Hay en el viento
semillas de niebla en su último
despertar, un brindis
de ceniza por los días que ardieron
mientras iban cayendo las hojas
del calendario,
y es en ese instante, que puede
ser el último,
en el que te das cuenta de que ya
no habitas las ínsulas
perdidas entre los meridianos
de la desmemoria y del azar.
Y de entre tus manos
alzará el vuelo una paloma
de esperanza, tal un rayo
de sol junto a los visillos del olvido
o una puerta que se abre
en medio de la desilusión
y por ella regresa la infancia.
Fernando Alda
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