Lluvioso el día,
al rayar el alba,
y en la lluvia, la bendición
de los caminos y de las manos,
como el vuelo del corazón
que nos regala
una nueva mañana
para seguir abriendo
esa ventana de cristales
vacíos y rotos por los que asomarse
al mundo incierto,
para volver a ser,
con el viento,
viaje y esperanza.
Fernando Alda
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