XXVIII
Son caminos los que ahora se ofrecen
en la espesa luz de lo que fue la mañana,
pasos disfrazados entre la niebla,
en silencio,
el viejo Puente Romanillos,
entre los árboles, hoy sin uso,
tan abandonado como la ceniza
que cayó de las nubes,
lluvia de plomo, y el valle
abriéndose, hasta un infinito
incierto, horizontes de nada,
buscando la mirada de Dios,
el alcance de las manos
que apenas tocan la herrumbre
descarnada del alambre de espinos
de un campo cercado y muerto,
en el que hay un río que solo
es arena, recuerdos molidos
como el cristal viejo,
esquistos y feldespato, cuarzo,
mica pobre,
una ruina de lo que fueron
rocas, sueños tal vez,
alamedas que aún se ierguen
en su verdor
en las orillas de este olvido
con el que se viste tu caminar.
Río Chico, en busca del Adaja,
la desmemoria de siempre,
senderos de alma
y aire, luz
última, el clarear de unas palomas
cuando se anuncia el día
y quizá todo es posible:
¿qué hay dentro de uno? Te preguntas
sin saber que la respuesta
está más allá de ti mismo.
Fernando Alda
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