XXIV
Escribes los poemas que no habrán
de ser, su desmemoria,
lo no escrito, la nada,
aquello que nadie va a leer,
unos trazos, el cero,
tinta reseca, niebla
siempre, como aquello
que permanece en los ojos
y es un parpadeo de fuego,
la estancia de la tristeza,
el nombre que olvidas tras
ser pronunciado en vano,
sabiendo que no habrá epigrama
en jamba alguna, ni epitafio,
ni lápida escrita, ni papiro,
pergamino o papel que recuerde
el trazo de tu sangre al pensarse,
ni olvido, ni siquiera olvido,
solo negro, tiniebla,
una ventana sin vistas,
un patio en soledad,
la aurora asesinada,
la cita incierta que acaba mal.
Fernando Alda Sánchez
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