XXIX
Abierto está el día en una ventana
por la que se asoma a las arboledas
de la tarde, a la luz que se va
sin decirnos adiós,
a la nieve que vendrá,
tras el vuelo indeciso del milano
que sigue buscando la flor
perfecta, el signo del tiempo.
Volverán los oscuros
oráculos a nublarte los ojos,
y será memoria entonces,
el despertar de la noche en brazos
de ígneas estrellas que persisten
en su camino, el secreto del agua,
que siempre fluye, como el amor
y la vida, hasta la muerte.
Fernando Alda
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