una montaña sagrada y allí, con la nieve, se que está Dios, mirándome, con una sonrisa en los labios, contemplando mis afanes, los de este pobre Job al que la lepra del tiempo le va descarnando algunas ilusiones, aunque no todas, apagándole los bríos de la juventud. Ayer, cuando fuimos a misa a Riofrío, ese "pueblecito de Ávila" del que escribiera Azorín, Cristo también me miraba, desde el altar, cuando subí al ambón a proclamar la Palabra. No fui yo el que advirtiese esta circunstancia, fue Yolanda, mi esposa, la que captó la ternura de esos ojos que me estaban viendo. Qué paz tan grande, sin duda. 

        Y al salir, a la cabeza se me venían las reflexiones de Don José Martínez Ruiz, que no pudo haber elegido mejor el escenario de su libro, en este valle que abre el Río Mayor cuando despeña su cabellera undosa de plata por entre los riscos de la Paramera, abriéndose camino entre ella y la Sierra de Yemas, con Cabañas arriba, como un faro en lo alto del Valle Amblés, cuando en la noche titilan apenas sus luces del alumbrado público, buscando luego, enseguida, el caserío de Escalonilla, y otea la boca que le dejará, al río, me refiero, en las aguas mansas del Adaja, que en estos días viene crecido. Y allí, al amor de la lumbre, Jacinto Bejarano Galavis  en sus charletas con el cura, un cirujano, el sacristán, el procurador y el "tío Cacharro". Lo que hubiera dado yo por pasar un par de noches junto al fuego con todos ellos en amena tertulia.

      Al fondo, el Castillo de "Aunque os pese" otea el valle, y todos presentimos que en la lejanía está Ávila, esa Nínive que a mi se me representa de este modo, aunque bien se que el Adaja no es el Tigris,  como también lo hacía, en sus años de niñez, a José Jiménez Lozano, que estos muros le parecían los mismísimos de Constantinopla. Y creo yo que ambos no estamos muy desacertados. Quizá a ti, mi amigo del alma, también te lo parezca, o, al menos, otra urbe. Hay quien dice que se trata de la mismísima Jerusalén, castellana en este caso, y creo que quien así piensa no está falto de razón.

    Querido, te dejo hasta la próxima carta, que espero sea pronto. Ahora me vuelvo a mis cuitas y trabajos, como si de un Hércules se tratase, aunque no tan fuerte, para seguir afrontando el día, del que desconozco cuáles serán sus trazas, aunque pinta gris desde primera hora.

      Siempre tuyo

Fernando Alda Sánchez

P.S.- La imagen que acompaña a esta carta se corresponde con la Iglesia Parroquial de Riofrío, dedicada a la Asunción de Nuestra Señora. La fotografía fue realizada, ayer mismo, por quien esto suscribe, y así te la envío, para que con tus ojos puedas ver de aquello de lo que te hablo.

     


      



    


           

No hay comentarios:

Publicar un comentario